Crisis de identidad

 
 por LILIANA DE ALESANDRONI

¿Qué es el hombre?

Todo era un caos. ¿Quién puso orden? Algunos dicen que no hubo un quién, en cambio hablan de un encadenamiento de cosas. En este caso habría que preguntarse cómo. ¿Quién? ¿Cómo? Es difícil responder. Tal vez todo lo que podemos hacer es imaginar, presentir o creer. Imaginar un proceso que haya conducido al universo del caos al orden. Presentir un autor para las puestas de sol y para los majestuosos montes. O creer, finalmente, las palabras bíblicas: "En el principio… Dios".

Pero la búsqueda de respuestas avanza. ¿Qué es el hombre? "Es como la hierba"… "es una sombra que pasa"… "un ser que palpita por un poco de tiempo y muere". ¿El hombre es tiempo? Tal vez, sí. Sólo somos tiempo. Pero permítanme agregar un adjetivo. Decisivo. Somos tiempo decisivo. Nadie escapa a esta definición.

Nuestra vida consiste en tomar decisiones. Decidimos continuar vivos o suicidarnos. Hacer la guerra o vivir en paz. Emprender algún camino nuevo o quedarnos en el mismo lugar. Decidimos soñar, imaginar, buscar, o bien, imitar a los demás. Decidimos creer en Dios o quedarnos encerrados en nuestro Yo.

Un Ser trascendente

Quince años ¿sabe? Hace quince años que ocupo mi puesto en el hall de un edificio céntrico. Y… es que cuando uno tiene calidad nadie lo saca. Quince años sin moverme, doce meses al año, treinta días al mes, las veinticuatro horas de cada día, duplicando a cada persona que entra o sale del edificio. ¿Se imagina cómo conozco a la gente? Las mujeres salen despacito, arreglándose el peinado, tirando un poquito de la blusa, midiéndose el perfil. Pero cuando vuelven, pasan de largo porque ya van hacia su intimidad. Los hombres son distintos: salen casi corriendo, y vuelven con paso cansado.

¿Quiere que le cuente un caso? Ya va a ver. El hombre del 3º B. Pobre, está muy enfermo. No, no es que tenga que permanecer en cama. Va todos los días al trabajo. Pero él sabe que le queda poco tiempo. Bueno mire, ése es de los que salen presurosos y vuelven sin apuro. Ayer entró al hall y se paró frente a mí.

Me miró a los ojos. Claro, se miró a sus ojos. Cuando me miran así, fijamente, soy capaz de leerles el pensamiento. ¡Verdad! Este hombre está luchando con una idea. "¿Existirá Dios?" se pregunta. "Si existe Dios, también habrá cielo, vida eterna, como dicen. Si Dios no existe,… muerto el perro se acabó la rabia." Claro, él ve que se muere y quiere saber si es un ser trascendente o no…

Trascencente… Si uno es trascendente. La vida vale más y la muerte asusta menos. ¿No le parece? Me da lástima el hombre con sus dudas a cuestas. Me dan ganas de decirle: "Vea, Señor. Esta es una cuestión de fe. Usted cree en Dios, tiene vida trascendente: no cree, no cree. Ya está. Es una cuestión de fe."

¿Egipcio o hebreo?

El schenti con el emblema del sol es un atavío egipcio, ante el cual hace reverencias el pueblo. Dentro de las ropas late un corazón agitado. ¿Por qué? Porque ha visto su rostro reflejado en el espejo. La imagen era la misma de siempre, pero la visión es nueva y ha tenido el efecto de un hechizo. Sus emociones están  convulsionadas y sus ojos ven turbio. ¡Traje de egipcio y rostro de hebreo! ¡Porte de príncipe y sangre de esclavo! ¿El corazón? ¿Es egipcio o hebreo?

Sonido de pelea detrás del palacio. Moisés asoma su cara bañada en sudor. Ahí no más, cerca de su puerta, dos hombres están luchando. Pero a él no le parecen dos hombre. Cree que es él mismo que ha sufrido un desdoblamiento. Sus ropas egipcias levantan el látigo y azotan su piel hebrea. No lo puede soportar. ¡Un hombre luchando contra sí mismo! No puede ser. Tiene que matar a uno de los dos. Desesperadamente se lanza sobre ellos y mata al egipcio. Las ropas quedan tendidas en el suelo, hecha jirones, mientras el cuerpo se levanta lentamente. ¡Por fin lo sabe! Su alma es hebrea.

 Un mensaje en clave

Cuenta Amy Carmichael que siendo niña oró a Dios pidiéndole que cambie el color de sus ojos. Ella quería tenerlos azules como su mamá. Imagínese la decepción cuando fue a mirarse en el espejo. Sus ojos seguían siendo de color castaño oscuro. Muchos años después, trabajando como misionera en la India, agradeció a Dios por sus ojos marrones, que con la ropa adecuada y un poquito de maquillaje, le permitían pasar por una nativa. Y así logró ser aceptada por la gente del lugar.

Todavía no había escuchado esta historia, cuando hice una oración similar. Yo no estaba contenta con mi cara ancha y mi tez oscura. Pretendí que el Señor me la transformara en un rostro afinado con una tez muy blanca. Como las hijas de los misioneros extranjeros, que mis mayores me habían enseñado a admirar.

Creo que nuestro rostro nos envía un mensaje. Un mensaje en clave. A veces, necesitamos crecer y madurar bastante para lograr decifrarlo. Amy y yo quisimos falsear los signos. Si Dios nos hubiera concedido aquellas peticiones, El mismo habría estado colaborando para nuestra confusión. Mi cara me dice que soy argentina. Si esto es motivo de orgullo o frustración, no viene al caso en este momento. La verdad es que Londonderry Air (*) no me conmueve como Paisaje de Catamarca. Ni entiendo el Hamlet como el Martín Fierro. Por otra parte, creo que estoy autorizada a disfrutar del Hamlet y Londonderry Air, pero no estoy autorizada a ignorar con indiferencia El Paraná en una zamba, ya que crecí junto al rio Paraná y cada día bebo de su cauce.

 (*) Melodía inglesa…