Introducción
Hace pocas semanas me encontraba en Miami conversando con unos colegas en la educación teológica. En un momento de la charla, uno de ellos nos contaba su testimonio.
Había sido liberado de la droga por el poder de Jesucristo, y en sus primeros tiempos como creyente, su pastor pentecostal para más datos lo discipulaba cada día y le hacía dar testimonio del evangelio. “Aquellos días fueron memorables e importantes para mi vida. Después me fui al seminario… y allí perdí mucho del fervor evangelizador”.
El hecho narrado no es un caso aislado. Lamentablemente, muchas veces los institutos y seminarios “enfrían” el fervor evangelizador que los alumnos traen de sus propias iglesias. Parecería que la educación teológica no ayudara a la evangelización sino más bien la perjudicara.
¿Será así? En esta presentación intentaremos mostrar la importancia ineludible que tiene la educación teológica para una adecuada evangelización. Iniciaremos nuestro tema definiendo lo que entendemos por educación teológica. Luego abordaremos el tema del significado bíblico de la evangelización para esbozar, finalmente, algunas pautas para una educación teológica evangelizadora.
1. LO QUE ENTENDEMOS POR EDUCACIÓN TEOLÓGICA
Existen muchas definiciones de “educación teológica”. Vamos a consignar dos de ellas, que juzgamos apropiadas.
Definición A:
“el proceso por medio del cual la iglesia es formada en la fe, e informada sobre ella, para articularla en hechos y palabras, con integridad bíblica, teológica, histórica y ética y vitalidad espiritual…” 1
Esta definición destaca varios hechos. En primer lugar indica que, la educación teológica es un proceso. No se trata de algo instantáneo, sino que implica inversión de tiempo porque es algo de largo alcance. En segundo término, el sujeto de la educación teológica es la iglesia como comunidad de fe. Tercero, por medio de la educación teológica, la iglesia es formada e informada en la fe. La información debe conducir a la formación porque poco valor tiene si se trata de la mera transmisión de datos. Cuarto, el resultado de la educación teológica debe observarse en las formas cómo la iglesia da cuerpo a su fe tanto en hechos como en palabras, haciéndolo con integridad bíblica, teológica, histórica, ética y vitalidad espiritual.
Definición B:
“La educación cristiana consiste en los esfuerzos deliberados, sistemáticos y sostenidos, mediante los cuales la comunidad de fe se propone facilitar el desarrollo de estilos de vida cristiana por parte de personas y grupos”. 2
Ésta es una definición completa y desafiante. Define a la educación cristiana como “esfuerzos” de parte de la comunidad de fe, es decir, de la Iglesia. Esos esfuerzos tienen tres características: a) son deliberados, es decir, son intencionales, b) son sistemáticos, siguen cierto método y sistema y c) son sostenidos, no son esporádicos sino continuos. Por último, la meta de este tipo de educación es “facilitar el desarrollo de estilos de vida cristiana”. Se trata de recuperar la dimensión neotestamentaria de la vida cristiana. Ella no es un mero conjunto de conocimientos a nivel intelectual. Se trata de algo mucho más profundo.
Se trata de un conocimiento personal de Dios y una puesta en práctica de ese conocimiento, que deriva en un estilo de vida diferente al mundo. En lenguaje del apóstol Pedro “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir… con la sangre preciosa de Cristo” y “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles” (1 P. 1:18, 19 y 2:12).
Pedro habla de una transformación de estilos de vida. De pasar de un estilo de vida heredado de nuestros padres y que es inútil en sí mismo, a un estilo de vida que es nuevo, bueno y acorde al carácter de Dios que nos llamó en Jesucristo. Sólo cuando un discípulo muestra un estilo de vida acorde con el evangelio, podemos asegurar que lo que se le ha impartido es auténtica “educación cristiana”. De lo contrario, se trata únicamente de conocimientos a nivel del intelecto pero que no se han traducido en cambios de conducta y de carácter.
2. EL SIGNIFICADO BÍBLICO DE EVANGELIZACIÓN
2.1. Definiciones de evangelización.
Evangelizar es proclamar la buena noticia de salvación en Jesucristo. Se trata de un mensaje alegre y poderoso porque en sí mismo, es “poder de Dios para salvación a todo aquél que cree” (Ro. 1:16). Una definición más completa de evangelizar nos dice lo siguiente:
“Evangelizar es proclamar a Jesucristo como Señor y Salvador, por cuya obra el hombre es liberado tanto de la culpa como del poder del pecado e integrado al propósito de Dios, de colocar todas las cosas bajo el mando de Cristo”. 3
Notamos que la evangelización se concreta mediante una proclamación. Evangelio implica anuncio de algo importante. El evangelista es un heraldo que proclama una noticia de carácter bueno, positivo. El centro o eje de esa proclamación es la persona de Jesucristo, a quien se anuncia en todo su carácter como Señor y Salvador.
