Por RICARDO ENRIQUE ENGLER
Dios nos llama a trabajar por el Reino, a arrepentirnos, a cambiar nuestros valores por los suyos, a afrontar los riesgos, a participar de su compasión y su sufrimiento a favor del mundo que espera ser redimido. Pide de nosotros paciencia y perseverancia en obras de justicia. Nos llama a velar y a mantener viva una inquebrantable esperanza hasta el tiempo de la Parusía.
EN LOS EVANGELIOS sinópticos, el Reino aparece como el tema permanente del anuncio de Jesús. Todo lo que dijo e hizo estuvo en relación con él; el Reino fue su horizonte y la atmósfera que respiraba.
En cambio para nosotros es difícil hoy abarcar su significado; solemos considerar las enseñanzas de Jesús como las muchas piezas de un rompecabezas: armándolo tendremos un panorama de lo que es el Reino.
Pero, por otra parte, esta idea de conjunto nos permitirá releer el evangelio desde la perspectiva del Reino; aún los pasajes menos recordados tomarán su lugar, el criterio supremo del Reino nos impedirá oscilar entre una lectura literal y alegorizaciones que tranquilicen nuestra conciencia, y nos abrirá el camino para su actualización y aplicación en la vida diaria.
El Reino es el gobierno total de Dios, es como reza el Padrenuestro el hacerse su voluntad en la tierra como se hace en el cielo, es que las personas y la sociedad, en todo el mundo, hagan todo de la manera que Dios quiere.
Y esto no como ejercicio tiránico, autoritario y caprichoso, sino como actividad impulsada por su amor hacia el hombre: el Reino es el ámbito donde éste llega a ser más humano, donde vive en paz (Shalom) y justicia perfectas con el prójimo, cuidando el mundo y viviendo en comunión con Dios; y esto ahora y en el futuro, en el cual Dios promete manifestarse y re-generar, llevando a su plenitud a la humanidad y a la creación.
Esta definición aproximada, no aparece en estos términos en el Nuevo Testamento, porque Jesús, cuando hablaba del Reino, estaba en diálogo con sus contemporáneos, quienes no tenían una sino diversas ideas; así Jesús aprobó, modificó o rechazó esas concepciones y expectativas de sus oyentes, sedimentadas a través de los siglos. (1 y 2)
Algunos consideraban a Dios como Rey supremo en su carácter de Creador, tratando de distinguirlo de los reyes de su propia historia quienes, en general, habían dejado tristes recuerdos. Otros esperaban un compromiso más concreto de Dios en la instalación de un reinado terrenal de paz y justicia.
Para algunos israelitas esto se llevaría a cabo a través de un rey Hijo descendiente de David, quien los libertaría de los romanos y de los hijos de Herodes, e incluso convertiría en tributarias a las naciones vecinas.
Otros esperaban el Reino como resultado de una intervención repentina de Dios con señales milagrosas y cataclismos el llamado Día del Señor; vendría un enviado celestial el Hijo del Hombre, quien arrebataría el poder a los destructores imperios romanos, resucitaría a los muertos, juzgaría a justos e impíos tanto israelitas como paganos, haría cielos y tierra nuevos y en ambos gobernaría con justicia, inaugurando un reino eterno.
Por último otros consideraban que ser «hijos del reino» consistía en obedecer fielmente la ley (Torá) y las enseñanzas rabínicas, a las que llamaban «el yugo del reino», lo que los llevó a despreciar a los «hijos de la tierra», quienes no podían o no querían cumplirla.
Estas esperanzas flotaban sobre una dura realidad, que los evangelios dejan traslucir: dominación política y ocupación militar, grupos minoritarios comprometidos con el poder, controversias entre grupos religiosos de espíritu sectario, y distribución muy desigual de los bienes, con desocupación, hambre y rebeliones periódicas. Por eso, cuando Juan el Bautista y luego Jesús anunciaron la llegada del Reino, la gente se sintió impactada.
