por Gilberto Colosimo
"El que confía en mí… de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo Jesús del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él". Jn. 7:38-39
UNA DE LAS MISIONES fundamentales del Espíritu Santo es la de comunicar al creyente y por extensión a la Iglesia el Poder de Dios. Esta actividad del Espíritu permite que el múltiple Poder de Dios llegue como una especial bendición a compartir la vida y el ministerio de sus hijos.
Hasta donde alcanza nuestra fe y seamos consecuentes con el divino Dador, hasta allí obtendremos la plenitud del Espíritu Santo, es decir, el Poder que nos dará una vida y un servicio útiles a la humanidad.
Cuando investigamos lo que enseña la palabra de Dios y observamos la influencia del Espíritu Santo en los primeros cristianos, caemos en la cuenta de que en verdad vivimos vidas gélidas y carentes de vigor espiritual, por la ausencia de la fuerza y el Poder que Dios quiere manifestar en nosotros.
En Juan 14:12 hallamos que Jesús dijo: "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; aún mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo".
Cuando observamos la pobreza de nuestro ministerio y lo cotejamos con la esperanza de Jesús, nos damos cuenta que debemos caer de rodillas llorando y pidiendo perdón. ¡Estamos impidiendo que Jesucristo haga las obras que lleven gloria al Padre!
Vayamos a la Palabra, estudiemos la Palabra, cumplamos la Palabra y confiemos en el Dios de la Palabra. Ella es el instrumento de las múltiples operaciones del Espíritu Santo, ¡su propia Espada!
Y es también la simiente que el Espíritu vivifica y hace germinar.
Lamentablemente hay quienes magnifican al Espíritu, pero ignoran la Palabra; otros aprecian la Palabra pero ignoran el Poder de Dios transmitido por el Espíritu. Lo primero es fanatismo, lo segundo, ignorancia. La correcta actitud consiste en reconocer el Poder instrumental de la Palabra, por medio de la cual el Espíritu obra, y el Poder viviente y personal del Espíritu Santo, que ilumina la Palabra y enriquece nuestra vida.
La multiplicación de iglesias apáticas, inactivas, es dolorosa evidencia de la falta del Poder del Espíritu Santo. Recuerden a Laodicea, cuyo triste ejemplo se repite permanentemente: iglesia cómoda, donde había lugar para todo… menos para el Señor. El estaba a la puerta, llamando y diciendo: "Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré…" El drama de nuestra época es: ¿Le dejarán entrar?
La visión de ministerios débiles, dones adormecidos, vidas no entregadas, creyentes fracasados, comprueba claramente que el Espíritu no puede obrar.
Una Iglesia sin la presencia predominante del Espíritu Santo es talento escondido por temor al peligro; una iglesia con acción vivificante del Espíritu es sal de la tierra y luz del mundo.
Un cristianismo nominal, apenas una buena religión entre muchas otras; un cristianismo que evidencia el Poder arrollador del Espíritu Santo es la viva expresión de Jesucristo actuando hoy; es el Cuerpo de Cristo (La Iglesia) moviéndose a impulsos de su Mente.
La enseñanza de la Iglesia dada sin el Poder del Espíritu Santo es palabra hueca, letra fría, plagada de falsos legalismos, droga aletargante, sueño mortal. La enseñanza entregada con la iluminación esclarecedora del Espíritu es alimento santo que nutre el alma, da calor al corazón, tonifica al espíritu y despierta el fuego de la fe.
La evangelización sin la intervención del Espíritu Santo es torpe proselitismo, venta de ilusiones, máquina de emociones, que produce movimiento y ruido pero no conversiones. La evangelización con la manifestación del Espíritu Santo es brazo de Dios que aún no se ha acortado para salvar; es salvación en la tierra y fiesta en los cielos; es Palabra que desciende de los cielos; es Palabra que desciende y no vuelve vacía, sino que hace todo lo que Dios quiere, y es prosperada en aquello para lo cual la envió.
La oración sin el Espíritu es simple petición; que da gracias sin gratitud; es discurso que enumera lo que Dios hace o da. La oración en el Espíritu Santo es corazón que adora, alma que alaba e intercede, vida que se emociona al recordar lo que el Señor es.
La comunión ajena al Espíritu Santo es relación de cofradía, club religioso, tonta especulación; la comunión armonizada por el Espíritu Santo es pueblo separado, comunidad consagrada, santa convocación.
"Es hora de levantarnos del sueño"; de romper los esquemas asfixiantes que impiden la acción del Espíritu Santo; de sacudir nuestras motivaciones incoloras, y de entregar definitivamente nuestras vidas para que el Espíritu Santo las amolde a su designio. Es hora ya de sacudir cualquier costumbre o tradición malsana, que nos encasille en una aparente religiosidad y nos incapacite para cumplir los objetivos que Dios asignó a nuestra vida y a nuestra iglesia. Es hora ya de renovar nuestra oración pidiendo fervientemente a Dios que destruya nuestra autosuficiencia y nos despierte real ansiedad por ver en nuestra iglesia las maravillosas operaciones del Espíritu.
Porque la Iglesia cumplirá su misión trascendente cuando produzca obras espirituales; cuando se consubstancie con los planes de Dios para cada tiempo, lugar, esfera, cuando irradie el pensamiento eterno de Jesucristo; cuando los cristianos demuestren palmariamente haber nacido de nuevo; cuando el testimonio ante el mundo sea claro y coherente; cuando la esencia de la fe reemplace a las formas de los credos; cuando esa fe se muestre por medio de las obras, y cuando lo espiritual tenga preeminencia sobre lo temporal.
Todo esto seguramente no sucederá si el Espíritu Santo no sopla con fuerza y aun con violencia sobre la Iglesia, y barre con todo lo sucio, espúreo y negativo! ¡Todo esto será vana ilusión si los cristianos no renunciamos a los valores materiales y no nos adecuamos a la voluntad de Dios! ¡Todo esto será imposible si no presentamos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, si no dejamos de conformarnos a este siglo, si no nos transformamos por medio de la renovación de nuestro entendimiento, y estamos decididos a comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta!
¡Quiera el Señor bendecirnos y resplandecer en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la Gloria de Dios en la faz de Jesucristo! ¡Y que nosotros decidamos vivir por las mismas causas por las cuales Cristo murió!
me alegra muchisimo tener este bloc donde puedo descubrir cada vez algo de DIOS he aprendido y ademas me sirve para refleccionar cada vez mejor para enseñar a los mios
espero recibir su ayuda en DIOS
MUCHAS GRACIAS
MONICA MARGOT
DIOS LES BENDIGA GRANDE MENTE LO SIGUIENTE ES PARA DECIRLES Q ESTA PREDICA LEI FUE DE GRAN BENDICION ESPERO Q ME HAGAN LLEGAR MAS PORIFS GRACIAS