por RICHARD J. FOSTER
La única cura para el amor del poder es el poder del amor.
SHERRI McADAM
Si hay un poder que destruye, también hay otro que crea y que proporciona vida, gozo y paz. Ese poder supone libertad en vez de esclavitud, vida en lugar de muerte, transformación en vez de coerción. El poder creador sana las relaciones y da a todos el don de la restauración completa; es un poder espitirual que procede de Dios.
¿Cómo es ese poder creador? Piense en José: vendido como esclavo, echado en la cárcel…un caso sin esperanza. Sin embargo, lo vemos ascender hasta una posición de gran autoridad e influencia en la nación más poderosa de su época. ¡Qué peregrinación! En aquella posición, José pudo combinar el discernimiento espiritual con el poder político para prevenir una hambruna desastrosa. Luego llegó el día fatídico en que sus hermanos, los mismos que lo habían vendido como esclavo, fueron buscando un alivio contra el hambre.
Entonces José se enfrentó con la gran prueba del poder. Aquella habría sido una ocasión perfecta para la venganza; sin embargo, él prefirió utilizar su poder para la reconciliación. La Escritura nos cuenta que José se sintió abrumado de emoción y compasión al ver a sus hermanos: «No podía ya José contenerse…
Entonces se dio a llorar a gritos» y por último: «Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos» (Génesis 45:1, 2, 14, 15). He aquí una hermosa historia de relaciones sanadas por el ejercicio del poder creador.
Este poder creador es la fuerza que restaura las relaciones. William Wilburforce fue un político cristiano que utilizó el poder de su posición para ayudar a abolir el comercio de esclavos en el Imperio Británico. El beneficio de sus prolongados esfuerzos excede a todo cálculo. Muchas familias, por todo el frica, pudieron permanecer juntas gracias a que se había acabado con el horrible comercio de esclavos de Gran Bretaña. ¡Ah! ¡Pero se logró preservar las relaciones! Y ésta es una historia que podría repetirse vez tras vez contando con creyentes fieles, los cuales han tratado de aplicar creativamente el poder que Dios les ha dado en el terreno de la política y los negocios.
El empleo del poder para restaurar relaciones también forma parte de nuestro mundo personal y diario. La madre que resuelve un agravio entre niños está utilizando su autoridad para arreglar una relación quebrantada. El director de colegio que cambia unas reglas nocivas para los niños en el sistema educativo está infundiendo vida en el corazón de los alumnos.
El pastor que ayuda a dos miembros del consejo de la iglesia enfrentados a resolver sus diferencias, está utilizando su poder para producir sanidad en la comunidad de fe. El presidente de una compañía que corrige los costos excesivos del director de producción está usando su poder para restituir integridad y honradez al mundo de los negocios. Todos nosotros en nuestra vida diaria, nos enfrentamos con miles de oportunidades de utilizar el poder en servicio de la reconciliación.
¿Cómo es el poder creador? Piense en Moisés, quien comprendía como pocos la fuerza y la potencia de Egipto y que se vio obligado a huir de dicha potencia. Sin embargo, allá en el desierto, llegó a experimentar otro tipo de poder: el poder de Yahvé; y cuando volvió para enfrentarse al poder de Egipto, era una persona completamente distinta.
Había dejado su antigua arrogancia y, en vez de ella, tenía una combinación nueva de mansedumbre y confianza. Aquel fuerte imperativo de «Deja ir a mi pueblo» iba respaldado por los poderosos actos de Dios, los cuales hicieron caer de rodillas aun al poderoso Faraón. El resultado de ello fue la más dramática liberación de cautivos que jamás se haya dado en la historia humana.
El poder creador libera a la gente. Cuando Martin Luther King se opuso con firmeza al racismo norteamericano, millones de personas quedaron libres. Cuando los maestros despiertan en la mente de sus alumnos el gozo del descubrimiento, están utilizando el poder de su cargo para liberar. Cuando un hermano mayor emplea su ascendiente para fortalecer la autoestima de los menores, está utilizando su poder para hacerlos libres. Cuando los viejos patrones de comportamiento de la depresión o el temor son transformados por el poder de Dios, el resultado es la liberación.
