por GILBERTO COLOSIMO
LA ETICA ES LA CIECIA DE LA CONDUCTA, y responde fundamentalmente a la base moral sobre la cual se afirma. Es sabido que en el mundo existen muchas conformaciones y niveles morales; éstos a su vez engendran las diferentes normas éticas que caracterizan a cada grupo humano.
<MI>La ética cristiana responde a la moral evangélica, que integra y constituye el grado más moderno de la moral bíblica. El parámetro de la ética cristiana es el amor de Jesús.
Es verdad que la moral bíblica es una sola, pero como la revelación es progresiva, la interpretación no ha ido evolucionando al compás de esta última. "En tiempos antiguos Dios habló muchas veces y de muchas maneras… ahora en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo…<MI> El es el resplandor glorioso de Dios, y es la representación misma de lo que Dios es; y es el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa" (He 1.1-3 VP).
Esta nueva etapa de la revelación la definió explícitamente el Señor Jesús al declarar: <MI>"Oísteis que fue dicho a los antiguos… pero yo os digo…<MI>" Esta afirmación manifiesta, no la revocación del orden moral anterior, sino la autoridad de Jesús para traer nueva luz sobre el sentido de la revelación, que ahora nos descubre la norma rectora de todos los actos de Dios: el Amor.
Porque el amor no es un condicionante nuevo en los planes de Dios. El amor es la ley natural más antigua y bella de toda la eternidad. Surgió de Dios como la primera brisa en la mañana de los tiempos. Antes que la tierra fuera, y que los cielos mostraran su esplendor, el amor ya existía; antes que la luz brillara y que la noche tendiera su manto de sombras, el amor ya estaba; antes que la flor mostrara su belleza, el ave su cántico y el dolor su lamento, ya era el amor. Porque el amor estaba ya en el principio de todas las cosas, escondido en el misterio de Dios. El amor es eterno, y tiene que ver con la misma esencia de Dios, por cuanto "Dios es Amor".
Hay quienes presumen que la Ley fue anterior a la Gracia, pero esto no es exacto. Antes que la ley fuera, la Gracia y el Amor ya se manifestaban. Por amor y por Gracia Dios nos conoció, nos amó y nos escogió desde antes de la fundación del mundo. La Ley misma fue un acto de amor, y el "amor es el cumplimiento de la Ley" (Ro 13.10).
El último suceso del antiguo eón fue también un acto de amor: el de Dios "que de tal manera amó al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
Todos los hechos del nuevo eón pueden ser únicamente evaluados en su debida dimensión si los interpretamos como impulsados por un profundo y misterioso amor. De un amor que tiene carne y sangre: las del Señor Jesús. La verdadera grandeza de la ética del amor de Jesús consiste en que no la entregó como una obra de especulación filosófica, abrumada por la casuística, sino que la forjó sobre su misma Persona, amando intensamente, abandonando su cielo y su gloria, viniendo, sirviendo, sufriendo y muriendo por amor. "Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos".
Pretender descubrir la razón del amor de Dios y de su Hijo por nosotros sería penetrar en un terreno de hipótesis sin fin; podríamos elaborar infinidad de teorías más o menos admisibles, pero ninguna sería del todo convincente, ninguna nos daría plena satisfacción. Por eso lo mejor es permanecer así, asombrados ante el impenetrable misterio, pero recibiendo sus manifestaciones, gozando de sus frutos, y respondiendo a las esperanzas del Señor Jesús de que ese admirable amor halle eco en nuestras vidas, a favor de nuestro Dios y de nuestros semejantes.
El Señor Jesús nos dejó una clave muy importante cuando dijo: "Un nuevo mandamiento os doy: que os ameis unos a otros, como yo os he amado" (Jn 13.34). Esto señala que el verdadero amor no es el fácil, barato y cómodo que el mundo practica, sino el que nace, se inspira y nutre en el amor de Jesús. No se trata de un amor "de palabra y de lengua" sino del "amor sin fingimiento". Dice la Palabra que "el que no ama, no ha conocido a Dios", en tanto que "el que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo… porque el amor es de Dios".
