Por MIGUEL ANGEL ZANDRINO
Dios "nos ha hecho capaces de servirle bajo un nuevo pacto, que no
se basa en la obediencia a algo escrito sino en una vida recibida
del Espíritu. La ley escrita condena a muerte, pero el Espíritu
da vida" 2 Co.3:6 VP.
El culto del antiguo pacto estaba minuciosamente establecido en
la ley. Levítico es un manual de liturgia, y en la mayoría de los
libros del Antiguo Testamento hallamos referencias culturales y
litúrgicas: Deuteronomio, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Crónicas,
Esdras, Nehemias, Salmos y los profetas. Todo está previsto. Nada
queda librado a la improvisación.
Al llegar al Nuevo Testamento nos encontramos con una ausencia de
reglas y normas relativas al culto, que a primera vista pudiera
parecer extraña. Se enuncian solamente los principios
fundamentales del culto. Y hay una notable ;libertad en cuanto a
la forma litúrgica. ¡Qué lamentable que allí en donde las
Escrituras nos otorgan libertad, las organizaciones
denominacionales quieran someternos a costumbres tradicionales,
que no necesariamente siempre son compatibles con las Escrituras!
Lo decimos y lo repetiremos vez tras vez, pretender la
uniformidad en el culto, es poner énfasis en lo formal y no en lo
esencial. Es una sutil trampa del diablo. Recordemos que en
Sardis había una Iglesia que tenía forma de vida, y estaba
muerta. La unidad debemos buscarla en la fidelidad a Jesucristo y
a su Palabra, y puesto que la Palabra no establece la forma
precisa del culto, es natural que la diversidad del mismo no nos
separe, si realizamos nuestro culto en el Espíritu, y de acuerdo
con los principios neotestamentarios.
No es propósito nuestro considerar el aspecto formal del culto en
la Iglesia, sino destacar un aspecto descuidado del culto
cristiano: el que enuncia el versículo del encabezamiento. Esto
es, que se reduce a lo formal que se realiza en la Iglesia, sino
que Øa nuestro Dios, debemos rendirle culto todos los días, y ese
culto debe incluir toda nuestra vida.£ Dios nos ha capacitado para
servirle bajo un nuevo pacto, viviendo la vida recibida del
Espíritu. Es el mismo Espíritu que resucitó a Jesucristo de la
muerte, que nos ha sido dado para hacernos aptos para vivir una
vida nueva, de resurrección.
¡Pero no es fácil vivir esa vida recibida del Espíritu, todos los
días! Es muy grande y constante la presión de la vieja
naturaleza. Los problemas cotidianos nos perturban. El diablo no
deja de tentarnos. No es fácil ser constantes en la lectura de la
Biblia y la oración diaria. Todos comprendemos que vivir la vida
que nos propone la Palabra de Dios, representa seguir el camino
estrecho y difícil por el cual pocos transitan. Sin embargo las
dificultades que surgen, y las fallas que cometemos no deben
desanimarnos, porque nunca el Espíritu de Dios nos abandona.
Debemos perseverar y proponernos alcanzar la meta. A veces nos
parece muy elevada, tanto que la vemos fuera de nuestro alcance.
¡Que no se apodere de nosotros el desánimo! Tengamos presente que Dios nos ha hecho capaces de rendirle culto, viviendo la vida
recibida del Espíritu, a pesar de los problemas y dificultades
que seguramente deberemos superar para lograrlo.
Dios nos ofrece muchos recursos que nos ayudarán a vivir en el
poder del Espíritu. Y el culto en la iglesia es uno de los
auxiliares más valiosos que no debemos descuidar. Tenemos que
cambiar un poco nuestra mentalidad, y considerar que el culto
comunitario no representa tanto algo que realizamos para agradar a
Dios, como una actividad fraternal de la cual vamos a recibir un
renovado poder para rendir culto a Dios en el transcurso de
nuestra vida.£
Tal vez los conceptos individualistas políticos y económicos de
nuestra sociedad han influenciado nuestros conceptos
espirituales. Pero en el Nuevo Testamento es inconcebible un
creyente solitario. No existe el cristiano aislado de sus
hermanos viviendo al margen de la iglesia. La fuerza surge de la
unión del pueblo de Dios, representado por la iglesia local, la
familia concreta a la cual pertenecemos. Nacemos individualmente
por la fe en Cristo, pero nacemos en el seno de nuestra familia
espiritual, en la cual hallaremos seguridad.