¿Cómo es el poder creador? Piense en Jeremías, quien permaneció fiel a la Palabra de Dios en las circunstancias más deprimentes. Lo llamamos el profeta llorón y tenemos buenas razones para hacerlo. En una época en la que los dirigentes religiosos adaptaban su mensaje a los vientos políticos predominantes, Jeremías habló el Dabar Yahvé -la Palabra del Señor-. En el mejor de los casos, aquella palabra era de desaliento y de derrota, no de victoria.
El pueblo rechazó la palabra de advertencia de Jeremías y por eso fue perseguido. En una ocasión, el profeta fue echado en una cisterna y dejado allí para que muriera. Se nos dice que «…se hundió Jeremías en el cieno» (Jeremías 38:6b). En muchos aspectos, esta sencilla expresión define bien todo el ministerio de Jeremías: el profeta tuvo que ver cómo su amado país era vencido y destruido y su propio pueblo deportado como un botín de guerra.
Sin embargo, fue la enseñanza de Jeremías -quella misma enseñanza que el pueblo había desechado- la que capacitó a Judá para aferrarse a la fe en Yahvé durante los largos años de exilio. El pueblo había elevado su creencia acerca de la invencibilidad de Sión a la categoría de doctrina fundamental de su fe; y cuando Jerusalén fue destruida, todo su sistema doctrinal se vino abajo estrepitosamente. ¿Acaso no había prometido Dios que Sión no sería desvastada? ¿Dónde estaba Él mientras las hordas babilonias asolaban su tierra?
Pero Jeremías había insistido, una y otra vez, en que el carácter invencible de Sión se basaba en la obediencia al pacto mosaico; y que, puesto que ellos habían desobedecido a dicho pacto, Jerusalén caería. Dios no les había fallado al permitir que Sión fuese tomada; sino que eran ellos quienes le habían fallado a Él con su desobediencia.
Por último, Jeremías habló palabras de esperanza y de restauración y apuntó hacia un nuevo pacto futuro, que no estaría escrito en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón de ellos: «Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo» (Jeremías 31:33). Fue la tenacidad de Jeremías respecto a la verdad de Yahvé lo que capacitó a los judíos para conservar su fe en Dios cuando todas las palabras de confianza demostraron ser espurias.
Jeremías nos recuerda que hay ocasiones en las que el poder espiritual parece debilidad. La fidelidad es más importante que el éxito y la fuerza para permanecer fiel es ciertamente un gran tesoro. Tal vez la palabra del profeta a su siervo Baruc constituya un buen consejo para nosotros actualmente: «¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques» (Jeremías 45:5a).
Dietrich Bonhoeffer conoció ese poder de Dios que al mundo le parece debilidad y dijo: «Cuando Cristo llama a un hombre, lo convoca a venir y morir». Bonhoeffer sabía lo que significaba morir: él murió al yo, a todas sus esperanzas y sueños y, por último, lo hizo también físicamente, a manos de la guardia de Hitler. Pero, como nos recuerda la Escritura, «…si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto» (Juan 12:24).
El fruto de la vida y muerte de Bonhoeffer no puede calcularse. Todos estamos en deuda con él. Como ha dicho G. Leibholz: «La vida y muerte de Bonhoeffer nos han dado una gran esperanza para el futuro… Él ha obtenido una victoria para todos nosotros; una conquista -que jamás podrá malograrse- de amor, de luz y de libertad».
