Querido Juan:
Todos quienes hemos colaborado en la redacción de este número, nos hemos sentido conmovidos por el privilegio asombroso que Dios nos ha concedido, al otorgarnos el don de la oración. Tanto el Antiguo como en el Nuevo Testamento están llenos de oraciones y de la manera generosa como Dios contesta.
Y todos debemos reconocer que no estamos utilizando este recurso sublime que nos ha sido dado, de modo que la oración llene plenamente toda nuestra vida. La vida diaria, en extremo complicada, a cada paso plantea problemas e interrogantes muy difíciles de evaluar y responder con un criterio netamente cristiano.
Para hallar la exacta solución de estas cuestiones es imprescindible contar con el conocimiento y la experiencia espiritual que solamente alcanzan aquellos que viven acerca de Dios mediante la práctica constante de la oración.
Es por ello que quisiéramos, que la lectura de estas reflexiones sirvan para que tú también sientas la necesidad de "orar sin cesar", de orar practicando la oración de fe, de entregarte a la oración profunda y de participar vivamente de la oración comunitaria.
Tú eres para nosotros un joven cristiano inteligente y despierto, deseoso de servir a Dios y a tu prójimo. Tu mente está siempre abierta para aprender y tu corazón dispuesto a colaborar en tareas constructivas. Seguramente en tu entusiasmo y energía juvenil buscas lograr los objetivos que te plantea el evangelio. Quisiéramos que recuerdes bien que solamente en la oración encontrarás el poder para realizar los propósitos de Dios para tu vida. Por otra parte, será orando y leyendo la Palabra de Dios que conseguirás conocer su voluntad para ti.
Te proponemos que ores con nosotros, para que este número de COMPROMISO cristiano sirva de estímulo a muchos creyentes, y que al leerlo, se sientan impulsados a intensificar su vida de oración.
Te saluda cordialmente
M. A. Z.