El culto en la iglesia ha sido provisto por Dios para nuestro
beneficio. Lógicamente que a él le agrada que obedezcamos al
Señor Jesús cuando al instituir la Santa Cena dijo: Haced esto en
memoria de mí. Porque esto es algo que necesitamos realizar
repetidamente, pues nos hace mucho bien. Allí está la presencia
de la congregación proclamando la resurrección del Señor.
Cantamos y oramos con nuestros hermanos. Escuchamos la lectura de
la Palabra de Dios. Nos estimulamos unos a otros al ejercitarnos
en hacer memoria de Cristo. Participamos del pan y de la copa, y
por realizar todo esto juntos, con la convicción de que el mismo
Señor está en medio de nosotros, logramos vivir una experiencia
de comunión con él, que difícilmente podríamos alcanzar
individualmente. Damos gracias y sentimos el impulso de darnos
nosotros mismos al Señor, pues estamos llenos de Cristo, de sus
pensamientos, de sus actitudes, de su desprendimiento, de su
entrega. Y comprendemos que una muestra viva de "darnos al Señor"
es darnos a nuestros hermanos. El Espíritu obra en nosotros, nos
fortalece, nos enriquece, nos abastece de poder para rendir culto
al Señor en la vida que viviremos fuera de la Iglesia.
Lo que decimos de la Cena del Señor, podemos decir de la oración
comunitaria, de la predicación de la Palabra de Dios en la
iglesia, y de cualquier forma de culto en la iglesia, en donde la
comunión fraternal es un elemento que nos fortalece por la obra
del Espíritu. El salmista ya había descubierto esta verdad y así
lo expresa en el Salmo 133: "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso
es habitar los hermanos juntos en armonía! Allí envía Dios
bendición y vida eterna". El culto no es tanto algo que hacemos
para agradar a Dios. A él le agrada que seamos fieles estando en
esa actitud de privilegio, porque lo necesitamos. Todo el culto
comunitario es la oportunidad que Dios en su gracia ha provisto
para nuestro bien. Cuando nos reunimos, cuando estamos juntos,
cuando celebramos culto al Señor, allí envía Dios bendición y
vida eterna.
Al Señor no se lo alaba meramente con decirle ®¡Te alabo!® No se lo adora simplesmente diciéndole ®¡Te adoro!® Lo alabamos y
adoramos con nuestra obediencia, con nuestra entrega, con el
servicio al hermano y al prójimo, con la proclamación del
evangelio. Y es el culto fraternal en la iglesia un factor
decisivo que nos ayuda a vencer las presiones de nuestra
naturaleza pecadora, dando lugar al Espíritu Santo para que tome
el control de nuestra voluntad.
oda nuestra vida debe ser un culto rendido al Señor, debe ser
alabanza y adoración, debe ser servicio, amor, y todo lo que
represente una manifestación visible que somos hijos de Dios.
esto es posible por el Espíritu que nos capacita para vivir esa
vida que ha sido sembrada en nuestra intimidad, de manera que
Cristo sea visto en nosotros.
Pero no es un camino fácil el que se nos propone. Necesitamos el
auxilio de nuestros hermanos, la participación del culto en la
iglesia, la lecturas diaria de la Biblia y la oración
perseverante. Y la confianza en el Espíritu Santo que permanece
en nosotros: "Si vive en ustedes el Espíritu de aquel que
resucitó de la muerte a Cristo Jesús, el mismo Dios que lo
resucitó dará vida nueva a los cuerpos mortales de ustedes por
medio del Espíritu de Dios que vive en ustedes" (Romanos 8:11
VP).
pue4s de grande bendicion