El mensaje de Jesús no fue ambiguo: el tiempo de Dios Kairós se había cumplido; se había cruzado ya el umbral: el reino prometido en el pasado era realidad presente. La buena noticia el evangelio del Reino consistía en que había comenzado algo nuevo y mejor: hasta Juan el Bautista, el más grande de los profetas, era inferior al más pequeño de los llamados al Reino inaugurado con las personas, la enseñanza y las señales milagrosas de Jesús, el Rey.
¿Qué clase de rey fue Jesús? Pablo, años después, le reconoció un «muy bajo perfil»: según los criterios humanos, Jesús el Cristo fue y es un tropiezo y locura para judíos y paganos. Nació pobre en la periferia del imperio, en un establo, lejos del pueblo de sus padres, y antes del año era un exiliado. Quiso ser bautizado con los pecadores y rechazó la tentación satánica de ser rey según el método humano de mando, prestigio y poder (3).
No evitó polemizar con quienes sintieron amenazados sus privilegios, ni con quienes creían poseer toda la verdad. En su estrategia optó por anunciarles el reino a los «pobres de la tierra» (Lucas 4:16-21), a esa mayoría marginada desde el punto de vista religioso, político y económico: no los vio como malditos, sino como ovejas desorientadas y sin pastor. Fue acusado y con razón de frecuentar malas compañías; finalmente fue abandonado, tomado prisionero, torturado y luego, fuera de la ciudad, se le dio la muerte reservada a esclavos y criminales.
No obstante, en su vida impresionan su paz y libertad, que atribuyó a la obediencia al Padre que lo había enviado, y a su completa dedicación a revelar su carácter y su Reino. Casi todo lo que sabemos de Dios se lo debemos a Jesús: lo presentó como un padre bueno, que ama y se ocupa de todos sus hijos, que oye el llamado de los que se sienten sin salidas, que se compadece de los enfermos, que en el hombre extraviado quiere restaurar la imagen divina deteriorada, por medio de la búsqueda y del anuncio del perdón y un futuro mejor. Y para explicarnos el Reino, tan complejo por ser tan opuesto a nuestros criterios humanos, debió usar parábolas (4).
Por ellas somos advertidos acerca de su gran valor, aprendemos cómo avanza en todo tiempo y lugar aunque a veces lo haga de modo oculto y silencioso, con aparentes demoras e inconvenientes, quiénes son los invitados, cuál es el perfecto estilo de vida que el Reino exige, cuáles son los costos y los riesgos, y cuál es su futuro cuando venga.
Porque más allá de su vida y muerte estaba su resurrección, y más tarde todavía la promesa de su regreso la Parusía y la manifestación plena del Reino en forma de juicio para unos, y para otros reunión, fiesta y alegría eternas.
Porque aunque el concepto del Reino es muy abarcativo, está todavía en un contexto más amplio, se relaciona con toda la revelación bíblica.
Presupone un Dios creador que forma al varón y a la mujer a su imagen y semejanza, dándoles un destino: ser nada más y nada menos que hombres.
También el desatino humano que pretende subir a algo más: llegar a ser «como Dios», fracasa, se separa de Dios y de su prójimo, al cual convierte en su enemigo, llega a ser sub-humano, se deshumaniza por la injusticia que provoca o que padece. En vez de cuidar la creación, la domina, pero con sus criterios inhumanos la sobreexplota, la degrada y amenaza con destruirla (5).
En esta perspectiva bíblica, el Reino de Dios viene a reivindicar su derecho sobre la naturaleza que gime y sobre el hombre que sufre, representa la disconformidad de Dios y su propósito bondadoso de reparar y re-crear lo distorsionado.
Por eso el Reino no se construye en el vacío, sobre la nada, sino en medio y contra un proyecto opuesto, el proyecto titánico del hombre que quiere ser autónomo respecto a Dios, pero que adora en realidad a sus propios ídolos: poder, dinero y prestigio.
El mismo vocablo «reino» (de connotaciones histórico-políticas) nos aclara dónde compiten ambos proyectos: es en la historia (6). Toda la Biblia es un libro histórico ha sido llamado Historia de la Salvación El Antiguo Testamento es el relato de cómo un pequeño pueblo vivió, interpretó, celebró y luego fijó su historia; cómo en ella vio a Dios promoviendo su proyecto, muchas veces a pesar de la infidelidad nacional.