Evangelizar significa, además, el anuncio de la liberación del ser humano mediante la obra del mismo Jesucristo, debajo de quien un día Dios colocará todas las cosas. El evangelio, una vez recibido por fe, integra al creyente en el propósito final de Dios: colocar la totalidad de las cosas bajo el señorío de Jesucristo.
Para entender cabalmente el contenido del evangelio, nada mejor que recurrir a Jesús y los apóstoles. El no tenerlo debidamente en cuenta es lo que ha conducido a distorsiones en cuanto al evangelio, tendiendo, de una u otra forma a falsos evangelios.
2.2. Jesús anuncia el Reino.
Lo central de la predicación de Jesús fue el Reino de Dios. Jesús de Nazaret vivió, murió y resucitó con la mente fija en un solo objetivo: el Reino de Dios. En los comienzos de su ministerio, Jesús proclama: “Arrepentíos que el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17).
En el sermón del monte nos insta: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mt. 6:33). La presencia del reino de Dios se concreta en su propia persona y obra. Por eso, Jesús manda a los doce con el siguiente encargo: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios” (Mt. 10:7, 8). En su persona, Jesús encarna el reino de Dios que se hace manifiesto mediante obras poderosas que los discípulos deben realizar. Esas obras incluyen sanidad, limpieza de leprosos, resurrección de muertos y liberación de poseídos. El reino de Dios implica la humanización del hombre, en el sentido de su restauración integral, es decir, de devolverle lo que el pecado le quitó.
En su programa presentado en Nazaret, Jesús apela al profeta Isaías para decir: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lc. 4:18 19).
Esta profecía, que comenzó a cumplirse en la sinagoga de Nazaret, muestra varios aspectos de la misión de Jesús. Es una misión que para su cumplimiento requiere la presencia y acción del Espíritu Santo. Por eso, Jesús es el ungido, es decir, el Mesías por excelencia.
Las buenas nuevas que el ungido trae, están dirigidas a los pobres, los desahuciados, los marginados de la sociedad. Son los pobres quienes están más dispuestos a escuchar el llamado del evangelio. Los ricos, dirá Jesús en otro momento, difícilmente entrarán en el reino, porque tienen posesiones que funcionan a manera de obstáculos para su ingreso al reino.
Confían en las riquezas y sienten que no necesitan del Señor. Jesús viene también para sanar a los quebrantados, dar vista a los ciegos físicos y espirituales y dar liberación a los oprimidos. Lo de Jesús no fue un anuncio político al estilo moderno, sino que se trató de un programa que puso en práctica durante su corto y significativo ministerio.
Considerando estas dimensiones de la misión de Jesús, notamos que la evangelización abarca mucho más que la entrega de un mensaje verbal. Es anuncio. Es proclamación. Pero también es acción porque donde el evangelio es proclamado, se libera el poder de Dios para salvación y restauración integral de la persona humana. El reino de Dios no consiste en palabras sino en poder.
En su sermón escatológico, Jesús anticipa que antes del fin “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones” (Mt. 21:14). Se trata del mismo mensaje que forma parte de la Gran Comisión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:16).
Los signos que acompañarán esa evangelización, en términos de liberación de endemoniados y sanidad de enfermos, pueden cuestionarse en cuanto a problemas de transmisión textual, pero no en su esencia, ya que están en perfecta armonía con lo que Jesús realizó durante su labor evangelizadora.
2.3. La evangelización apostólica
¿Cómo evangelizaron los apóstoles? ¿Hasta qué punto siguieron los mandamientos del Maestro en su labor evangelizadora? La respuesta a estas cuestiones las encontraremos, obviamente, recurriendo a los Hechos de los apóstoles y a las epístolas del Nuevo Testamento.
Acaso la primera referencia a la evangelización en Hechos sea la palabra de Jesús a los apóstoles: “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (1:8). Evangelizar es, a la luz de esta declaración, dar testimonio de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo.
