Por RONALDO EDGECOMBE
¿Por qué existe la iglesia en el mundo? ¿Cúal es el papel de la iglesia en nuestra comunidad? ¿Resulta la iglesia útil a la sociedad? ¿Es la iglesia una respuesta para el joven? ¿La iglesia es capaz de retribuir el amor que recibe? ¿Es la iglesia un fundamento de servicio?
Intento contestar algunas de las preguntas que bosquejan la problemática cristiana actual. En el Antiguo Testamento la iglesia no existía como tal.En el Nuevo Testamento el Apóstol Pablo habló de ella como «un misterio», por eso dice en Efesios 6:6 «este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio».
En el Evangelio según San Mateo (cap. 16:18), encontramos a Jesús mostrando que la iglesia es «su iglesia» y que «El» la edificará. La iglesia es mencionada 3 veces en los evangelios y mencionada 19 veces en el libro de los Hechos. En las Epístolas de Pablo se hace referencia en 42 oportunidades. He aquí la revelación del «misterio». En total la palabra «ecclesia» se cita 112 veces en el Nuevo Testamento.
La iglesia es «un grupo llamado afuera». La traducción del griego ekklesia deriva de la preposición EK=FUERA DE y KALEO=LLAMAR. Así se justifica el concepto antes referido.
En realidad, la iglesia no es un edificio. Se trata de un grupo de gente convocada, «llamada aparte».
En muchos lugares la iglesia es ilustrada como un cuerpo. I Cor.12:27 dice: «Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en particular son miembros de ese cuerpo». En Efesios 5:23 tenemos esta verdad: «porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su cuerpo».
En los Hechos de los Apóstoles 2:47 leemos que la iglesia empezó el día de Pentecostés con el descenso del Espíritu Santo. En Mateo 20:28 advertimos «como el Hijo del hombre que no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Jesucristo era un servidor, como tal, resulta la cabeza de la iglesia. El es el ejemplo y nuestro modelo, y si El estuvo sobre la tierra para «servir» a su cuerpo (la iglesia), nosotros estamos obligados a seguir tal ejemplo.
Jesús dice a sus discípulos en Mateo 20:26 «El que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes». La iglesia es llamada a servir. Hay muchas cosas que la iglesia puede desarrollar en la comunidad. Si consideramos en un orden de importancia, surge la responsabilidad del servir, como un hecho altamente ponderable entre otras virtudes espirituales.
Servir en todos los órdenes, como vemos en Hechos 6:1 donde la iglesia tuvo la responsabilidad de ayudar a las viudas y realizar la distribución de los alimentos todos los días. «Debemos ser servidores los unos de los otros» (Gálatas 5:13).
Es necesario servir en el mundo, en el país, en las ciudades y pueblos y también en los barrios. Resulta muy oportuno rescatar de Romanos 13 el concepto de respeto y colaboración para con las autoridades y gobernantes quienes llevan la pesada tarea de servir también.
Por nuestros días debemos esforzarnos por enseñar a los jóvenes a servir. Ya lo leemos así en Tito 2:4. La gran vocación de servicio que aflora en la piel adolescente debe –necesariamente- ser estimulada desde la iglesia para no frustrar el elemental acto de amor que encierra el «servir».
Por eso la interacción en el servicio con nuestros niños y adolescentes es un objetivo de tremenda significación cristiana. Por ejemplo, en nuestras iglesias locales ¿por qué no tenemos guarderías para los chicos de madres que necesitan trabajar? Tenemos modos para ampliar ese servicio a la familia toda.
Así daremos una justa retribución al amor que recibimos. La iglesia debe atender a todo el espectro familiar, desde el lactante hasta el anciano. La edad cronológica -recordemos- no guarda relación con el espíritu cristiano.
La iglesia debe concurrir hacia el problema de la educación prestando su máximo apoyo de infraestructura, y así -por ejemplo- prestar su edificio para que funcione como aula para los niños que por diversas razones no cuentan con escuelas.
La idea fuerza es que la iglesia es el cuerpo de Cristo y que nosotros somos sus miembros activos, funcionando en comunidad plena e interactuando con las necesidades básicas. Así resulta indispensable brindar asistencia educativa a los adultos, o ceder el edificio para que los niños reciban a sus maestros aquellos días en que nuestras iglesias no tienen actividades específicas, para que resuelvan problemas de aprendizaje.
Me aflige sinceramente el problema de la población carcelaria y lo poco que la iglesia aporta en el abordamiento de soluciones. Nuestra tarea -se me ocurre- tiene que estar vinculada tanto al apoyo espiritual como al área recreativa, organizando charlas, conferencias, proyección de material audiovisual, cine y video. El conjunto de una tarea de esta naturaleza ayudará a brindar al internado una ayuda para su futura reinserción social.
Generalmente la función de la iglesia se limita al día en que celebramos el culto dominical. ¿Por qué entonces, no facilitar el local el resto de la semana para diversas actividades de otras instituciones como clubes que realmente ayudan a la comunidad y merecen nuestra consideración -Rotary, Club Argentino de Servicios, Cámara Juniors, etc- escuelas o entidades de servicios como Alcohólicos Anónimos, Obesos Anónimos, y a otros que necesitan lugares para sus reuniones?
La iglesia tiene que asumir como corresponde el problema de la tercera edad. ¿Por qué cuando nuestros padres son mayores los llevamos a una institución? La Biblia es clarísima al respecto: la responsabilidad de cuidar a nuestros mayores es de la iglesia. Es nuestra responsabilidad como miembros del cuerpo de Cristo. De manera que es imperativo fundar geriátricos que permitan a nuestros padres sentirse amados y observados en sus elementales distracciones.
Visitarlos, crearles pasatiempos y diversiones que les hagan sentir miembros de la sociedad. Es nuestra obligación crear hogares de día para quienes trabajan y no pueden acompañarles en los hogares cuando están solos. Ni la más profesional mano del enfermero sustituye una caricia del nieto o una franca risotada del hijo.
Dios nos señala: «practica la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad» (Timoteo 6:11).
Estas son -con toda modestia- algo más que ideas tiradas al azar. Resume mi pensamiento de años sobre el rol y la función de la iglesia. Claro que es incompleto. Porque -tal vez- le falta la fuerza de la expresión más acabada y cierta percepción; pero juzgo eficaz el poner manos a la obra y receptar toda crítica que ayude a perfeccionar este esbozo, este honesto intento para sentirnos más útiles y mejores servidores de Cristo.