por LUIS A. SEGGIARO
Los cuatro personajes a quienes tocó encarnar la culpabilidad de la raza humana por la condena y muerte de Jesús fueron: Anás, Caifás, Herodes y Pilato.
Ejecutores visibles que representan a los máximos y oscuros poderes de la religión establecida, de la autoridad del rey de la nación judía y del brazo omnipotente del Imperio Romano: el poder de la religión oficial en la investidura de los sumos sacerdotes Caifás y Anás. El poder de los judíos en la persona del rey Herodes.
El poder del Imperio Romano en la figura del procurador Pilato. Están aquí, y así presentes, todas las autoridades del estado. El poder político, militar y religioso, representantes inequívocos de todo el pueblo.
No es mucho lo que se sabe de sus vidas, aunque se hallan claramente identificadas en los cuatro Evangelios y se puede rastrear algo sobre ellos en las páginas de la historia, en los relatos de las tradiciones y en las antiguas narraciones. Todo, al fin, hace a la Historia.
AN<199>S. Es el primer personaje que aparece en la escena del drama de la cruz. Apenas después que Jesús fue arrestado por una tropa de soldados y guardias del templo, es llevado a la casa de Anás, suegro de Caifás. Fue así, Anás, la primera persona ante quien Cristo fue conducido la noche de su captura.
Anás, forma abreviada de Ananías que significa «Dios es gracioso», fue nombrado sumo sacerdote por Cirenio, gobernador de Siria, en el año 6 d. de C. y depuesto por los romanos en el año 15 d. de C. Su deposición, sin embargo, no tuvo valor para los judíos, pues entre ellos el cargo de sumo sacerdote era vitalicio.
Por su gran influencia, Anás consiguió que tras él obtuvieran el sumo sacerdocio sus cinco hijos y su yerno Caifás. Claro caso, sin duda, de temprano nepotismo. Es así que, aunque Caifás era el sumo sacerdote oficial en los tiempos de Jesús, Anás era reconocido juntamente con él ya desde el principio del ministerio de Juan el Bautista.
La tropa de soldados llevó a Jesús primero a la casa de Anás, tal vez como muestra de consideración y respeto por su condición de suegro de Caifás. Anás, después de interrogar a Jesús, lo envió atado al palacio de Caifás, con quien compartía el sumo sacerdocio.
En esa casa fue, donde uno de los guardianes del templo abofeteó a Jesús. Y en el patio de la misma casa fue, al parecer, donde Pedro, calentándose junto al fuego, oyó cantar al gallo después de haber negado por tercera vez, conocer a Jesús.
CAIFÁS. Se lo menciona en varias oportunidades en el Nuevo Testamento. Fue nombrado sumo sacerdote por el procurador romano Valerio Grato y depuesto por Vitelio, legado de Siria. Su pontificado, que duró desde el año 18 d. de C. hasta el 36 d. de C. se destacó por su servilismo incondicional a los romanos.
Los Evangelios lo citan en dos oportunidades antes de su actuación en la condena de Jesús.
En la primera, testigo circunstancial de la resurrección de Lázaro, reunió poco después en su palacio a los miembros del sanedrín para aconsejarles la necesidad de la muerte de Cristo; argumentaba que era conveniente para la salvación política de la nación judía. Y sus palabras fueron, sin que él lo sospechara, una inspirada predicción de la muerte de Jesús y la salvación del mundo.
La otra cita se refiere a la oportunidad, cuando en el patio de su palacio días antes de la pascua, reunió a los dirigentes judíos quienes acordaron prender con engaños a Jesús para matarlo. Poco después, la traición de Judas, les facilitó el camino para su cometido. Estos hechos lo muestran, indudablemente, como el más encarnizado perseguidor de Jesús.
Fue así, como Anás, la primera persona ante quien Cristo fue conducido la noche de su captura, envió a Jesús a la casa de Caifás, su yerno, que reunido con la junta suprema interrogó nuevamente a Jesús. Las declaraciones de numerosos testigos falsos no pudieron aportar pruebas para condenarlo. Fue sólo cuando Jesús se declaró Hijo de Dios que Caifás, en señal de indignación, como quien oye una blasfemia, rasgó sus vestidos y condenó a Jesús; entonces, lo escupieron, le pegaron en la cara y lo golpearon, burlándose de Él.
Este ensañamiento contra Jesús, debe tener directa relación con el hecho de que Caifás perteneciera a la secta judía de los saduceos que se distinguieron por su odio a Jesús.
La última vez que se menciona a Caifás y Anás es en el libro de los Hechos de los Apóstoles. En esa ocasión, reunidos en Jerusalén, juzgaron a Pedro y Juan porque predicaban la resurrección de Cristo. En ese momento, Anás era en realidad el sumo sacerdote, ya que Caifás no ostentaba más el pontificado.
HERODES. Después de un fugaz paso por las manos de Pilato, ante quien volverá a comparecer, aparece el tercer personaje: Herodes.