Y los apóstoles comenzaron a hacerlo. Pedro predica a Jesucristo en Pentecostés, anunciándolo como Señor y Cristo, instando al arrepentimiento. Lo repite en la misma capital, en ocasión de la curación del paralítico: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (3:19).
Más tarde, frente al concilio de Jerusalén, Pedro proclama: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch.4:12). La evangelización continuará en Samaria, donde Felipe anunciaba “el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo” (8:12), lo cual iba acompañado de señales y milagros.
En cuanto a la predicación del apóstol Pablo, Hechos recoge varios de sus mensajes dirigidos tanto a judíos como a gentiles. La predicación paulina está centralizada en Jesucristo como Señor y en el reino de Dios que ha venido. Se despide de los ancianos de Efeso diciéndoles que ha dado testimonio entre ellos del arrepentimiento y la fe en Jesucristo, el evangelio de la gracia y predicado el reino de Dios (20:21, 24, 25), expresiones que aparecen como complementarias del contenido de su evangelización.
El final de Hechos nos informa que Pablo durante dos años enteros predicó y enseñó “acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (28:31). Un estudioso de la predicación apostólica, Charles Harold Dodd, analizando las predicaciones paulinas de Hechos y las Epístolas, resume así el contenido del karygma (proclamación) del apóstol de los gentiles:
“Se han cumplido las profecías, y se ha inaugurado la edad nueva por la venida de Cristo. / Nació del seno de David. / Murió, según las Escrituras, para librarnos de la perversa edad presente. / Fue sepultado. / Resucitó al tercer día, según las Escrituras. / Está sentado a la diestra de Dios, como Hijo de Dios y Señor de vivos y muertos. / Vendrá de nuevo como Juez y Salvador de los hombres”. 4
Como observamos, la evangelización paulina contiene una fuerte nota escatológica. En Jesús de Nazaret, el Mesías, Dios ha inaugurado una edad nueva. La salvación es liberación de esta edad perversa, mediante la obra de Jesucristo como Hijo de Dios, Salvador y Señor. Él mismo aparecerá de nuevo como Juez de todos los hombres. La definición del destino eterno de cada persona se establece a partir de su relación personal con Jesucristo.
3. SITUACIÓN ACTUAL ENTRE EVANGELIZACIÓN Y EDUCACIÓN TEOLÓGICA
A continuación intentaremos describir la problemática actual de la relación entre evangelización y educación teológica. Lo haremos a partir de la observación de hechos y no como resultado de estudios analíticos. Se trata, por ende, de una descripción tentativa.
En primer término, es común que se dé un divorcio entre evangelización y teología. Se presenta una especie de polarización entre “teólogos” y “evangelistas”. No faltan quienes piensan que la evangelización no tiene nada que ver con la teología. ¡Cómo si fuera posible hablar de Dios, de Jesucristo y la salvación prescindiendo de conceptos teológicos!
En toda presentación del evangelio está presente, de hecho, una cierta teología, que puede ser bíblica, coherentemente elaborada, erudita o popular, pero implica un sustrato teológico. Es cierto que la historia de la Iglesia no nos muestra muchos casos de “teólogos evangelistas” o “evangelistas teólogos”. Una de las excepciones sería Jonathan Edwards (1703 1758), que fuera filósofo, teólogo, pastor y poderoso evangelista, grandemente utilizado por Dios en el gran despertamiento en Estados Unidos durante los años 1734 1735.
La fundamentación teológica para la evangelización no es una opción ni un apéndice. Resulta esencial si pretendemos ser portavoces de un evangelio fiel a la Biblia y que muestre su relevancia al hombre de hoy. Otro de los grandes evangelistas de la historia, “el príncipe de los predicadores”, Charles Spurgeon señalaba esta importancia cuando decía:
“Sed bien instruidos en teología, y no hagáis caso del desprecio de los que se burlan de ella porque la ignoran. Muchos predicadores no son teólogos, y de ello proceden los errores que cometen. En nada puede perjudicar al más dinámico evangelista el ser también un teólogo sano y, a menudo, puede ser el medio que lo salve de cometer enormes disparates”. 5
En segundo término, mucha de la educación teológica no está orientada hacia la evangelización. Si revisamos los programas de institutos y seminarios, podríamos constatar el amplio contenido de materias bíblicas, históricas y teológicas, pero al mismo tiempo desvinculadas o desconectadas de la evangelización. Pareciera ser que seguimos atados a cánones de educación teológica foráneos, poniendo demasiado énfasis en lo racional y sistemático sin mucha relación con el contexto al que debe llegar el evangelio y la educación teológica.
