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Compromiso Cristiano

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Home » Artículos » El evangelio un mensaje de esperanza

El evangelio un mensaje de esperanza

By Administrator  Posted on agosto 28, 2008 In Artículos, La Esperanza 1 Comment 
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 Por MIGUEL ANGEL ZANDRINO

Es importante destacar que todo el contenido de la fe evangélica

incluye una esperanza viva para el hombre en su totalidad: tiene

que ver con lo transcendente del hombre al proyectarse a la

eternidad, pero también esta íntimamente relacionado con lo

cotidiano de la vida en este mundo.

El creyente es ciudadano de dos mundos: vive en la tierra, y

pertenece a una nación a la que debe su lealtad. Su condición de

cristiano exige que aspire siempre a ser un buen ciudadano:

honrado, respetuoso de las leyes, generoso y fiel cumplidor de

sus obligaciones, procurando hacer lo bueno en relación con todos

los hombres.

Recordamos la oportunidad en que para tenderle una trampa

presentaron a Jesús una moneda y le preguntaron: ¿Es lícito dar

tributo al César? – su respuesta no fue meramente una manera

ingeniosa de salir del paso, sino que estableció un principio

aplicable precisamente a la situación de doble responsabilidad

que debe asumir el hombre que siendo cristiano, debe lealtad a su

ciudadanía terrenal y también a la celestial -Dad al César lo que

es del César y a Dios lo que es de Dios.

Es decir que debemos aprender a discernir entre las

circunstancias que nos rodean y que comprometen nuestra conducta.

Pablo ordena a los creyentes que se sometan a las autoridades

constituidas, ya que hay establecido un principio divino de

autoridad y de orden para el desenvolvimiento de las sociedades.

Pero debe haber también en el cristiano una viva sensibilidad que

le permita percibir hasta dónde llega su compromiso de sumisión

incondicional al poder terrenal.

Y recordamos las palabras de

Pedro cuando las autoridades de Jerusalén les ordenaron dejar de

predicar el evangelio -Juzgad si es justo delante de Dios

obedecer a vosotros antes que a Dios- Y frontalmente

desobedecieron la orden recibida.

Vivir simultáneamente en dos mundos representa inevitablemente

aprender a vivir en una saludable tensión entre lo terrenal y lo

eterno. En muchas oportunidades no aparece el conflicto, pero en

cuánto lo vislumbramos, debemos aprender a discernir en donde

está nuestra obligación prioritaria. Hay compromisos terrenales

ineludibles en nuestra condición de cristianos cuyo cumplimiento

nunca afectará nuestra relación espiritual con Dios,

definitivamente, habrá de regular toda nuestra acción.

Todo creyente en Cristo, debe sentirse deudor de la sociedad en

medio de la cual vive, para servirla. En la Parábola del Buen

Samaritano, el Señor nos pone ante el compromiso de estar atentos

para percibir la necesidad del prójimo y sentir el imperativo del

servicio. ¿Y quién es nuestro prójimo? Es precisamente el que

tiene una necesidad y está próximo. Esto no nos permite eludir el

compromiso, pues a nuestro lado siempre habrá quienes tengan

necesidad de nuestra ayuda.

El evangelio valoriza toda nuestra

vida terrenal, dándole a la misma una dimensión nueva. La visa

que se nos propone está enriquecida por el modelo que hallamos en

Jesús histórico, y se nos ofrece el poder del Espíritu de Dios

para poder vivirla plenamente. Hemos recibido la vida de Dios, y
una nueva naturaleza apropiada para responder a su voluntad. Ya

no pertenecemos al reino de las tinieblas del diablo, sino al de

la luz de Dios. Entonces, como Cristo mismo, debemos amar a todos

los hombres, aún a nuestros enemigos; debemos pagar los impuestos

como él lo enseñó con su ejemplo; debemos preocuparnos de los

pobres, de los necesitados, nos debe irritar la injusticia y la

mentira.

"Si vive en nosotros el Espíritu del aquel que resucitó

de la muerte a Cristo Jesús, el mismo Dios que lo resucitó dará

vida a nuestros cuerpos mortales por medio del Espíritu de Dios

que vive en nosotros. Así pues hermanos, tenemos una obligación,

pero no es la de vivir según la naturaleza humana. Porque si

ustedes viven solamente de acuerdo con la naturaleza propia, han

de morir; pero si por medio del Espíritu hacen morir lo que esa

naturaleza hacem entonces vivirán" (Ro.8:11-13).

Vivir de acuerdo con la naturaleza humana, es responder a las

fuertes presiones de nuestra naturaleza deteriorada por el mal.

Estamos en el mundo. y el mal vive solicitando nuestra

obediencia. Pero como hemos recibido el Espíritu de Cristo,

podemos aquí y ahora responder a las demandas de la vida superior

que Dios ha puesto en nosotros.

La gracia del Señor hace esto

posible, y permite que la actitud del creyente sea la que

descubrimos en la vida del Señor Jesús, al responder

generosamente a las demandas de una sociedad necesitada de su

intervención, no desviándose jamás del camino que representaba

"hacer la voluntad del Padre". Así mismo hay una voluntad de Dios

para nuestras vidas, hay un camino de buenas obras que Dios ha

preparado para que andemos por él. Transitar este camino

representa vivir en este mundo una vida que lo beneficie, por

todo aquello de bueno que podremos realizar por el poder del

Espíritu de Dios que mora en nosotros.