Qué mejor que reproducir textualmente el relato de este episodio con las palabras de Lucas, el único que lo registra en su Evangelio: «Al oír esto, Pilato, preguntó si el hombre era de Galilea. Y cuando le dijeron que sí, lo envió a Herodes, que era gobernador de Galilea y que también se encontraba en aquellos días en Jerusalén. Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento, porque durante mucho tiempo había querido verlo, pues había oído hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le contestó nada. También estaban allí, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que lo acusaban con gran insistencia. Entonces, Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio, y para burlarse de él lo vistieron con ropas lujosas, como de rey. Luego Herodes lo envió nuevamente a Pilato».
Fue éste un gesto hacia Pilato para recomponer la amistad deteriorada, a raíz de la matanza de galileos que él ordenó, cuando el rey Herodes era el tetrarca de Galilea y Pilato, procurador de Judea. En esa ocasión, ambos se encontraban en Jerusalén con motivo de la pascua, ya que la residencia oficial de Pilato estaba en Cesárea.
Este conturbenio entre Herodes y Pilato es nuevamente recordado años después por el mismo Lucas en su libro de Los Hechos de los Apóstoles. Fue con motivo del momento en que Pedro y Juan fueron interrogados y encarcelados por Anás y Caifás en Jerusalén; luego que los pusieron en libertad y que se reunieron con sus compañeros, todos juntos oraron a Dios. En su oración se refirieron a esta espúrea amistad entre Herodes y Pilato.
Herodes Antipas, «retrato del padre», tal es su verdadero nombre, era hijo de Herodes el Grande, «descendiente de héroe», quien se hizo nombrar por los romanos rey de Judea y que protagonizó la matanza de los niños de Belén para eliminar al recién nacido Jesús.
Herodes Antipas, simplemente Herodes, hijo de Herodes el Grande y de la samaritana Maltacea, era por este motivo, medio idumeo por parte de su padre y medio samaritano por parte de su madre. Fue el sucesor en el gobierno de Judea, después de la muerte de su padre. Fue educado en Roma y obtuvo de Augusto, el título de tetrarca de Galilea.
El nombre de Herodes aparece en varios pasajes de los Evangelios, ya que, casi la totalidad de su reinado, coincidió con la vida de Jesús, quien en una oportunidad se refirió a él como «esa zorra» debido a la astucia que lo caracterizaba.
Hizo encarcelar y ejecutar a Juan el Bautista, quien le reprochaba su unión ilícita con Herodías, después de haber repudiado a su mujer. Herodías era la esposa de su hermano Filipo, por lo cual, su relación era incestuosa. Herodes celebraba su cumpleaños, probablemente en la fortaleza donde se hallaba encarcelado Juan. Durante la fiesta, Salomé, la hija de Herodías, causó la delicia de los comensales con sus danzas. Herodes, en un momento de entusiasmo, prometió darle a la joven todo cuanto pidiera; inclusive la mitad de su reino. Salomé consultó con su madre y, ante el consejo de ésta, la muchacha dijo:»quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció frente al pedido, ya que la figura de Juan el Bautista le infundía respeto y hasta una cierta veneración, pero para no quedar desairado ante sus invitados, mandó decapitar a Juan.
Mientras tanto, pasó el tiempo; Calígula es el nuevo emperador romano, quien destituye a Herodes y lo destierra en las Galias. Allí lo siguió Herodías, donde tiempo después, lo sorprendió la muerte.
PILATO. Es el arquetipo por antonomasia de los personajes que juzgan y condenan a Jesús. Jesús es devuelto por Herodes a Pilato. En este proceso, bien conocido por sus implicancias políticas, Pilato actúa de conjuez junto con el sanedrín y desde el primer momento se pone al lado del Maestro y en contra del sanedrín; tan es así, que el recibimiento que les hace es hosco y violento: «¿De qué acusáis a este hombre?» pregunta Pilato y los judíos molestos responden: «Si no fuera un criminal no te lo hubiéramos traído».
Después el proceso sigue una misma dirección, pero su falta de decisión lo va ha llevar más allá de donde era su voluntad y acabará por condenar a Jesús. Pilato quiere rehuir de su responsabilidad, en primer lugar, enviando al prisionero a Herodes con la disculpa de que Jesús era galileo y en segunda instancia, quiere aprovechar la tradicional costumbre de soltar un preso con motivo de la pascua, y así contraponer la figura de Jesús con la de Barrabás, un vulgar bandido y homicida; y, de esta forma, ante esta dispar opción, forzar a los judíos a que se inclinaran por Jesús. De nuevo falla la estrategia, y esta vez opta por castigar a Cristo con la flagelación, para excitar al pueblo a la compasión y poner al preso en libertad. Pero esta vez, con gran sorpresa suya, la muchedumbre pide para Jesús la pena de la cruz. Su insistencia para no condenar a Jesús era evidente; ya antes les había dicho a los judíos, a modo de argumento: «no lo he encontrado culpable de ninguna de las faltas de que lo acusan. Ni tampoco Herodes, pues nos lo ha devuelto».
