En la década del 60, comienzan a aparecer importantes novedades en el campo de la Medicina que, con el tiempo, llevan a la aparición de una nueva disciplina: la Bioética. Entre estas novedades se destacan diferentes técnicas de sustitución de funciones orgánicas vitales: diálisis y transplantes renales, respiración asistida, técnicas de reanimación, desfibrilación, alimentación parenteral.
Unidades de Terapia Intensiva, monitoreo del medio interno. Todo este arsenal de técnicas y prácticas ha “medicalizado” el tramo final de la vida, y hasta ha redefinido la muerte como “muerte cerebral” permitiendo diagnosticar como muertas a personas a las que aún les late el corazón, y que de acuerdo con la definición clásica, están vivas. Se plantean así, problemas éticos nuevos: ¿quiénes deben ingresar a estos planes de soporte vital?, ¿a quiénes se los debe excluir cuando los recursos no alcanzan?, ¿cuándo se deben desconectar los respiradores?, ¿se deben tener en cuenta sólo los criterios de los médicos o también la voluntad de los pacientes? y ¿qué papel desempeñan en la toma de decisiones los familiares, las entidades financiadoras y el Estado?.
Son aún más inquietantes que estas tecnologías del final de la vida, las que permiten la manipulación en el comienzo: ingeniería genética, inseminación artificial, fecundación in vitro, transferencia de embriones, diagnóstico prenatal y otras que permitirían la práctica de la eugenesia. Aquí los planteos serán: ¿qué principios éticos deben regir la actividad médica en estos dominios?, ¿cómo decidir qué es bueno y qué es malo en esta sociedad pluralista? y otras preguntas que surgen desde el campo de la investigación, de la práctica médica, de los futuros padres y en fin, de la sociedad.
La revolución tecnológica que mencionamos al comienzo ha desembocado en otra revolución, ética, de la autoridad en la toma de decisiones. Tradicionalmente se aceptaba que el médico decidía qué convenía a cada persona y en segundo lugar la familia. Hoy se va imponiendo el criterio de que esa prerrogativa corresponde principalmente al paciente. Es esta una característica de la medicina actual; el fenómeno de emancipación de los pacientes y su mayor protagonismo en la toma de decisiones, ya no permite el retorno a la situación anterior. La Bioética se plantea así, en base a cuatro pilares básicos que constituyen el paradigma bioético: Los antiguos principios de Beneficencia (El médico debe procurar el bien a su paciente) y No maleficencia (Se debe evitar perjudicar) aparecen ahora al lado de la Justicia (Distribución justa de los recursos) y la Autonomía (Respeto a la libertad y autodeterminación del paciente).
Desde el comienzo la religión hizo su aporte al desarrollo del marco ético en el que debía actuar la nueva ciencia. Posteriormente, el proceso de secularización de la Bioética, relacionada entre otras cosas, con la necesidad de dar respuestas a cuestiones particulares de miembros de una sociedad pluralista, provocó la participación cada vez más comprometida de los filósofos. Las religiones cuentan, por su misma esencia, con una ética práctica bien desarrollada en dos dimensiones; por un lado la dimensión horizontal o moralidad concreta, y por otro lado la dimensión vertical de la espiritualidad, aunque estas ventajas puedan suponer una cierta desventaja al mismo tiempo: la de inducir a la rigidez para reflexionar sobre lo nuevo. Por el contrario, los filósofos debieron “bajar” de la abstracción y el análisis a la arena de lo concreto, de la praxis. De esta manera, la filosofía se ha ido transformando cada vez más en una ciencia aplicada.
En la actualidad la Bioética se ejerce a través de comités que tienen la particularidad de ser multidisciplinarios, están formados por abogados, sociólogos, psicólogos, filósofos, sacerdotes y pastores, además de médicos e integrantes del equipo de salud. Estos comités funcionan en hospitales, dando apoyo a investigadores, médicos y terapeutas en general que solicitan orientación, a la Dirección de la Institución y a pacientes o familiares. También hay comités que asesoran a Comisiones Legislativas, jueces y políticos en general.
Conclusión
En el momento actual la Bioética se ha constituido en una ciencia con independencia y autonomía. El ejercicio de esta disciplina, hoy secularizada, exige que los cristianos deban prepararse para trabajar en este marco. Por ello debemos partir de principios bíblicos trascendentes que permitan ser aplicados hoy y no basarnos en dogmas de cincuenta o de quinientos años atrás. La irrupción de herramientas cada vez más poderosas en manos del hombre, ha provocado la ya mencionada “bajada” de los filósofos de la abstracción a lo concreto. Los cristianos no debemos seguir el camino inverso: escapar de resolver cuestiones prácticas “elevándonos” a la comodidad de citar principios que se cristalizaron cuando aún ni se soñaba con el avance de la Técnica y la Ciencia a los niveles actuales.
En cierto sentido, sí creo que el imperativo del momento es elevarnos, pero para pasar por encima de lo construido desde el Renacimiento. Debemos repensar la Teología, rehacer una Antropología y hacer que éstas, respondan a las preguntas de nuestro tiempo.
Bibliografía:
Diego GRACIA GUILLEN. Artículos varios y apuntes de clase.
Courtney S. CAMPBELL. “El significado moral de la religión para la bioética” del libro “BIOÉTICA Temas y perspectivas” OPS 1990.
me parece valiosimo este articulo para nosotros como lideres religiosos. No podemos seguir indiferentes frente al avance de la ciencia, ya que muchos de los cristianos estan involucrados en esos campos pero sin una insidencia desde sus creencias porque les han faltado las orientaciones adecuadas y el estimulo de parte de nosotros como lideres religiosos para vinculen su fe con la vida y para que esa fe sea fermento de una nueva sociedad que promueva lla vida iluminada por los valores del Evangelio.
Estoy muy de acuerdo con lo citado sobre «la elebación de algunos cristianos para escapar a la resolución de cuetiones practicas»; pero hablando de medicina siempre está latente el peligro de transgredir esa linea fina entre lo ético y lo no ético.
Siempre a favor de la vida.