¿Cómo es el poder creador? Piense en la Iglesia primitiva reunida en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15). Se habían congregado para responder a una pregunta trascendental: ¿Podían los gentiles tener fe genuina en Cristo sin necesidad de conformarse a la cultura religiosa judía? Aquélla era una cuestión que hubiese podido dividir fácilmente a la comunidad cristiana. Sin embargo, al reunirse, y mientras hablaban y escuchaban, el poder de Dios se abrió camino produciendo una unidad de mente y corazón guiada por el Espíritu Santo. Milagrosamente, se dieron cuenta de que los gentiles podían vivir con fidelidad a Dios en el contexto de su propia cultura y que a los judíos les era posible hacer lo mismo.
De modo que la cautividad cultural de la iglesia quedó rota y los creyentes de todas partes pudieron recibirse unos a otros sin necesidad de hacer prosélitos para su propia cultura. Los reunidos experimentaron el poder unificador del Espíritu Santo.
El poder creador produce unidad. Cuando John Woolman se presentó ante la conferencia anual de los cuáqueros en 1785 y pronunció su conmovedor alegato contra la esclavitud, toda la organización, sin un sólo disentimiento explícito, acordó quitar esa práctica de su medio. Esta unidad de corazón y de mente no es fácil de encontrar; pero vale la pena buscarla. Si aprendiéramos a escuchar al Señor juntos en nuestro hogar, nuestra iglesia y en nuestro negocio, veríamos más de esa unidad del Espíritu. El mejor sitio para comenzar es la familia. El padre y la madre pueden contribuir mucho dando ejemplo en tales cuestiones.
¿Cómo es el poder creador? Piense en Jesús y en su ministerio de enseñanza y sanidad. Es ahí donde vemos la perfecta demostración del poder perfecto. Adondequiera que Jesús iba, los poderes de las tinieblas era derrotados, la gente se sanaba y las relaciones rotas quedaban restauradas. Los individuos eran vivificados en cuanto a Dios y los unos para con los otros, por medio del ministerio vivificante del Señor.
En la crucifixión, el poder creador alcanzó su cota máxima. Allá Satanás trató de utilizar todo el poderío con que contaba para destruir a Cristo; sin embargo, Dios transformó ese intento en el acto supremo de poder creador. En la cruz de Cristo se pagó el castigo del pecado y la justicia de Dios quedó satisfecha; por medio de dicha cruz, usted y yo podemos recibir perdón y experimentar la restauración de nuestra relación con Dios. Cristo murió por nuestros pecados y en esa muerte contemplamos el poder creador en acción.
Nuestra respuesta a ese supremo acto de poder es la gratitud. Se trata del amor divino que excede a cualquier otro amor; de un acto de poder al cual jamás podremos ni querremos reproducir. Simplemente le damos gracias a Dios por él. El verdadero perdón produce doxología; y el saber que Dios perdona verdaderamente todos nuestros pecados y nos recibe en su presencia, es un «gozo inefable y glorioso». La doxología en sí es poder: cuando vivimos agradecidos por el magnífico don divino, otros son atraídos al conocimiento de este gozo del Señor que supera todo lo demás.
Que bendicion, es la de recibir esta reflexion, hoy cuando todos los gobernantes de la tierra se encuentran abocados a obtener mas y mas poder, pero, para sus propios beneficios, oremos para que el Señor, toque sus corazones, y ponga su temor en ellos.-Gs.-Bendiciones al mil por nil.-
que verdaderos ejemplos de sujecion, obediencia, y fe!! gracias por todos estos testimomios de vida porq ellos fueron humanos como nosotros y no escatimaron a pasar angustias y hasta entregar sus propias vidas x amor a la verdad!! muy buena reflexion!!!
PRECIOSA REFLEXION, ES EL PODER CREADOR, TRANSFORMADOR DE DIOS QUE NOS DA VIDA CADA DIA… EXCELENTE, REALMENTE TOCO MI CORAZON. DIOS LES BENDIGA.
janet
Bien por esta reflexión. Dios los continue bendiciendo
Dios le bendiga hermano que buena la reflexion justo cuando necesitaba gracias por dejarse usar por el Señor
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hch 1.8