por ALEJANDRO CLIFFORD
UN VIEJO AMOR, no se olvida ni se deja…, reza una canción, vieja también. Un viejo amor que no he olvidado ni dejado, es España. Comenzó cuando a los cuatro años aprendí a leer en tomos encuadernados de «El Evangelista» de Barcelona.
Siguió cuando mis mejores amigos de infancia eran dos hermanos de Laredo, evangélicos españoles a la antigua; fuertes, combativos, rectos; cuando en una tarde tormentosa tuve, desde la cubierta de un barco, mi primera vista de la costa gallega; cuando leí «Los Hermanos Españoles» y más tarde descubrí «Los Heterodoxos», de Menéndez y Pelayo. Continuó cuando aprendí de memoria las Rimas de Becquer; cuando comencé a estudiar literatura española.
Cuando conversé en diversas oportunidades por razones de trabajo con Ramón Pérez de Ayala, con Juan González Aguilar, con Ricardo Baeza, con Manuel de Falla en su retiro de Alta Gracia y con don Salvador de Madariaga a la hora del té en su residencia de Oxford. El contacto personal con estos grandes españoles fortaleció mi viejo amor.
Más importante fue el contacto diario con hermanos evangélicos residentes en la Argentina. Y el punto culminante fue cuando en mi primera visita a España -la primera de una serie- conocí al querido Ernesto Trenchard y a un pequeño grupo de magníficos amigos que me relacionaron con el movimiento evangélico español. Y el viejo amor tuvo tal vez, su Nunc Dimittis cuando en junio tuve una de las mayores experiencias de mi vida: el asistir al Congreso Ibérico sobre Evangelización.
El Congreso Ibérico sobre Evangelización -CISE `74- fue eso: un Congreso ibérico. ¿Una perogrullada? ¡Quizás! Pero en el campo evangélico a veces nos dan gato por liebre. Algunos encuentros latinoamericanos, por ejemplo, resultan «latinoamericánous», manejados por algún «establishment» foráneo y por sus fieles cipayos nativos.
En Madrid nada hubo de eso. Había visitantes norteamericanos, ingleses y alemanes, pero el Congreso, en su organización y en su desarrollo fue español y portugués. Vimos trabajar hermanados a españoles y a misioneros. Y trabajaron bien. Como debe ser.
¿Cómo olvidar el alegre gentío que llegaba al Palacio de Congresos de Madrid, cantando, riendo, gozándose del lugar, del compañerismo en el Señor, y de la nueva libertad? ¿Algún recuerdo? ¡Son tantos! El de esa muchacha que en una esquina le mostraba pasajes bíblicos a un guardia civil.
O de esos dos guardianes que escuchaban atentamente a un tercero, que les leía lentamente un folleto de invitación a las reuniones públicas del CISE. El del magnífico coro, dirigido con maestría por Virgilio Vangioni. El coro de los portugueses. El cuarteto español. Los solistas. Me gustan los spirituals negros. Pero creo que en CISE se abusó de ellos en las presentaciones musicales. ¿Dónde estaba esa rica tradición musical lusitana e hispana?
Dos voces jóvenes y muy diferentes entre sí, se hicieron escuchar en CISE: las de Samuel Escobar y Luis Palau, hispanoamericanos ambos, y también hispanófilos. ¡Es que por estas tierras de América abundan los hispanófobos! Nuestro gran Sarmiento fue uno de ellos. ¡Y Unamuno decía que el odio sarmientino a España era algo muy español!
Asistí a una reunión en que se habló de literatura. Alguien hizo una crítica mordaz de las traducciones sudamericanas, y señaló la necesidad de que el traductor conozca bien el idioma original y el castellano: ¡Esta sí que es una verdad de perogrullo!
Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo. Pero no puedo dejar de sentir agradecimiento hacia quienes, sin ser genios de la traducción trabajaron arduamente para que pudiésemos poseer buenos libros en español. Si en América latina hubiésemos tenido que esperar hasta formar estilistas evangélicos, no hubiésemos tenido ni libros, ni revistas, ni folletos. Nuevamente se trata de «lo que tengo, te doy». Y nadie puede dar más.
Yo hubiese deseado que, con la misma indignación empleada para con los malos traductores, se hubiese fustigado a los plagiarios y copistas, y que se nos hubiese explicado que la omisión de las comillas en un escrito es un grave pecado. Y que es un pecado que se comete en Latinoamérica… y también en la España evangélica.
Entre los más de mil participantes había un hombre que, modestamente, como uno más, asistía a todas las sesiones. Disertó en una de éstas sobre «La Evangelización en el Derecho Positivo». Lo cierto es que los evangélicos españoles deben a este hermano más que a ninguna otra persona las condiciones actuales de libertad.
Durante años ha defendido sus derechos ante el gobierno, en cuyos círculos es muy respetado. Es el Dr. José Cardona. Si hay un español a quien los evangélicos de todo el mundo debemos un monumento, ese español es el querido Cardona. Lo vimos en CISE, contento, dando gracias a Dios por todas sus bendiciones.
Como en todo Congreso, hubo reuniones «extraoficiales» de gran interés. Asistí a varias. La más memorable para mí fue un almuerzo en un antiquísimo restaurante de la Plaza Mayor, en el que nuestro anfitrión fue Juan Antonio Monroy, y comimos y charlamos con él, José María Martínez, José Cardona, Plutarco Bonilla, Samuel Escobar y yo.