Existen también, ciertos temores y aprensiones entre teólogos y evangelistas que, lejos de fomentar el diálogo entre unos y otros, lo han impedido. Los evangelistas a veces piensan que los teólogos no tienen ningún interés en la evangelización. Éstos últimos, pueden pensar que los evangelistas no están interesados en la formación teológica. Es cierto que a veces se dan esas polarizaciones. Pero ¿es siempre así? ¿No debiéramos instar a un diálogo constructivo y enriquecedor entre teólogos y evangelistas? ¿Por qué dar por sentado que un teólogo no puede evangelizar ni un evangelista puede hacer teología?
4. PAUTAS PARA UNA EDUCACIÓN TEOLÓGICA EVANGELIZADORA
La realidad está exigiendo un replanteo de programas de educación teológica para que las asignaturas estén dirigidas a la gran tarea de la Iglesia que es la evangelización. Por ejemplo, en antropología, nos debiéramos plantear, además de cuestiones clásicas como el significado de la “imagen de Dios” en el hombre, temas como éstos: ¿Cómo es el hombre en nuestra realidad socio cultural? ¿Cuál es la comprensión o pre comprensión que el hombre de la calle tiene en cuanto a Dios, a “salvar su alma”, a la relación “fe y obras”? ¿Cómo inciden esos conceptos al escuchar el mensaje del evangelio de la gracia y la justificación por fe? ¿Cómo traducir el concepto de “justificación” de tal manera que comunique el sentido neotestamentario en términos comprensibles?
Por otra parte, debiéramos propender a que la educación teológica motive a la evangelización. La formación bíblica y teológica de los estudiantes debe ser realizada de tal manera que no sólo implique la transmisión de conceptos y verdades bíblicas por importantes que ellas sean. Esas verdades debieran formar parte de un programa que haga relevante la evangelización y motive al alumno a involucrarse en la tarea.
También, una educación teológica evangelizadora deberá mostrar las dimensiones más amplias del evangelio. Que no se trata de la mera repetición de fórmulas aceptando a Jesucristo. Sino que, a ese primer paso de decisión, el evangelio de Jesucristo, según lo entendemos, implica un cambio total del rumbo de vida de la persona. Significa una transformación del estilo de vida, de tal modo que, a la postre, esa persona pueda ser un testimonio viviente en fe y en obras, del señorío de Jesucristo en todas las áreas de su existencia.
Por último, la educación teológica debe servir de correctivo cuando nos encontramos ante la presencia de los falsos evangelios. ¿Cómo sabemos que estamos predicando el verdadero evangelio y no una deficiente versión de él? Unicamente una teología bíblica puede servirnos de parámetro y puede corregir esas deficiencias.
En nuestra obra Evangelio y antievangelio, hemos criticado algunas versiones antiguas y modernas de falsos evangelios. Entre otras, señalamos el evangelio de la conquista española en América Latina, con una evangelización belicosa que asociaba la espada con la cruz. En ese contexto, también relfexionamos acerca de la insoslayable necesidad de que la Iglesia encarne los valores del Reino de Dios.
“Sólo cuando la Iglesia encarna la paz y la justicia del Reino, posibilita que su mensaje sea verdadero evangelio. De lo contrario, su predicación se torna, inevitablemente, en una nueva versión del antievangelio”. 6
Es tarea de la teología señalar esas deficiencias, como así también modernas versiones de evangelios “de la prosperidad”, “del éxito”, “de la mente positiva” que, aunque atractivos, resultan estar en las antípodas del discipulado costoso al que Jesucristo nos sigue desafiando.
Por eso, nos parece muy oportuno recordar las palabras de Juan A. Mackay a propósito de la relación entre teología y evangelización. Decía este pensador evangélico:
“La teología, los teólogos y los seminarios teológicos deben por tanto, ser misioneros. No tiene hoy ante sí la Iglesia Cristiana una tarea misionera más importante que la tarea teológica. El entendimiento de los hombres debe ser iluminado, y sus corazones encendidos en fuego”.7
A la luz de lo expuesto, pensamos que esta percepción de Mackay cobra hoy una impensada y rigurosa actualidad.
NOTAS
1. Orlando Costas, “Educación teológica y misión” en Nuevas Alternativas de educación teológica, Buenos Aires: Nueva Creación, 1986, p. 11.
