por ALEJANDRO CLIFFORD
«Y su rostro era como el de un ángel…»
Cuando falleció Harold St. John varios de sus amigos, en notas necrológicas, coincidieron en aplicar esa descripción del rostro de Esteban al hermano glorificado.
Es que St. John vivía muy cerca del Señor. Sus relaciones con él se asemejaban a las de los grandes místicos de antaño. Tenía los pies bien colocados sobre la tierra, mientras ponía la vista en las cosas de arriba y cumplía con singular fidelidad con el vasto ministerio que Dios había puesto en sus manos.
Nuestra Argentina tuvo el privilegio de contar con la presencia de St. John durante varios años. Le vemos actuar en Buenos Aires y en Córdoba en la década 1910-1920, con algunos viajes a Bolivia y Paraguay.
Fue compañero inseparable de Guillermo Payne, quien se deleitaba en frecuentar el trato de ese amigo que había logrado como muy pocos, vivir en continua comunión con Cristo. De las largas veladas de Estudio Bíblico celebradas en el hogar de los Payne en Boulevard Guzmán en Córdoba, surgió la idea de preparar una concordancia greco-española del Nuevo Testamento.
St.John conocía el griego tan bien como su lengua materna, y los dos amigos comenzaron con entusiasmo el trabajo hasta casi completarlo. Lo terminó algunos años más tarde el hermano Hugo Petter, de Buenos Aires. La actividad de St. John en la Argentina, fue seguida de unos años en una Escuela Bíblica de las asambleas en Brasil, y más tarde un ministerio de enseñanza que lo llevó por todo el mundo.
Nunca ha habido entre nosotros otro expositor bíblico de su calibre. Su conocimiento de las Sagradas Escrituras y su vida de oración eran excepcionales. Su amigo Alfredo Jenkins nos contaba en cierta ocasión, que antes de dar una serie de exposiciones sobre Isaías, St. John leyó cuarenta veces la profecía. El profesor F.F.Bruce, con admiración siempre lo llamaba «El Maestro».
Amigo de los niños, de los ancianos de todos, de todo el mundo, la presencia de St. John en una casa la llenaba de paz, de alegría y de genuina santidad, sin ninguna santurronería de ninguna clase.
En este número de COMPROMISO cristiano tenemos el placer de publicar «La Crisis del Discipulado: El Sectarismo «, trabajo en el que St. John muestra la singularidad de su pensamiento.
¡Quiera Dios que nos sirva de real inspiración!