por MIGUEL ANGEL ZANDRINO
"Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo" (Juan 17:14-18)
ESTE PASAJE establece un enlace entre la Gran Comisión según San Mateo y la que hallamos en San Juan 20:21. "Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío".
Y aquí también como en Mateo, lo que Jesús dice al grupo pequeño de sus discípulos, lo dice al grupo grande que estaba en Jerusalén cuando vino el Espíritu Santo, como a los que fueron agregados a la iglesia por la predicación apóstolica, que comprobaron pronto que el mundo los aborrecía. Y es válido para todos los discípulos de la historia.
Pensamos que el peligro más grande que se cierne sobre el discípulo hoy, es el de ser tentado a vivir cómodamente, sin entrar en conflicto con el mundo. Un cristiano -uno que sigue a Cristo- no puede acomodarse al mundo. Necesariamente tiene que sufrir por ser cristiano.
"Nosotros tenemos la mente de Cristo", dice Pablo a los Corintios. Es lógico que nuestra forma de pensar, discrepe con el pensamiento de la sociedad que nos rodea. La mente de Cristo, nos ha sido dada desde el momento en que al creer en el Señor, recibimos la vida de Dios y una nueva naturaleza, pero todo esto como un germen que tiene que desarrollarse y crecer. Es necesario cultivar en nosotros la mente de Cristo.
Necesitamos presentar nuestros cuerpos a Dios, como un sacrificio constante en el que nos ofrecemos enteramente. En Ro.12 dice "sacrificio vivo", porque el culto del Nuevo Pacto es vivir la vida del Espíritu.
Es tener el Espíritu de Cristo, y vivir como el mismo Señor: en santidad, agradando a Dios.
Esto significa no conformarse a este mundo, sino transformarnos renovando nuestro entendimiento, ejercitando la mente del Señor, pensando como él, actuando como él, sirviendo, amando, ayudando y entregándonos como lo hizo el Señor.
Solamente una mente renovada, una manera de pensar diferente a la del hombre que vive bajo el dominio del diablo, puede comprobar que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.
En la oración sacerdotal el Señor pide: "Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad".
Es imprescindible que leamos la Palabra de Dios con oración. Es importantísimo que vayamos a la iglesia a recibir el mensaje de la Palabra predicada. Es necesario estudiar la Palabra de Dios. Esta palabra tiene que hacerse carne en nosotros. Es la que nos santificará y nos limpiará diariamente. Esta Palabra leída, meditada, escuchada, terminará entretejiéndose con nuestro pensamiento y haciendo cada vez más real la verdad de que "tenemos la mente de Cristo".
En Juan 15:3 Jesús nos dice a los suyos: "Ustedes están limpios por la palabra que os he hablado". Por eso en la oración sacerdotal insiste en pedir que seamos santificados por la Palabra. Y en Mateo 28 el mandamiento a los discípulos es de hacer nuevos discípulos, "enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he mandado".
La Palabra de Dios es viva, en nuestra intimidad, cambia nuestros pensamientos, limpia nuestra vida, ilumina nuestro camino, nos impide hacer el mal, nos impulsa a hacer el bien.
El discípulo está relacionado con aprendizaje. Nunca se termina de estudiar y de aprender en la vida cristiana. Somos perfectamente discípulos, porque nunca podremos alcanzar la infinitamente elevada meta de ser tales como Cristo fue. Pero al mismo tiempo el discípulo tiene que saber enseñar a los demás como lo hemos visto. Y sólo puede enseñar quien ha sabido aprender.
Es que el Señor nos ha enviado al mundo, con una función similar a aquella con la que él mismo fue enviado por el Padre. Y mientras el Señor no está en el mundo, sí lo está su iglesia, que es su cuerpo, del cual somos miembros. Y como miembros del cuerpo del Señor, debemos vivir en el mundo manifestándolo, siendo testigos suyos, viviendo como el vivió.
Pero eso dice Romanos 8:9-12 : "ustedes ya no viven apegados a la naturaleza humana, sino unidos al Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes… el Espíritu de aquel que resucitó de la muerte a Cristo Jesús… dará nueva vida a los cuerpos mortales de ustedes. Y tenemos la obligación de no vivir según la naturaleza humana. Porque si viven solamente de acuerdo con la naturaleza del mundo, han de morir; pero si por medio del Espíritu hacen morir lo que esa naturaleza hace entonces vivirán".
ESTAR EN EL MUNDO Y NO SER DEL MUNDO
Es difícil. En la sociedad moderna la tentación es grande. Y de hecho, muchos creyentes no viven impulsados por el Espíritu de Cristo. Los asuntos terrenales llenan su vida: familia, trabajo, responsabilidades sociales, motivaciones. Por supuesto que van a la iglesia. ¿Pero viven cada día de la semana, y cada momento del día, dependientes del impulso y el poder del Espíritu? ¿utilizan su tiempo y su dinero con objetivos cristianos? ¿comparten sus bienes, su tiempo, su interés, su preocupación con los demás? No
ser del mundo, significa pensar exactamente al revés de los demás. Caminar contra la corriente. Invertir la escala de valores.
Considerar como secundario lo que para la mayoría es primordial. Así, en lugar de anhelar ser poderosos, aprendamos a ser humildes. En vez de desear mandar, disfrutemos obedeciendo. Más bien que ser servidos, optemos por servir. En un mundo en que priva el egoísmo, seamos generosos. Obedezcamos los mandamientos del Señor, particularmente el de amar a todos, aun a nuestros enemigos. Cuando nos aceche la tentación de sentirnos orgullosos por haber hecho alguna obra, que sintamos el dolor por nuestras debilidades e infidelidades.
Una actitud así, puede causar admiración en ciertas oportunidades. Pero seguramente que causará viva irritación y nos aborrecerán, porque el contraste producirá una reacción violenta de todos los que viven en las tinieblas y tienen temor de la luz que irradiamos. Así aborrecieron a Jesús.
Pero podremos cumplir el objetivo por el cual estamos en el mundo, de ser embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros. Pues, en las tinieblas del mundo hay quienes desean encontrar y conocer a Dios. Y nosotros representamos la única esperanza para ellos, en la medida en que manifestemos su Espíritu en nosotros. Como dice en Filipenses 2:14-16 "Que nadie encuentre en ustedes ninguna culpa ni falta, sino que sean hijos de Dios sin mancha en medio de la gente mala y perversa".
Ustedes brillan entre ellos como estrellas en un mundo oscuro, al llevarles el mensaje de vida.
hoy fue que tuve tiempo para revisar este correo y me ha parecido muy interesante y edificante y se que que va aser de bendicion para mis discipulos cuando les enseñe esto que estoy aprendiendo muchas gracias que DIOS LE SIGA LLENANDO DE SABIDURIA para que siga edificando a otros.