Abraham es un ejemplo bíblico de la actitud correcta del creyente

en Cristo, del equilibrio tenido entre la ciudadanías terrenal y

celestial: "Por la fe habitó como extranjero en la tierra

prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y

Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad

que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios"

(He.11:9-10). La tierra que habitó y recorrió Abraham era la que

se le había prometido, pero él estuvo en ella como extranjero,

morando en tiendas. Una magnífica figura de lo que debiera ser

nuestra actitud en cuanto a la vida terrenal.

El patriarca no

edificó casa, lo que significó que no se arraigaba en este mundo;

y él como Isaac y Jacob vivieron en tiendas "confesando que eran

extranjeros y peregrinos en la tierra" (He.11:13). Nosotros

debiéramos a aprender a no aferrarnos a las cosas de este mundo,

a no buscar las riquezas, el poder, no someternos a la tiranía de

los bienes de consumo, pues no es legítimo dejarnos vencer por

las preocupaciones y afanes de la vida, al punto de no olvidar

las cosas que no se ven, ya que "las cosas que se ven son

temporales, mientras que las que no se ven, son eternas".

Abraham, Isaac y Jacob fueron factores de bien en el ambiente que

les tocó vivir, un ejemplo de generosidad y servicio.

Pablo dice en la carta a los Filipenses: "Hermanos sigan mi

ejemplo y fíjense también en los que viven según el ejemplo que

nosotros les hemos dado. Ya les he dicho muchas veces, y todavía
se los repito hasta con lágrimas, que hay muchos que viven como

enemigos de la cruz de Cristo.

En el fin éstos van a ser

destruidos. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo

de lo que debería darles vergüenza. Sólo piensan en las cosas de

la tierra. Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, y estamos

esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo.

El va a cambiar nuestro cuerpo miserable, para que sea como su

propio cuerpo glorioso. y lo hará por ese mismo poder que él

tiene para dominar todas las cosas.

La vida del creyente que se sujeta al Espíritu de Dios, está

enriquecida porque Cristo mismo crece en estatura dentro de él.

La esperanza de ser como el Señor, se va cumpliendo ya en este

mundo. En este tiempo que dura hasta que llegue el fin, disfruta

por haber sido introducido ya en el Reino de Dios, a la ve que

ardientemente espera el establecimiento definitivo del Reino.

Pedro dice en su segunda carta " No es que el Señor se tarde en

cumplir su promesa (de que volverá), como algunos suponen, sino

que nos tiene paciencia; pues no quiere que ninguno perezca, sino

que todos se arrepientan. Pero el día del Señor vendrá cuando

menos  se espera… Esperen la llegada del día de Dios, y hagan

todo lo posible por apresurarla.

En ese día los cielos serán

destruidos con fuego y los elementos ardiendo se derretirán en

llamas; pero nosotros esperamos los cielos nuevos y la tierra

nueva que Dios ha prometido, en los que todo será justo y bueno.

Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estas cosas, hagan

todo lo posible para que Dios los encuentre en paz, sin mancha ni

culpa".

Mientras estamos en el tiempo que permanece, que nuestra

esperanza sea de disfrutar de paz con Dios y la paz de Dios; y

mantenernos limpios y sin mancha ni culpa. "Porque sabemos que

cuando Cristo aparezca, vamos a ser como él, porque le veremos

como él es. Y todo el que tiene esta esperanza en él se purifica

a sí mismo".

La esperanza que tenemos por ser miembros del Reino de Dios, ya,

mientras estamos en el tiempo, está estrechamente relacionada con

la esperanza que tenemos de la manifestación plena del Reino.

Mientras estamos en la tierra, como ciudadanos de dos mundos,

recordemos que somos peregrinos, y sepamos poner nuestra mirada

en los valores eternos," porque en donde esté nuestro tesoro,

allí estará también nuestro corazón".

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La fe: Certeza de lo que se espera
Esperanza cristiana y desesperanza humana

One thought on “El evangelio un mensaje de esperanza”

  1. Jorge dice:
    septiembre 3, 2008 a las 4:01 pm

    Una espectacular lectura, tan simple como verdadera.

    Vivir en dos mundos puede parecer una tarea dificil, muchas veces incomprensible para las personas que solo viven en «este mundo»

    Pero para aquellos que quieran aprender, que deseen en su corazon esa paz interior, para quienes deseen elevarse y mirar las cosas en su real dimension, dando la importancia a lo que realmente lo tiene…solo hay un camino, y ese camino no lo tenemos que inventar, sino que ya fue hecho por quien nos amo primero.

    Solo digamos tan fuerte y alto como podamos, «Jesus, yo confio en ti» y ante cada circunstancia, ante cada problema, ante cada situación que como humanos quieramos resolver, pensemos simplemente un minuto…»¿¿ como lo hubiera hecho Jesus…??

    Seguro que al pensarlo, muy distinta será tu forma de actuar y definitivamente, sera de bendición para nuestras vidas.

    Shalom.

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