por MIGUEL ANGEL ZANDRINO (h)
Militando en política como candidato, trabajando en mi consultorio médico, dictando cátedra en una carrera de nivel terciario, ejerciendo el liderazgo en la iglesia, trabajando como dirigente médico gremial por años, he tenido que vérmelas con el poder. Pero también como militante político, como enfermo, como alumno, como oveja o miembro de la iglesia, como simple trabajador de la salud.
He leído en las últimas semanas dos libros que tratan del poder: «Violencia y Poder» de Paul Tournier e «Iglesia: Carisma y poder» de Leonardo Boff. Un médico del primer mundo de extracción protestante y un católico del tercer mundo, teólogo de la liberación. Dos puntos de observación del fenómeno del poder disímiles pero coincidentes en no pocos aspectos. Ambos intentan poner en evidencia los peligros del poder y sugieren como corolario algunas pautas para el ejercicio de la autoridad.
– Autoridad: poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada. Esta es, según el diccionario, la definición de la palabra autoridad. Autoridad es poder y el poder es uno de los valores más apreciados y apetecidos por el hombre. La sociedad admira el poder político, económico, militar, industrial, de la publicidad, de la moda, del dinero. Una de las motivaciones del primer pecado fue la rebelión contra el límite, el «no poder». Fue una búsqueda de poder.
No hay ninguna duda que la fuente de todo poder y autoridad es Dios. En el Antiguo Testamento observamos que los triunfos y conquistas del pueblo de Israel fueron otorgados por Dios. Incluso el poder económico y político, que llegó con la prosperidad de los reinados de David y Salomón fueron concedidos por Dios. En el Nuevo Testamento nos impacta la autoridad y poder de Jesús quien, antes de partir dijo a sus discípulos «Recibirán poder» delegando en ellos toda su autoridad.
Todos tenemos alguna cuota de poder como consecuencia de los distintos roles que nos toca desempeñar en nuestra vida; como jefes, maestros, padres. Incluso entre pares siempre se observa alguno con mayor ascendiente sobre el resto. Pero hay poderes que son más notables (aunque deberíamos decir más poderosos) que, para Paul Tournier, son el económico, el político y el religioso, ya que tienen gran capacidad de sometimiento. Con respecto a este último dice: «todas las religiones aparecen como tentativa de apropiarse del poder de Dios o al menos de conciliarlo» pág. 126.
Al sacerdote o al pastor se le atribuye autoridad espiritual, puesto que pretende interpretar la voluntad de Dios para sí mismo y para los demás. Habla en nombre de Dios. Si se siguen sus consejos es que se obedece a Dios, si no, es a Dios a quien se resiste. Esto demuestra por qué el pastorado es una vocación de poder. Sentirse enviado de Dios, sentir que se contribuye a la salvación de las personas, sentirse poseedor de la verdad es algo seductor. «Nada brinda» -dice Tournier- «un sentimiento mayor de poder que (la) certidumbre de poseer la verdad»; pág.171. Con respecto a la pretensión de ser portador de la verdad absoluta, Leonardo Boff dice que, invariablemente, lleva al dogmatismo y la intolerancia.
Paul Tournier cree que el deseo de ayudar al otro, que tiene el religioso, siempre va acompañado del deseo de sacar algún provecho: «Hay en nosotros, sobre todo en aquellos en los que las intenciones son más puras, una voluntad de poder abusiva y destructiva que escapa a nuestra introspección más leal y sincera» pág.163; «ese deseo de ayudar al otro que parece el contrapeso mismo de la voluntad de poder, pero que puede servirle de disfraz» pág.166. La historia es rica en movimientos de avivamiento y renovación religiosa. El Espíritu Santo ha dado en cada momento y lugar una revelación, una inspiración que trajo buenos frutos y experiencias verdaderas, pero «siempre por sus propios éxitos se consumen,…caen en la trampa del poder»; pág.176.
LOS PELIGROS DEL PODER
Todo lo que venimos considerando nos demuestra lo peligroso que es el ejercicio del poder, y los perjuicios consecuentes no se refieren sólo a los subordinados sino también a las autoridades.
El poder corrompe, ya que busca perpetuarse y crecer con un mecanismo de retroalimentación abonado por el deseo de poder que no se detiene ante escrúpulos éticos.
Dice Paul Tournier que el poder nubla la conciencia moral reduciéndola a medida que la autoridad es mayor. También, el poder, nubla la razón llegando a enloquecer, como ocurrió con Nerón, Calígula y Hitler por no nombrar a los dictadores de nuestra América Latina. También, el poder hace que sean los ricos los que se sientan amenazados y los poderosos quienes sientan miedo y, además, es la fuente de toda violencia.
De toda esta patología del poder que describe P. Tournier, algunas tienen especial relación con el ejercicio de la autoridad religiosa ya que produce los sectarismos, esto es algo a tener muy en cuenta hoy, por la actualidad que tiene todo lo referido a sectas. El poder imposibilita el diálogo verdadero, porque para que haya diálogo se requiere cierta simetría de relaciones que se rompe cuando uno de los interlocutores tiene demasiado poder. Al abuso de poder lo describe como la imposición de la voluntad sobre otro con impunidad. L. Boff, también nos dice algo sobre esto: «Se denomina autoritario a un sistema cuando los que detentan el poder no necesitan el reconocimiento libre y espontáneo de los súbditos para constituirse en tal poder y ejercerlo» pág.78.