Pilato, al fin cede, no sin antes lavarse las manos, en un gesto dramático, como señal de inocencia, y para vengarse de los acusadores, hace escribir sobre la cruz: «Jesús nazareno, rey de los judíos». El conflicto que plantea el juicio de Jesús, es el de la convicción sobre la inocencia de un hombre y la conveniencia de la conservación del puesto y los privilegios del funcionario romano. El diálogo entre Pilato y Jesús acerca de la autoridad, es uno de los pasajes más importantes que se recuerdan sobre el poder político.
Durante aquel diálogo, Pilato, procurador romano de Judea desde el año 26 al 36 d. de C., hace a Jesús su impredecible pregunta, que desde entonces ha seguido resonando a través de los tiempos: «¿Qué cosa es la verdad?». El último gesto de su actuación en el juicio que concluyó con la crucifixión de Jesús, fue conceder su cuerpo a José de Arimatea. Nada se sabe de la vida de Pilato anterior al nombramiento. Sucedió a Valerio Grato como gobernador de Judea. En su actuación de diez años demostró ser un funcionario bastante capaz, todo ello era puesto de manifiesto en variadas obras. Además de mantener el orden del país, su misión consistía en supervisar el cobro de impuestos. Y desde el primer momento de su gentión de gobierno, se distinguió por su desprecio y odio hacia los judíos.
Residía habitualmente en Cesárea, pero con motivo de la pascua, viajaba transitoriamente a Jerusalén; allí con toda probabilidad, habitaba en el palacio de Herodes, en la fortaleza Antonia que fue el lugar, en la plaza abierta frente al palacio, llamada Gabata, donde se llevó a cabo, según se cree, el proceso de Jesús.
Poco se sabe de su actuación después del juicio a Jesús. A causa de uno de los numerosos pleitos que en su conflictiva relación tuvo con los judíos, entre los cuales el más grave de todos, fue sin duda, el suscitado por la matanza de los galileos, años atrás, que debe haber ocurrido en el atrio exterior del templo y donde, según los judíos, mezcló la sangre de los ajusticiados con la de los animales que acababan de ofrecer en sacrificio.
Pilato viajó a Roma para rendir cuentas a Tiberio, pero éste murió antes de haber podido atender al ex gobernador. Esto sucedió durante el gobierno de Calígula en el Imperio. Una tradición recogida por Eusebio, sostiene que fue desterrado y confinado por este emperador, a las Galias -¿se habrá encontrado allí de nuevo con Herodes entrañado también en esta región de Europa tras los Alpes? – donde perseguido por los fantasmas del recuerdo del nazareno que condenó en la lejana Judea, se dice que se suicidó; pero otra antigua narración supone que, arrepentido, abrazó el cristianismo.
Pilato, que un día aciago preguntó a Jesús: «¿Qué cosa era la verdad?», tal vez en los últimos días de destierro haya encontrado la respuesta a su pregunta y haya conocido quién era la Verdad Suprema.
excelente!… la use para recordar en mi reunion de adolescentes y jovenes… lo usare para que muchos recuerden de que Jesus fue sustituto nuestro y como permitio todo por Amor a cada uno de nosotros… Gracias Pdre mio…Gracias Señor Jesus… Gracias por su ministerio y por enviarme dia a dia articulos que uso mucho en mis predicas…Dayna Stein Arroe
La verdad es que estos cuatro personajes no fueron los causantes de la muerte de Jesús. En realidad, ellos sólo fueron los brazos ejecutores. Los causantes de su muerte en la cruz, fuimos nosotros. Tú que lees este comentario, y yo. Nuestros pecados le llevaron allí.
Bendiciones
Otra vez de acuerdo Nicolas.. Nosotros fuimos el motivo de Su muerte.. así lo menciona el autor de Hebreos, y lo hizo «con gozo».. nuestra cindición necesitaba un perfecto sacerdote, una vez y para siempre, ya no más sacrificios..
en verdad los cuatro tuvieron en el proceso de enjuiciar y condenarle a muerte, los sacerdotes por no conocer al Señor como el mesias prometido y pilatos y los soldados por tener la autoridad de condenar o no a muerte al Señor y no lo liberera reconociendo que no habia culpa en el por su ambicion en el poder y por tampoco conocerle, cad uno tiene grado de culpabilidad por la muerte del Señor.
pero el culpable directo y principal fueron los tristes hijos de adan.
razon por la cual el Señor tuvo que venir para buscar a los perdidos y eston son todos los seres humanos que somos pecadores y por causa del pecado, El Señor por nosotros se hizo pecado y Dios juzgo en el Hijo el pecado de todos nosotros para que su sacrificio perfecto cual cordero debia morir y derramar su sangre preciosa en expiacion de nuestro pecado y siendo cumplida la justicia divina Dios le resucito de entre los muertos al tercer dia para nuestra justificacion.
en conclusion la cualpa es de todos los seres humanos sin ecepcion.
muy bueno el articulo