El relato de la creación cobra mayor relieve en sus diferencias con otras cosmologías, el llamamiento de Abraham es una apertura al futuro, el Éxodo es la llamada a la libertad de las esclavitudes, el profetismo es una crítica a la tendencia a la demonización en que cae la religión organizada.
Y el Nuevo Testamento donde todo es historia se cierra con el Apocalipsis, supremo drama donde se afirma que Dios tiene control sobre los imperios, controla e impulsa los tiempos, y asegura que el triunfo final es para el plan de Dios.
Tal como lo expresa la Biblia, no hay un dualismo maniqueo. Dios es Dios, el hombre y sus ídolos no lo son. Además, nos ha sido dada una única pero suficiente garantía: la resurrección de Jesús que lo ha hecho vencedor (7).
¿Cómo nos afecta hoy y aquí este Reino de los cielos, que está inserto en la eternidad?. O ¿en qué me compromete, qué demandas me hace?
El Reino se nos presenta en un doble aspecto: como promesa y desafío. Como promesa (porque todavía no se ha manifestado abierta y plenamente) es objeto de nuestra esperanza y oración por eso oramos ¡qué venga tu Reino!: porque creemos en el futuro de Dios; y como desafío somos llamados a tomar partido en forma responsable en este conflicto de proyectos históricos.
¿Cómo reconocer el accionar de uno y otro?
El proyecto del Reino está a favor de la vida, de la verdad, trae paz y justicia. Su método es el amor, que se ejercita con espíritu de servicio. Sus frutos son la solidaridad, la fraternidad como aceptación del que es diferente, y espíritu del perdón, y la libertad. Este proyecto es «lo nuevo» lo que tiene futuro, porque anticipa los nuevos cielos y tierra y la nueva humanidad que Dios traerá.
El proyecto del hombre y sus ídolos se traduce en mentira, hipocresía, violencia, egoísmo, odio; crea dominación e injusticias que son alienantes para quienes las ejercen provocan orgullo y soberbia, y para quienes las sufren provocan humillación, pobreza, hambre, desesperación o desesperanza y concluyen en guerras y muerte. Este proyecto es «lo viejo», lo que no tiene futuro, aunque muchas veces lo veamos activo y triunfante.
Podríamos esquematizar tres niveles en los que, como cristianos, somos juzgados y convocados por los criterios del Reino de Dios:
1) Como individuos solemos pensar que somos «nacidos de nuevo»; que un acto de fe nos convirtió en hijos de Dios y nos salvó por la eternidad. Pero esta puede ser una falsa seguridad, si nos hace pensar que las normas del Reino no nos serán aplicadas.
¿Cuáles son nuestras metas personales? ¿Buscamos el éxito a cualquier costo y somos duramente competitivos? ¿Usamos el dinero para hacernos de amigos (Lucas 16:9), o para conseguir poder e influencia? ¿Me interesa sólo mi familia nuclear, o estoy abierto a otros? El estilo de vida del Reino sencillez, apertura, comprensión, compasión, espíritu de pobreza nos aleja de la expectativa más o menos inconciente de ser triunfadores; más bien nos alerta que «perdemos la vida» según los criterios humanos.
En este sentido las advertencias de Jesús fueron claras y repetidas, y deberíamos recordarlas al tomar nuestras decisiones. A causa del Reino descubriremos que somos siempre justos pero también siempre pecadores (Martín Lutero), y captaremos el significado del texto: «el justo vivirá por la fe»: para poder ser ante los demás señal del Reino y tomar decisiones que vayan más allá o en contra de nuestros intereses, aún legítimos, realmente deberemos vivir por fe.
2) La iglesia es la congregación de los que Dios escogió y llamó a participar de la vida y bendiciones del Reino. Debería ser un lugar de encuentro, de alegría, de celebración: de aceptación y edificación mutua, donde la vida del Reino es anticipada y ofrecida al mundo.
