Estimado Señor Director:
Bueno, aquí me tiene, opinando sobre «Evangelio y Cultura», uno de los temas tangenciales del presente número de la prestigiosa revista (aún a pesar de mis cartas) que usted dirige.
En este tema hay dos posturas extremas, nada recomendables y las que ya le voy adelantando.
La primera sostiene que, en realidad, no merece la pena comprometerse demasiado en comprender e integrarse en la cultura en la cual la iglesia está inserta. «Son cosas del mundo», dicen, como si ese argumento justificara automáticamente no asumir ningún compromiso.
La segunda postura es la opuesta. Es decir, iglesias que apuntan todos sus objetivos a la sociedad. Piensan: «Debemos agiornarnos a los tiempos presentes», «no debemos quedar fuera de foco en una sociedad que cambia vertiginosamente». El inconveniente es que de tanto fijar su mirada en esta tierra se olvidan de mirar hacia arriba, de donde reciben el poder y la verdadera visión de la tarea a realizar.
Usted pensará que soy un pesimista descreído, que me limito a criticar, pero no es así mi estimado señor Director. En realidad soy un optimista desconfiado, o un pesimista esperanzado, como a usted le guste más.
Dentro de esta postura, y para demostrarle que me comprometo, lo que propongo es lo siguiente: En primer lugar, individualmente o como iglesia, debemos fijar la mirada en Cristo. Los cristianos que han sido grandes benefactores de este mundo, fueron personas que invirtieron en forma disciplinada tiempo diario a solas con Dios.
Y en segundo lugar mirar con amor e interés la sociedad y la cultura en la que se está. Hacer como el apóstol Pablo, que les predicó un evangelio absolutamente claro y coherente a los griegos en el Areópago, utilizando ejemplos tomados de su propia cultura Helénica. Para eso hace falta ser creativo y estar informado.
Bueno, y yo me despido. No olvide de cuidarse del optimismo y del pesimismo extremos, ambos son malos consejeros. Pero la peor combinación es la de ser un optimista desilusionado.
Su ilusionado amigo
Desiderio
Es todo un tema esto de ser ciudadanos del cielo con todos sus recursos, pero estar en la tierra con todos sus conflictos; y es verdad que centrar la mirada en el Señor, es la única manera de amalgamar esta condición nuestra.
¡Nadie como El, tan del cielo y tan de la tierra!
Y como bien cita Desiderio, un ejemplo a la medida nuestra: el Apóstol de Jesucristo, el amado hermano Pablo.
Creo que siempre debo estar conciente de esa doble mirada para sincronizar lo temporal con lo eterno.
¡Bien Desiderio! Creo que el Director, igual que yo, siempre recibe con gusto sus cartas tan sesudas, tan profundas y a la vez tan simples.
¡Gracias Director por este su precioso trabajo, que nos hace tanto bien!
Que más puedo agregar, sino agradecer por tan bella reflexión verdaderamente como Cristiana me has dado Desiderio, una buena lección con esto de mirar más alla de mis dificultades de mis fracazos y luchar contra todo lo que atente contra una vida con el Señor, a mi medida claro por que solo Nuestro Señor Jesús hasta ahora pude vencer a la muerte , la carne y al mundo… yo si puedo no provocar y evitar situaciones que me alejen de mi Señor Jesucristo…
VENGA TU REINO
Déjame sincronizar mi hora
con la tuya,
medir mi tiempo vano
con lo eterno;
que coherente con el infinito,
comprenda los propósitos del Reino.
Déjame captar tu voluntad,
y que la mía
pueda sumisa
conformarse a ella;
que como un haz de luz
corta la noche,
distinga tu señal en las tinieblas.
Dame el bien supremo de la vida :
estar en paz contigo,
en tu presencia;
y poder aguardar pacientemente
cual infaltable don
tu providencia.
¡Venga tu reino Señor,
tu voluntad se cumpla en mí,
en esta tierra!
Ester O.Tejerina/1987