Hemos mencionado lámpara y aceite y velas. Es decir luz. Y El
Espíritu Santo es luz de Dios que nos ilumina. En el Evangelio de
Jua encontramos las enseñanzas de Jesús a sus discípulos que les
dió la noche que fuera entregado. Entre otras cosas les dice:
Cuando venga El Espíritu va a convencer al mundo de que son
pecadores, de que hay un camino recto, y de que Dios los va a
juzgar…Cuando venga El Espíritu de verdad, él les enseñará toda
la verdad; porque no hablará por su cuenta, sino que dirá todo lo
que oye, y les hará saber todas las cosas que van a suceder
(Jn.16:8-14).
En Efesios 1:15-19 Pablo hace una oración que debiéramos repetir
para nosotros cuando abrimos la Palabra de Dios: Pido el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les dé sabiduría
espiritual para entender su revelación y conocerlo mejor. Pido
Que Dios ilumine la mente de ustedes para que sepan cuál es la
esperanza a que los ha llamado, y cuán gloriosa y rica herencia
Dios da a los que suyos, y cuán frande y sín límite es su poder,
el cual actúa en nosotros los que creemos.
Juan en su primera carta capítulo 2:27 dice: El Espíritu mismo
les enseña todas las cosas, y sus enseñanzas son verdad y no
mentira. Así pues, sigan viviendo unidos a Crtisto, como les
enseña el Espíritu.
Estos y otros pasajes nos demuestran que El Espíritu Santo es la luz de Dios que ilumina el entendimiento del hombre. Cuando se predica el evangelio y hay personas que desean conocer a Dios, que no están satisfechas con lo que el mundo les da, que son concientes de su trascendencia, obra en ellos el Espíritu Santo. Les da un sentimiento de culpa, les hace sentir su arrepentimiento, les muestra a Jesucristo quien es el camino recto, y pone en ellos la fe al tiempo que los impulsa a creer en Cristo y recibirlo en sus vidas. Y el mismo Espíritu en ellos llegta a ser la vida de Dios. Recordemos esto cada vez que predicamos el evangelio, y no olvidemos que este Espíritu continuará siempre iluminando nuestro entendimiento al leer y escuchar la Palabra de Dios, tanto en nuestra intimidad, como en la predicación en la Iglesia.