¿Qué papel juega en mi iglesia la enseñanza de «la sana doctrina», cómo es valorada nuestra particular tradición, y qué relación hay entre ambas? ¿Considero paganos, o al menos samaritano a quienes pertenecen a otra denominación? En lo que concierne a los sacramentos u ordenanzas ¿discrimino, o acojo y comparto? ¿Busco autoritariamente uniformizar conductas, creando leyes «evangélicas»? ¿Mantengo en la iglesia discriminaciones en razón de diferencias de sexo, cultura o posición social?
¿Cuál es la patronal preferencial que impulsa? ¿Exalta solamente la piedad personal y familiar? ¿Considera al crecimiento numérico como un fin en sí mismo y un patrón del éxito o la bendición divina, aunque deba apelar a métodos sectarios? La iglesia ¿está al servicio del evangelio la buena noticia del Reino o lo instrumentaliza con fines proselitistas? ¿Es la búsqueda de experiencias carismáticas un justificado deseo de renovación personal y litúrgica, o es un escape para no afrontar otras acciones concretas ante crisis sociales? (8)
El criterio del Reino puede y debe examinar a la Iglesia. En la parábola del buen samaritano Jesús privilegió la ortopraxis sobre la ortodoxia (9), y habló mucho de los frutos y de ser no sólo oidores sino también hacedores. La iglesia debería ser más un hospital para pecadores necesitados que un club exclusivo para santos. La división de la iglesia es un escándalo señal contraria al Reino, y entorpece al testimonio, pero las tareas ecuménicas son resistidas.
También en la iglesia se permite la discriminación en contra de la mujer, la cual es tanto como el varón imagen de Dios, apoyada en interpretaciones literales que contrarían el espíritu de la Escritura. En la Iglesia debería tener lugar, con la línea sapiencial y la litúrgica, la voz profética que haga las denuncias pertinentes y necesarias ante la crisis económica y social. El Reino y sus demandas para la Iglesia la confrontan con su profesión de fe, su prédica y su experiencia, para cerrar el paso a cualquier escapismo y proponerle las tareas que debe cumplir en nombre de Dios.
3) el otro nivel en el cual el Reino nos interpela es el de nuestra condición de ciudadanos. En la tradición protestante no hay áreas seculares en el sentido de ajenas al accionar de Dios. Justificados por la fe, somos libres para ser hombres según Dios en todas las áreas de la vida. Un ejemplo polémico suele ser la participación política.
En los círculos evangélicos hay distintas posiciones. Algunos expresan su rechazo, como actividad perteneciente al mundo caído, que está sometido a potencias espirituales malignas, negando el hecho de que también esta historia actual es Historia de Salvación, donde Dios debe ser descubierto impulsando su Reino. Otros con su apoliticismo aparentemente neutral apoyan una situación estructural injusta de la que son beneficiarios, y también hay quienes, desde la religión, pretenden legitimizar ideológicamente y aún sacralizar como voluntad de Dios ciertos proyectos.
También aquí los valores del Reino nos permiten descubrir la voluntad de Dios: ésta es ejercida donde desaparecen la violencia de todo signo y la guerra, donde aumenta la participación solidaria y la libertad, donde el refugiado es aceptado e integrado, donde individuos, sociedades y países ¡hasta subcontinentes! pobres y hambrientos reciben ayuda real y posibilidades de desarrollo autónomo (10), donde los Estados no aceptan como natural o inevitable ceder a las presiones sectoriales que van en desmedro del bienestar general, evitando que se comercie con «mercadería humana» (Apocalipsis 18:13).
También se colabora con el Reino cuando se limita al armamentismo y se promueve la salud, la educación, el respeto por el medio ambiente, y hay control ético sobre los avances tecnológicos. Todo lo que apunte a la paz, la justicia y a la integridad de la Creación actual lema del Concilio Mundial de Iglesias tiende a proclamar el Reino que ya está operando pero todavía no ha sido manifestado por Dios en su triunfo y plenitud.
Así se nos presentan múltiples áreas de participación, no «a pesar de» ser cristianos, ni como apéndice de nuestra fe, sino como cumplimiento del mandato de Dios de ir al mundo con el anuncio de buenas noticias; participación responsable pero también crítica, a fin de evitar que esa actividad se convierta en idolátrica al tomar el lugar de Dios y su Reino.