Uno de los aspectos más delicados, es la capacidad de enfermar que tiene la autoridad. Al respecto Tournier nos relata lo siguiente: «Me acuerdo siempre de un buen hombre, un pastor, en apariencia humilde y tímido, que me había traído a su mujer enferma. Como comencé a interrogar a su mujer, a preguntarle de qué sufría y cómo había comenzado todo, el marido me interrumpió para decirme bruscamente: «Es simple, doctor, yo tengo el Espíritu Santo y mi mujer no». Más adelante comenta «¡pobre hombre! Era sincero. Había hecho sin duda una experiencia auténtica del don del Espíritu Santo. Y lo había embriagado al punto de darle, a él tan modesto, un sentimiento de superioridad y de poder que lo enceguecía. No se daba cuenta, en absoluto, del mal que le había hecho a su mujer» págs.171-172.
A continuación relata una anécdota personal similar, que concluye con esta frase: «Así, una experiencia o una decisión religiosa puede a menudo tener un doble aspecto: por un lado, una humillación, un abandono, una dura abdicación de la voluntad personal frente a la autoridad de Dios; y por otro, un sutil sentimiento de victoria lisonjera, casi inconsciente aun, el de haber dado un paso decisivo, de haber encontrado una verdad sorprendente que ignoran los otros hombres, en resumen, un sentimiento de superioridad». pág. 173.
PAUTAS PARA EL EJERCICIO DEL PODER
Pese a todos los peligros que consideramos, debe existir un ejercicio legítimo de la autoridad, sobre todo porque ésta, siempre dimana de Dios. Pero al ser ejercida por hombres se produce una tendencia constante a la desviación. Para buscar pautas que nos ayuden a ejercer el poder en forma legítima miremos a Jesús. Él tenía poder. Lo usó en algunas oportunidades y en otras lo dejó de lado, siempre de acuerdo con la voluntad de Dios. Llama la atención el hecho de que las tentaciones en el desierto fueran tentaciones de poder. Pero Jesús rechazó la propuesta de usar el poder para beneficio personal, sino que lo usó siempre en favor de los demás. Y éstos son los principios que extraemos del ejemplo del Señor. La voluntad de Dios y el beneficio del otro renunciando al provecho personal.
La pregunta es ahora ¿qué cosas concretas podemos hacer nosotros para ejercer la autoridad en forma legítima? Paul Tournier nos urge a tomar conciencia. Tener conciencia del poder, ya que los débiles son conscientes de su debilidad pero no los poderosos de su fuerza. Por otro lado, es necesaria esta toma de conciencia porque los poderosos hacen daño aun sin saberlo y sin quererlo. Al hacer consciente los peligros del poder, le podemos poner límite a nuestro deseo de más poder haciendo menos peligroso su uso.
Esta toma de conciencia se debe hacer reflexionando, poniendo bajo sospecha nuestra actitud, en recogimiento, frente a Dios. Dice Tournier «Frente a Dios y no frente a sí mismo puede uno descubrirse con más verdad», pág.188.
Además de la toma de conciencia existe otro principio para guiar a quien ejerce autoridad, es el servicio. En este punto es donde mayor similitud encontramos entre Tournier y Boff. Este último llama la atención sobre el hecho de que la autoridad de Cristo está presente en Øtoda£ la iglesia, cuerpo de Cristo.
Secundariamente se organiza la jerarquía cuyas «formas de concreción responden a la aportación de las diferentes situaciones culturales»,pág.79. Esta autoridad se encarnó en diversos modos en la iglesia primitiva: en las comunidades paulinas (Corinto) era de estructura carismática; en la comunidad de Jerusalén, era sinagogal (consejo de presbíteros); en las comunidades de las cartas pastorales, era de estructura centralizada en torno a los delegados apostólicos con su presbiterio,… poco importa la forma porque se trataba siempre de un servicio», pág.87. Para L.Boff la jerarquía es de mero servicio interno y propone el poder como diaconía, la participación del laicado en comunidades pequeñas donde reine la paz, la justicia, el amor y el perdón.
Observa la diferencia entre la iglesia profética de los primeros siglos y la posterior acomodada al poder. El cristianismo no está contra el poder como tal sino del poder de dominación y subyugación antes que de servicio y expresa su esperanza de que de la actual estructura de la Iglesia Católica surja una nueva comunidad, como Sara, la estéril, que concibió.
Por su parte Paul Tournier también enfatiza el tema del servicio al prójimo y expresa a su vez su propia esperanza frente a la crisis de la civilización y es que Dios envíe profetas libres de compromiso con el poder, volverse a los pobres, hacer una iglesia pobre, derribar fronteras. Bajarse en la experiencia personal con Jesús y en la comunión. También propone pequeños grupos donde no se pierda el lazo personal, el conocimiento de unos con otros, en definitiva, una iglesia a escala humana y encontrar una armonía entre el poder y el amor, y termina haciendo alusión al perdón «la solución por excelencia a todos los conflictos y a todas las violencias», pág.226.
-Paul Tournier, «Violencia y Poder»; Ed. La Aurora, 1986.
-Leonardo Boff, «Iglesia: Carisma y Poder» – Ed. Sal Terrae, 5ta. Edición, 1986.
Excelente elcomentario sobre el poder y sus peligros.
Gracias.
Dios los bendiga.
La simple comparación del ejercicio de la autoridad por parte de los sacerdotes de su tiempo y Jesús, nos hace ver claramente, mucho más que Tournier y Boff, el poder, su uso y abuso. Marcos 7.1-13.
Bendiciones
Gracias por compartir con nosotros, estas reflexiones (estudio) sobre el poder, son de mucha ayuda para el que ejerce poder, como tambien para el subordinado, y poder asi reconocer cuando hay un abuso de poder.
La autoridad, el respeto y el poder se logran solamente con una cosa EL SERVICIO.
BENDICIONES.
que bueno conocer diferentes conceptos en relacion del poder del ser humano sobre otros. mi opinion se centra tal como lo dice manuel Matheu el poder se puede medir segun la clase de servicio.