La ética del amor de Jesús no descansa en una serie de dogmas de complicada hermenéutica, sino en una sencilla premisa: amar.
En la práctica del amor podrá suceder que salgamos defraudados, o que se susciten situaciones paradojales, pero también experimentaremos cómo la frialdad de la letra es calentada y el corazón arde por el fuego del Espíritu. En todos los casos, será preferible sufrir por amar que por negar el efecto.
La ética del amor de Jesús atribuye importancia, más que a las acciones de los hombres, a las motivaciones que las impulsan.
Frente a una mujer tomada en adulterio le preocupa más el odio legalista de quienes pretenden lapidarla. En casa de Simón el fariseo, es más sensible a las muestras de arrepentimiento de la atribulada prostituta: lágrimas, besos, unción, que a las ortodoxas cavilaciones del soberbio tradicionalista.
La ética del amor de Jesús no rechaza a ninguno.
El vino a buscar y a salvar, pero su mayor preocupación no fueron las personas aparentemente buenas y dignas, sino "lo que se había perdido". Jesús trató con cuantas personas se le acercaron, sin importarle la reputación que tenían. Su afán era salvarlos. Pero esto fue criticado duramente: "Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores". Pero él atrajo con su amor, no al orden establecido de su tiempo ("no sois muchos sabios… ni muchos poderosos… ni muchos nobles…), "sino que lo necio… y lo débil… y lo vil… y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es".
La ética del amor de Jesús no admite discriminación racial.
Fue el amor compasivo de un samaritano el que lo detuvo en el camino a Jericó para auxiliar al hombre de Jerusalén. El Amor Encarnado que fue Jesucristo vino como "Luz para revelación a los gentiles y gloria del pueblo de Israel".
La ética del amor de Jesús no consiente la separación social.
Resultó ser un despreciado publicano, de espiritu humilde, quien salió del templo justificado, en tanto que el respetable fariseo, de oración enaltecida, quedó completamente humillado.
La ética del amor de Jesús no tolera la distinción económica.
El Señor consideró que una viuda muy pobre, que echaba dos blancas… echó más que los ricos que ponían sus ofrendas en el arca… porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía".
La ética del amor no acepta exclusividad religiosa.
A la mujer que habló junto al pozo de Jacob le expresó enfáticamente: "Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en Gerazim ni en Jerusalén adoraréis al Padre… La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad". En otra ocasión dijo: "Vendrán del Oriente y del Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa del Reino de Dios".
La ética del amor de Jesús ama a Dios sobre todas las cosas.
Por ese amor que le profesa busca honrarle, agradarle, servirle y tener comunión permanente con él. Por ese amor evita el pecado en todas sus formas y manifestaciones, busca mantenerse limpio y santo, ama a la justicia y practica la misericordia. Por ese amor aborrece las costumbres pecaminosas del mundo, evita la ira, el enojo, la violencia, la maledicencia. Por ese amor testifica de la Fe, sufre penalidades y busca no enredarse en los negocios de la vida.
La ética del amor de Jesús ama al hombre por que éste es: imagen y semejanza de Dios.
Por eso "ama a su prójimo como a sí mismo". Estima a los demás como superiores a él mismo". "No mira a lo suyo… sino por lo de los otros". Evita todo aquello que, aunque sea lícito, "pueda poner tropiezo a su hermano". Entiende claramente que "aunque hablara lenguas de ángeles… y tuviese profecía y entendiese todos los misterios de la ciencia, y tuviese fe como para trasladar montañas… y repartiese todos sus bienes para dar de comer a los pobres… y entregase su cuerpo para ser quemado, y no tiene amor, nada es… de nada le sirve".
Sabe que
"El amor es sufrido, es benigno, no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece, no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, se goza de la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser".
Esta es una apretada síntesis de la ética del amor de Jesús, la cual somos llamados a practicar, e incluso a padecer, "porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigamos sus pisadas" (1 P.2:21).
dios les continue bendiciendo por estos pequeños estudios de reflexion los cuales dan aliento a mi alma a m e n
Muy especial esta reflexión, deseo que la mano del Señor esté sebre sus vidas. AMÉN
Desde Colombia