por MIGUEL A. ZANDRINO
Evidentemente debemos prepararnos para morir, sin dejar de reconocer que es legítimo que hagamos todo lo que nos resulte posible para continuar viviendo, evitando peligros y situaciones de riesgo para nuestra salud.
Si al realizar un viaje importante nos preocupamos por cuidar de todos lo detalles, ¿cómo no habremos de preparanos para el viaje más importante de nuestra vida? Porque siendo la muerte el final de nuestra existencia, cuando nos llegue, estaremos en el punto sin retorno. Así como la vida que nace constituye un hecho que no podemos explorar, pues no tiene dimensión en el tiempo, tampoco sabemos cuándo nos llegará la hora de la muerte, y cuando ocurra, en el mismo instante todo desaparecerá.
Al entrar en contacto el óvulo con el espermatozoide en el seno materno, nace un nuevo ser, nace una vida. La vida del nuevo ser nace en el mismo instante del prodigioso encuentro, y es un instante sin dimensión temporal. Esta vida que nace habrá de transcurir hasta el instante final de la muerte. Y amos momentos, el de la concepción y el de la muerte, no transcurren en el tiempo, simplemente ocurren. Y así la vida transcurrirá desde el punto inicial de la concepción, hasta el instante final de la muerte.
Aquí debemos decir que el presupuesto de una vida más allá de la muerte, es un presupuesto religioso, que para nosotros los cristianos tiene su fundamento en la revelación que hallamos en las Sagradas Escrituras, pero que además es una convicción interior de toda la humanidad a través de los tiempos.
Los cristianos creemos en la resurreción, pero en otras culturas orientales hallamos la creencia del karma, o de las sucesivas reencarnaciones. Además debemos destacar que desde los tiempos más remotos hallamos al hombre profesando alguna forma de religión, tal como lo muestra el culto a los muertos en las culturas primitivas. La muerte le obsesiona, y el sentimiento religioso se manifiesta en su incapacidad de aceptar que con la muerte todo llega a su fin.
Hay una rebeldía innata en contra de la muerte.
Ya en el Antiguo Testamento hallamos en Eclesiastés 3.11 un pasaje que dice: Dios, «todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de los hombres, sin que alcance el hombre a entender la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin». Es decir, que aunque el hombre no alcance a entender el misterio del más allá, hay una convicción interior, «un sentido de eternidad» que Dios ha puesto en su corazón, que confirma su trascendencia.
En el libro de Daniel (12.2,3,12) también hallamos hermosas promesas de resurrección: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan justicia a la multitud, como estrellas a perpetua eternidad… y tú irás hasta el fin, y reposarás y te levantarás para recibir tu heredad al final de los días».
En el Nuevo Testamento en cambio, el concepto de resurrección
está con frecuencia expresado en sus páginas en los términos de «vida eterna» y «resurreción». Y en 2 Timoteo 1.10 hallamos esta magnífica declaración: «Jesucristo quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio».
El evangelio de Jesucristo es mensaje de vida, una calidad de vida sobrenatural de la que son investidos los que reciben la obra redentora suya: «Nuesta ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas» Filipenses 3.20,21.
Hay una provisión divina en cuánto a los momentos previos a la muerte. Escribe el director de la revista «MD», Dr. Félix Martí Ibañez lo siguiente: «En contra de lo que la gente cree, la muerte, al parecer -salvo casos excepcionales o accidentes- no va en general acompañada de dolores físicos, antes bien, va matizada de serenidad y aún de cierto bienestar y exaltación de espíritu, causada por la acción anestésica del anhidrino carbónico sobre el sistema nervioso central, y por el efecto de la intoxicación opriginada por sustancias tóxicas.
A este respecto refiere Ernest Hemingway, que una vez le dijo un médico famoso: ‘El dolor de la muerte es menor que un dolor de muelas’. Puede haber angustia, pero no dolor propiamente físico, desencadenándose una psicosis premortal equiparable en cierto modo a las psicosis tóxicas sintomáticas».
Por regla general el tema de la muerte aflige al hombre en todas las edades y no solamente en la vejez. Es que desde niños ya nos sentimos sacudidos por la muerte de parientes y amigos de todas las edades, y comprendemos que no existe edad para la muerte, ya que todos, en cualquier tiempo, podemos morir. A veces, muy pronto en la vida la muerte de seres queridos nos hicieron sufrir.