El futuro de Dios, la re-generación de la Creación y la nueva humanidad, es tarea divina; no será impulsada por nuestros esfuerzos y algunas veces poco más que buenos deseos y otros pecados personales y comunitarios por acción u omisión.
No obstante Dios, en su gracia, nos llama a trabajar por el Reino, a arrepentirnos, a cambiar nuestros valores por los suyos, a afrontar los riesgos, a participar de su compasión y su sufrimiento a favor del mundo que espera ser redimido. Pide de nosotros paciencia y perseverancia en obras de Justicia señales del Reino y hechos que El usa para su progreso Nos llama a velar y a mantener viva una inquebrantable esperanza hasta el tiempo de la Parusía.
Si lo hacemos, si el Reino y la perfecta justicia de Dios llegan a ser verdaderamente importantes para nosotros porque lo primero es el Reino, Jesús nos invita a tener confianza respecto a ese día.
1) Herman Ridderbos. «La venida del Reino». Tomo I Cap.I Ed. La Aurora. Buenos Aires. 1985
2) Alejandro Díaz Macho. «Apócrifos del Antiguo Testamento». Tomo I pág. 345 – 349. Ediciones Cristiandad. Madrid. 1984
3) La secta Moon critica estas «opciones equivocadas» de Jesús.
4) Enrique Vijver y otros. «Las Parábolas del Reino». Ed. La Aurora. Buenos Aires. 1988.
5) Jurgen Moltamann. «La Dignidad Humana» Ed. Sígueme. Salamanca. 1983.
6) Paul Tillich. «La Era Protestante». Cap.II Ed. Paidós. Buenos Aires. 1965.
7) Walter Altmann. «Confrontación y Liberación». Pág. 101 a 105. Ed Vox Evangeli 2. Buenos Aires. 1985.
8) Promover una línea pastoral puede significar evadir otras; hay silencios que son estruendosos y hay palabras que se hablan para no dar lugar a otras. «…¡qué tiempos éstos, en que hablar sobre árboles es casi un crimen, porque supone callar sobre tantas alevosías!…» (del poema «A los hombres futuros», de Bertolt Brecht).
9) Comparar Lucas 10:37 con Juan 4:22.
10) Mateo 25:31 a 46.
DIOS NOS ESTA LLAMANDO A SALIR DE NUESRTRA SONO DE COMODIDAD Y REALIZAR LA TAREA PARA LA CUAL FUIMOS LLAMADOS.
excelente enseñanza.
Bendiciones
ME DÁ GUSTO SEGUIR RECIBIENDO ESTAS REFLEXIONES PORQUE SON DE GRAN AYUDA PARA MI FORMACIÓN Y LA DE MIS HERMANOS CON LOS QUE COMPARTO LA PALABRA DE DIOPS.
BENDICIONES Y HASTA PRONTO.
hola bendiciones gracias por enviarme estas reflexione me han servido de a mucho tanto para mi vida y mi familia…es tanto que he aprendido a conocer mas de nuestro papa Dios se les agradece mucho Dios los bendiga
Dios los bendiga, ese Reino de Dios , lo aclaró mucho más, y me dá una gran ayuda a mi vida personal y los de alrededor gracias por su fidelidad, Dios los bendiga
me parece muy bueno recibir sus enseñanazas. bendiciones
Tenemos mucho por aprender todavia acerca del REINO, gracias mi hermano por tremenda reflexion, me identifico con ella, solo quisiera saber, en este caminar de ser edificados a través de su palabra y de acuerdo a ella, cual debe de ser nuestra posicion frente a grupos que no reconocen a JESUCRISTO como soberano Rey, hablo desde el punto doctrinal, no estoy hablando desde la posibilidad de servir siempre a alguien que tenga una posicion diferente, hablo desde lo doctrinal, segun la frase que se encuentra en el parrafo 33. «¿Considero paganos, o al menos samaritano a quienes pertenecen a otra denominación?» agradezco su acompañamiento, Dios sea deramando mucho más, sobre sus vidas,como ciudadanos del REINO. Bendiciones.