Por DAVID SOMMERVILLE
"Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto
que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar"
(Juan 9:4).
Nuestra vida es un día; un día que amanece, resplandece, llega a
su cenit, mengua, anochece y termina. Todo día anochece y
termina, y toda vida llega a su punto final. Mientras dure el
día, mientras haya luz, tenemos la oportunidad y la
responsabilidad de trabajar. Un día malgastado es un día perdido,
un día que nunca volverá. Una vida malgastada es una vida
perdida, una vida que nunca la tendremos más.
Debemos trabajar
mientras dure la luz del día, como vemos que aun nuestro Señor
Jesús tuvo su día, su vida en la cual hacer la voluntad del Padre
y cumplir la obra que su Padre le había dado que hiciese. todo lo
que hacemos por el Señor lo tenemos que hacer antes de que
nuestro día termine. Una vez terminado el día de nuestra vida no
hay más oportunidad de hacer lo que Dios ha puesto en nuestras
manos.
Nuestra vida es nuestro día; y el día, mientras la luz
dure, antes de que atardezca, es el tiempo de estar ocupados en
el trabajo. Cuando nuestro día termine, luego habrá llegado la
hora del reposo. Para algunos será pronto, para otros demorará,
pero no es menos seguro para éstos que para aquéllos.
Con este pensamiento en mente, Pablo dice: "Pues si anuncio el
evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta
necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" Bien sabía
Pablo que su vida no era para que la siguiera según sus propios
criterios ni para sus propios fines, y por eso dice también:
"Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas
si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra,
no sé entonces qué escoger.]
Porque de ambas cosas estoy puesto en
estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es
muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por
causa de vosotros. Y confiado en esto, se que quedaré".
Todo día anochece. Aun en la luz de nuestro día es bueno recordar
que el mediodía no es sino pasajero, y que todo día, por bello y
resplandeciente que sea termina en noche. Cuando más recordamos
que el día no dura para siempre, tanto más estaremos decididos a
hacer todo lo posible para cumplir la obra que Dios nos ha dado.
En una cierta ocasión, una bella tarde de verano, el escritor
escocés Tomás Carlyle salió de paseo al campo con el poeta inglés
Leigh Hunt. Mientras caminaban entre paisajes de noble grandeza y
exquisito encanto, atardeció, salieron las estrellas y la noche
les envolvió en su negro manto de terciopelo. Los dos hombres
contemplaban la bóveda del firmamento, salpicada de estrellas;
luego el poeta cuya alma los astros le hablaban de paz,
contentamiento y amor, exclamó: "¡Dios, el Bello!".
Precipitadamente Carlyle prorrumpió: "¡Dios es terrible!" Y ambos
tenían razón. La noche es bella, como Dios es bello; la noche es
terrible, como Dios es terrible. Pero el cristiano verdadero, si
le teme a la noche, la teme no porque le inspire miedo, sino
porque quiere que no llegue antes de que haya podido cumplir la
obra que Dios le ha encomendado.
El mismo Carlyle dijo que el hombre valiente se preocupa por un
solo aspecto de la felicidad: que tenga la felicidad necesaria
para poder hacer dy cumplir su obra. Al sabio, lo único que le
puede hacer descontento es no poder trabajar, el no poder cumplir
el trabajo y el destino que Dios ha trazado para él. Alguien ha
escrito: "Me digo a mí mismo: ¡Produce! ¡Produce! Aun cuando no
sea más que la parte más pequeña e insignificante de un Producto,
que yo la produzca en el nombre de Dios!" Salomón dice: "Todo lo
que te viniere a la mano hacer, hazlo según tus fuerzas".
Para el que ha trabajado, la noche trae su descanso, su reposo,
su tranquilidad, su contentamiento. La noche esta serenamente,
como el reposo de un niño. La noche que sigue a un día de trabajo
bien hecho jamás es cosa horrenda.
La noche es triste sólo para
el que por pereza ha malgastado el día. La noche de la vida es
amarga no sólo para el creyente que ha pasado su vida en
trivialidades, en buscar sus propios placeres y comodidades, y
llegando al fin de ella, cuando ya el tarde, se da cuenta de que
no ha producido para Dios. Para la vida llena, completa -como la
de Abraham, de quien dice la Biblia que murió lleno, lleno de
días y lleno de contentamiento -le consuelan las palabras de
nuestro Señor cuando dice: "No se turbe vuestro corazón; creéis
en Dios, creed también en mí.
En la casa de mi Padre hay muchas
moradas; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis".
La noche viene y con ella el contentamiento para el que ha
trabajado bien y diligentemente.
Hay una sola manera de prepáranos para la noche; tenemos que
trabajar. Esto es lo que quiere decir nuestro Señor con las
palabras: "Es necesario hacer las obras del que me envió, entre
tanto que el día dura; la noche viene cuando nadie puede
trabajar". Un buen día de trabajo termina en una buena noche de
descanso. El sabio oye estas palabras del Señor, las guarda en su
mente, las mantiene delante de sus ojos; pero sobre todo, las
graba en su corazón.
gracias por mandarme este correo y los demas me gustan mucho y los puedo utilizar en algunas enseñanzas que doy en mi iglesia local, que el Señor les bendiga gracias
gracias por estos estudios
que siempre nos asen refleccionar
que Dios los bendiga ricamente
Les agradezco por esta reflexion, creo que me va ayudar muchisimo, que Dios los bendiga y espero recibir más de ellas. Sonia
Gracias por este mensaje son palabras de ciencia