Evidentemente debemos preparanos para morir, sin dejar de reconocer que es legítimo que hagamos todo lo que nos resulte posible para continuar viviendo, evitando peligros y situaciones de riesgo para nuestra salud. De todas maneras cuando nos llegue el momento en que debamos abandonar nuestra vida, nada de lo que hiciéramos podría evitarlo.
Quiero dar un testimonio personal de lo que para mí significó la muerte desde mi niñez, cuando recibí el impacto del fallecimiento de un tío muy querido. Yo tenía entonces unos ocho años y me dura el recuerdo del asombro y la angustia que sentí en tal ocasión.
En realidad, mi pade había muerto cuando yo tenía apenas unos pocos meses de vida, y durante mi niñez habían muerto otros parientes a quienes no había conocido y querido, de manera que el fallecimiento de ese tío cuya casa frecuentaba constantemente, representó un acontecimiento patético, en realidad, la primera experiencia de la muerte de alguien muy conocido y querido.
Desde entonces muchos familiares y conocidos murieron, y siempre la muerte de ellos me conmovió profundamente. Sobre todo el de personas muy cercanas, y de una manera particular la muerte de mi madre y la inesperada de mi hermano mayor que murió en la plenitud de la vida.
Hoy tengo setenta y tres años, y tanto mi esposa como yo gozamos de buena salud, de manera que seguimos disfrutando de la vida, y damos gracias a Dios por habernos concedido la grcia de continuar continuar con nuestros hijos, nietos, primos y sobrinos la aventura de la vida. Y por supuesto que la satisfacción mayor, reside en el hecho de haber conocido desde niños a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.
En realidad, pensar hoy en la muerte no me asusta, pues la siento distante, no inminente. Por otra parte, no sé si en los planes de Dios me será concedido, o no, vivir concientemente la inminencia de mi muerte. Todo pertenece al Señor de la vida. Si habré de enfrentar la muerte con conciencia, seguramente que viviré la emoción indescriptible de hallarme en el umbrl.
Seguramente que la experiencia será impredecible, suprema, conmovedora. Es probable que lo desconocido me produzca miedo, inquietud y angustia. Pero estoy preparado; la fe que tendo no es mía, es un don de Dios que me capacitó para creer y recibir la vida eterna.
Concluyo con la reflexión inicial: si al realizar un viaje importante nos preocupamos en cuidar todos los detalles ¿cómo no habremos de prepararnos con tiempo para emprender el viaje supremo de la vida?
Hermosa reflexión que nos lleva a todos de una manera u otra también a seguir creyendo en el Amor Misericordioso de Nuestro Padre, aún en esos instantes finales donde todo dejará de tener sentido humano para entregarnos definitivamente en las Manos Poderosas del Señor.
la muerte realmente es un tema que asusta a muchas personas incluso cristianos, la verdad es una muy buena reflexion que me ha hecho preguntare si em estoy preparando para este viaje o no….
Gracias por este mensaje tan real y que debemos aprender de ello y de ustedes que nos alientan a la paz y seguridad en Cristo jesus,
Dios te bendiga hermano, yo tengo 37 años y le temo a la muerte, ojalá el señor me de el valor que busco. Admiro tu valentía y tu fe. Bendiciones a todos y tratemos de vivir mejor para poder morir en paz.
BENDICIONES HERMANO Y MUCHISIMAS GRACIAS, ES UN EXCELENTE MENSAJE CON GRAN BENDICIÓN QUE NOS HACE REFLEXIONAR SOBRE LA IMPORTANCIA DE PREPARARNOS PARA CUANDO LLEGUE EL MOMENTO DE NUESTRO VIAJE SIN RETORNO. QUE EL SEÑOR DERRAME MUCHAS BENDICIONES EN USTED Y SU FAMIA Y LO SIGA UTILIZANDO PARA TRASMITIR SU MENSAJE.
que mensaje tan necesario.para tener una vida en esta tierra,feliz.gracias
lei poco aun me parece super importante prepararnos para la vida eterna saludos florentina.