2. Daniel S Schipani, El Reino de Dios y el ministerio educativo de la iglesia, Miami: Caribe, 1983, p. 13.
3. C.René Padilla, El Evangelio hoy, Buenos Aires: Certeza, 1975, p. 107.
4. Charles H. Dodd, La predicación apostólica y sus desarrollos, Madrid: Fax, 1974, p. 17.
5. Charles H. Spurgeon, Un ministerio ideal, Londres: The Banner of Truth, 1964, p. 63.
6. Alberto F. Roldán, Evangelio y antievangelio. Misión y realidad latinoamericana, México: Ed. Kyrios, 1993, p. 32.
7. Juan A. Mackay, Prefacio a la teología cristiana, México: Casa Unida de Publicaciones, 1945, p. 33.
PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN
1. ¿Cómo se debe relacionar la educación teológica con la evangelización? ¿Qué pasos se sugieren?
2. El evangelio, bíblicamente entendido, ¿se limita a la presentación de Jesucristo como el Salvador personal o abarca otros aspectos? ¿Cuáles?
3. ¿Hasta qué punto es bíblica y correcta la evangelización que se da hoy en nuestras iglesias, campañas y medios masivos? ¿Qué contenidos o énfasis habría que corregir?
4. ¿Cómo se podría fomentar un diálogo honesto y constructivo entre teólogos y evangelistas?
les doy las gracias por su enseñansa porque he aprendido muchas cosas que ignoraba sobre todo con el evangelio moderno el cual aprendi que es el exito y la prosperidad y el que estaba equivocada de verdad que sea ha a perdido la esencia del evangelio muchas bendiciones y gracias por este programa que tienen en intermet se que muchas personas hemos sido edificadas
Si efectivamente hermanos , es bien cierto que la teologia debe ayudarnos, preparandonos para presentar el evangelio de Jesucristo en una dimensiòn màs amplia, es decir que rompa formulas esquematizadas, que lo reducen y lo hacen infructuoso. Debemos ser ejemplos vivientes del cambio operado en nosotros gracias a la Obra Redentora y Trasnformadora de Jesucristo.Debemos caminar bajo la gracia edificadora de Cristo a fin de que no decaiga el fervor evangelizador, que es la verdadera tarea de la Iglesia , que somos nosotros y cuya cabeza es Cristo.
EL EXETITO DE UN SEMINARISTA BIBLICO ES LA VIVENCIA DE LO QUE APRENDIO DE SU MAESTRO, LA ENSEÑANZA BIBLICA ES HOY UNA NECESIDADPARA EL VERDADERO HIJO DE DIOS ,GRACIAS POR TRANSMITIR ESTE PRINCIPIOBIBLICO PARA NUESTRAS VIDAS BENDICIOES A TODOS MIS HERMANOS EN CRISTO Y MARANATA
A TODOS LOS HERMANOS QUE COMPARTEN ESTA PAGINA, VERDAD QUE TODOS ESTAMOS EN ESPERA DE ESA GRAN PROMESA QUE DIOS TIENE PARA NOSOTROS, PERO EL NOS EXIGUE QUE TERMINEMOS SU OBRA, SABEN CUAL ES ESA OBRA, ES LA GRAN COMISION, Y QUE ES LA GRAN COMISION, PREDICAR EL EVANGELIO A TODAS LAS NACIONES, COMO LO DICE EL EVANGELIO DE SAN MATEO, GRACIAS A DIOS QUE EL ME LLEVO A UNA CONGREGACION 100 % MISIONERA, Y LO HE ENTENDIDO. FUIMOS NACIDOS PARA FUNDAR IGLESIAS, AHI ESTA LA BENDICION. ESTAMOS APRENDIENDO, PERO SE APRENDE MAS CAMINANDO.NO HAY TIEMPO QUE PERDER, EL HOMBRE ESTA MURIENDO SIN CRISTO, Y NO HACEMOS NADA, MUCHOS DICEN TENGO 10, 15, 20 AÑOS EN EL EVANGELIO, PERO PREGUNTO CUANTOS HIJOS TIENEN, NO NACIDO DE LA CARNE, SINO DEL ESPITU, CUANTOS DIJAME.LO TEOLOGICO LO HE APRENDIDO EN EL CAMINO, AHORA ESTOY ESTUDIANDO EL NUEVO TESTAMENTO,SE QUE HAY SEIS PERIODOS DE HISTORIA BIBLICA, Y GRUPOS HUMANOS DEL NVO. TESTAMENTO. A USTEDES TAMBIEN DIOS LE DARA SABIDURIA, MUCHO MAS.AMEN.