por MIGUEL ANGEL ZANDRINO
LA LEY MORAL es una capacidad del espíritu humano que le permite establecer la diferencia entre el bien y el mal. Kant, el filósofo alemán, dijo que era una de las cualidades más asombrosas de la naturaleza humana.
Se diferencia fundamentalmente de las leyes físicas o biológicas, en que interpretan lo que sucede en el mundo inanimado, o de la vida. Por ejemplo, la ley física de la caída de los cuerpos, nos dice cómo invariablemente ocurre este fenómeno y establece la aceleración por segundo cuando cae un cuerpo. Una ley biológica muy obvia, establece que si sembramos maiz, cada grano que caiga a la tierra y germine dará origen a una planta de su misma especie.
La ley Moral, en cambio, no determina la conducta del hombre. Esta ley indicará si lo que se propone hacer es correcto o no, pero el hombre hará lo que quiera. Una piedra no cae como quiere, ni una semilla dará origen a una planta de naturaleza diferente a la suya.
Es decir que la ley moral no interpreta cómo inevitablemente procede el hombre, sino que le dice lo que debiera hacer. Es independiente de la conducta del hombre, y proclama una mente superior y moral, que ha introducido en su interioridad el criterio de lo que es bueno y lo que es malo. Y le da una convicción íntima que su deber es rechazar lo malo y practicar lo bueno. Aunque el hombre se siente naturalmente inclinado a hacer el mal que no quiere, y no realizar el bien que desearía hacer. Esto lo explica el apóstol Pablo en los capítulos 1, 2 y 7 de Romanos.
Esta ley moral es lo que llamamos conciencia: una voz interior que nos acusa cuando erramos, pues nos ha señalado qué era lo que debíamos de haber hecho. Porque frecuentemente es una voz, o un impulso que nos cuesta demasiado obedecer, por nuestra fuerte inclinación hacia el mal.
UNA PREGUNTA IMPORTANTE
¿Esta conciencia moral representa una regla soberana que deberemos obedecer como la reguladora de nuestra conducta?
Dejemos la pregunta allí y digamos que la conciencia es algo que el hombre debe cultivar. Tenemos que ser educados, enseñados, acerca de los principios de qué es lo bueno y qué es lo malo. Pero esto no invalida el hecho de que la ley moral tenga una realidad válida en sí misma, la reconozcamos y acatemos, o no. C. Lewis tratando este tema dice algo interesante: "también debemos aprender a multiplicar, por ejemplo, pero esto no significa que las tablas de multiplicar no tengan una realidad concreta, fuera de si logramos aprenderlas o no.
Las tablas son una verdad y representan una realidad permanente. Por supuesto que nos conviene aprenderlas y aplicarlas correctamente por las exigencias de la vida. Así también la ley moral: debemos ser educados en ella, y nos conviene obedecerla tanto como sea posible para nuestro bien.
A través de la historia de la humanidad los conocimientos de la ley oral han sido dados al hombre, que en mayor o menor medida, según las épocas, se ha interesado impartir la instrucción sobre los dictados de esta ley. Como desde tiempos inmemoriales el hombre recibió la facultad de hablar, y no cesó de enseñar a sus hijos a hablar. Y como también desde tiempos inmemoriables se descubrió la multiplicación, y se empeñó en transmitir las tablas a las nuevas generaciones. Y la verdad de la ley Moral, como de la tabla de multiplicar, son independientes de que el hombre obedezca o no, pues son una realidad fuera del hombre, que inevitablemente devienen en una realidad interna.
REPETIMOS:
Esta conciencia ¿es la regla que determinará la ética cristiana?
La respuesta es: terminantemente, no.£ Por una razón muy simple: que nosotros los hombres hemos aprendido a poner en funcionamiento mecanismos muy sutiles que hacen ineficaz a la conciencia. La ley Moral es una realidad verdadera, concreta, tiene origen en Dios mismo, y aplicada al hombre le otorga un criterio válido para discernir el bien y el mal. Pero el mal es un factor deletéreo, que deteriora todo, y actuando en el hombre, pone en acción mecanismos que tranquilizan y hasta anulan la acción de la conciencia. Si deseamos realizar algo que sabemos que es malo, encontramos los justificativos necesarios para poder hacer lo que deseamos sin ser molestados, y al cabo de un tiempo logramos "cauterizar la conciencia".
Y esto ocurre con el hombre no regenerado, sucede también con el cristiano. Pablo habla de "conciencias débiles, que se contaminan, que se corrompen". Por lo tanto el creyente debe vivir alimentando su mente, que es la mente de Cristo que le ha sido dada, con el estudio y la meditación de la Biblia, con el escuchar de la Palabra de Dios en la Iglesia, con la oración personal y comunitaria y con una vida de confraternidad con los de la familia de Dios.
La conciencia no es de fiar, si no se trata de una conciencia purificada, limpia, buena, sensible. Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes ya están limpios por la Palabra que les he hablado". Oró por nosotros diciendo: "Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad". Es el conocimiento de la Escritura lo que nos concederá una convicción firme de cuál será la conducta que deberemos asumir en situaciones críticas. Debemos aprender a escuchar esta Palabra en el devocional privado, en la predicación en la Iglesia, en la oración.
Y debemos estar muy alerta para no ser traicionados en un descuido, por una "conciencia programada por nuestros intereses mezquinos", que pueden hacernos fracasar en el propósito de vivir la ética de Jesús. Hebreos 9:14 dice que <MI>"la sangre de Cristo… limpiará vuestras conciencias de obras muertas, para que sirváis al Dios vivo". Y en 10:22 nos invita a entrar al Lugar Santísimo "con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de la mala conciencia".
Vivir la ética de Jesús representará para cada uno de nosotros desarrollar de una manera cabal su mente, su pensamiento y vivir plenamente en el Espíritu de Cristo.
gracias por el tiempo que se toman para bendecirme por este medio se los agradesco de todo corazon y que dios les siga bendiciendo amen.