Hablamos de todo, y muy particularmente de la página impresa que a todos nos interesaba. Durante el Congreso se realizó una notable exposición de libros evangélicos, que dejó admirados a los inspectores del Gobierno, que tuvieron palabras de gran elogio para los protestantes españoles.
Un simpático personaje de las comedias radiales argentinas de hace veinte años, el viejo gaucho don Bildigerno, visitó Europa. A su regreso se le preguntó cuál había sido su mayor impresión. Sin vacilar el viejecito respondió: «Fue en Inglaterra. ¡Ver a los ingleses trabajando con la pala y el pico!» (En esa época todos los ingleses de la Argentina eran jefes).
Pues bien, una de mis mayores y mejores impresiones de Castelldefels fue ver al misionero norteamericano y decano de la Escuela, don Jaime Fasols y a un grupo de jóvenes connacionales suyos, trabajar de sol a sol -y era un sol rajante- como fontaneros y albañiles, metidos en un gran pozo excavado por ellos mismos.
Mientras tanto, muchachitas rubias encaramadas peligrosamente en frágiles escaleras pintaban puertas y paredes. Empiezo a creer que la teología de Castelldefels será muy buena. Con un director como Carballosa y un decano como Fasols, no descuidarán los alumnos sus libros, pero nunca serán librescos, y practicarán lo de «a Dios rogando y con el mazo dando».
En mi viaje de vuelta, tomé en Madrid un avión cuyos pasajeros eran en su mayoría judíos argentinos que volvían de Israel. Hablaban en castellano y en idisch. Había también varias familias israelíes, que se entendían en hebreo. Tuve una extraña emoción al escuchar en un jet a 10.000 metros de altura, a gente que hablaba la lengua de los Salmos («Si subiere a los cielos, allí estás tú…»). La emoción fue mayor cuando escuché que repetidas veces un niñito de unos cuatro años, se dirigía al padre, diciéndole «Abba».
Recordé agradecido mi relación con el Padre, expresada con ternura por un «Abba», relación que me había permitido gozar de comunión cristiana en Madrid, Lausana y tantos otros lugares de la tierra.
Es bueno compartir las experiencias, pero considero que esta es un poco vacia, se supone que el espacio es para relfexiones mas profundas; y sé que de todas estas experiencias mencionadas pero ninguna explicita, se puede haber hecho una reflexión muy buena y profunda; es bueno saber cuantas personas alrededor del mundo nos unimos para realizar buenos actos y compartir sabidurias, pero es el acto o la sabiduria que nos dejan la enseñanza. Depronto este equivocada, pero soy una persona que me gusta leer en el devocionario un punto mas concreto, tomaria a partir del titulo la siguiente enseñanza, cuando conoci al Señor y tuve toda esta experiencia, vi que no existen fronteras y que al pasar el tiempo, su amor cada vez es mas fuerte y grande, por lo tanto, ese viejo amor que nos enseño, crece cada día más. De todas formas, gracias por mostrarnos las fronteras que traspasa la palabra del Señor.
Bueno, me parece apasionante el conocer mucha gente en cada una de los viajes que se nos pueden presentar, quedar impresionado con las presentaciones, mensajes, sean buenos o casi buenos, pero creo que en el Señor no hay viejos amores, pues en él se pueden renovar cada día, el amor hacia los pueblos, las gentes y sobre todo hacia su persona, «un viejo amor», además de traer nostalgia, puede arruinar una nueva relación. Creo que su recorrido mental hacia sus visitas le han traído buenos recuerdos y lo felicito por mencionar o dar a conocer las cosas magnificas que otros hacen en pro de la obra de Dios en la tierra. Me motiva a seguir su ejemplo… Dios le bendiga siempre
linda experiencia , pero creo que seria mas interesante ver todo esto con la perspectiva que Dios quiere, no con ojos del hombre , sino con la vista del entendimiento, Dios nos habla y muestra todas las cosas , que nos habra querido decir o mostrarme con todos los eventos del hombre ??? sera que faltó la presencia de Dios ? o hemos puesto los ojos en las figuras humanas por su trayectoria o dedicacion, a quien exaltamos por las maravillas hechas, sera que miramos mas (al menos por estos comentarios o experiencias) a la altura de nuestros ojos y poco hacia los cielos ?? Dios es y debe ser siempre lo mas importante en nuestra vida y nuestras experiencias, …experiencias en el Señor… , no en el hombre ni en paises o eventos realizados por hombres…que al final algunos solo buscan la fama o el renombre…. Os comparto con toda humildad en el Señor : 2ºTimoteo 4 : 1-5 .
Bendiciones y un abrazo en nuestro señor Jesucristo.-
QUE DIOS LES BENDIGA NO ES POR CRITICAR POR CRITICAR, MUY POCO PROFUNDO LA REFLEXION Y MUCHA PALABRERÍA. DEBEMOS SER MAS CONCRETOS AL EMITIR UNA REFLEXION.
LA PALABRA DE DIOS, ES CONCRETA MÁS NÓ CON VUELTAS Y VUELTAS.
QUE EL SEÑOR JESÚS LOS GUARDE.