Introducción
"El cristianismo debe descubrir que, en un sentido sorprendente, el pensamiento religioso se halla inextricablemente ligado al pensamiento histórico".
EL ANTIGUO TESTAMENTO nos habla claramente de la historia como fluyendo hacia un fin. El Dios de los hebreos es el Dios de la historia, y todas las promesas dadas a los patriarcas, a Abraham y a los profetas, apuntan a una meta.
Israel es libertado de la esclavitud en Egipto para habitar en la Tierra Prometida. Pero se trata de una tierra que hay que conquistar y, para lograrlo y consolidar la presencia de Israel en esa tierra, el pueblo tendrá que seguir las instrucciones precisas, contenidas en la Ley. Desobedecer las leyes del Señor representará recibir las consecuencias de haberse alejado del camino trazado para que constituyan un pueblo especial, diferente a todos los otros pueblos. En la singularidad de Israel se funda el proceso de la Revelación.
Dios no elige arbitrariamente un pueblo entre los demás pueblos de la tierra, sino que lo forma a partir de Abraham y Sara, y por la línea de la familia de Jacob. Este pueblo crece en el dolor de la esclavitud en Egipto y a través de su historia, será el receptor de la Revelación de Dios a la humanidad.
Dios no se revela masivamente al pueblo, sino a los profetas, hombres elegidos por él, hombres dotados de una fina sensibilidad para escuchar su voz. Percibir la revelación, exige del profeta una participación activa y una actitud adecuada, lograda en un largo y a veces doloroso proceso de preparación. Dios elige al profeta y habla con él, preparándolo progresivamente para la experiencia trascendente de oír su voz cada vez con mayor claridad.
Pero los acontecimientos de la vida de Israel, están entretejidos con la historia de la Revelación y son acontecimientos trascendentes, de manera diferente de como lo hace por la predicación de los profetas.
Cuando se establece el reino, y David primero y Salomón después ocupan el trono, se cumplen parcialmente las promesas hechas a Abraham. El reino establecido llega a ser poderoso, rico e influyente entre los demás de la tierra. Pero David mismo, profetiza que el Señor de la historia los conduce a un fin más glorioso: el rey, su trono y el reino, son figuras de una realidad suprema hacia la que los conduce la historia. David espera y presiente el Día del Señor.
Luego viene la división del reino y parece que comenzará a fracasar el futuro hebreo. Se establece al norte el reino de Israel, formado por diez tribus, y al sur el reino de Judá. Pronto se descubre que ambos reinos marchan hacia el fracaso. Sobre todo, Israel deja de reconocer a Dios como el Señor de la historia, olvida las palabras proféticas antiguas y no escucha a los profetas contemporáneos. Deja de ser el pueblo singular que profesa una religión pura, comienza a rendir culto a la naturaleza y llega a ser como todos los pueblos vecinos. Los profetas predicen la destrucción de Israel.
Mientras, sin ser tan extremada la rebeldía de Judá, también cae en la idolatría de los cultos a Baal y Astarté, dioses de las fuerzas naturales y de la fecundidad. Y los profetas, ahora predicen también la derrota de Judá, pero la profecía incluye ahora la posterior restauración. Y estas profecías de la restauración, siempre miran más allá que el regreso del exilio y la reocupación de la tierra, pues señalan el Día del Señor, la meta de la historia, cuando se cumplirá la redención definitiva de Dios para su pueblo. La restauración territorial de Judá es un primer cumplimiento inmediato de las profecías, como una figura del pleno cumplimiento que tendrá lugar cuando llegue el Día del Señor, oportunidad en que Dios visitará a los hombres y establecerá su Reino con su nuevo pueblo redimido.
Sentido y fin de la historia
En el Antiguo Testamento, la historia nunca es caprichosa ni cíclica. Tiene un sentido direccional, y se encamina hacia un fin que es el Día del Señor.
El concepto de que la historia no es cíclica, lo hallamos claramente expresado en toda la Biblia. Dios conduce siempre los acontecimientos de los pueblos de acuerdo con sus propósitos. No es solamente el Señor de la historia de Judá e Israel, sino que es el Señor de la historia de todos los pueblos, a los que frecuentemente utiliza como instrumento de juicio para otros pueblos y aun para juicio de su propio pueblo.
Tal vez, uno pensaría diferente, al leer las reflexiones del Eclesiastés. Pero precisamente, éstas son las reflexiones del hombre natural que asimila el proceso cíclico de la vida: el día y la noche, la secuencia de las fases lunares, la sucesión de las estaciones, y generaliza lo que ocurre en la naturaleza al fluir del tiempo, tal como lo ve en el sol, las lunaciones y las primaveras que se repiten indefinidamente, aplicando este concepto a la historia.
Pero la historia no puede entrar en esta analogía de la naturaleza, porque lo que cuenta en ella son los hombres, los pueblos, la humanidad. Cuando Judá e Israel pusieron su atención en las fuerzas naturales, cayeron en la idolatría, precisamente por olvidar que Dios es el Señor de la historia. No son los acontecimientos cósmicos los que determinan la historia, sino las relaciones humanas, y los pueblos son los instrumentos del Señor para construir la historia y conducirla a sus fines.
En realidad, el concepto cíclico de la historia ha sido la manera tradicional con que los hombres de todos los pueblos han interpretado la historia, y las frases del Eclesiastés han sido una constante: la historia se repite, los acontecimientos de hoy volverán a suceder mañana y se repetirán indefinidamente; no hay nada nuevo bajo el sol.
En un sentido, que la historia tenga sentido y meta, representa una forma moderna de concebirla. De una manera particular Karl Marx enfatizó el hecho de que la historia tuviera sentido y que condujera a la humanidad a un destino determinado. Pero al hacerlo, no descubría nada nuevo. Su entorno judeo cristiano naturalmente lo había familiarizado con el pensamiento bíblico de que la historia es lineal.
Que la historia tenga sentido y meta es algo claramente establecido en toda la Biblia, y Marx toma este concepto rectilíneo de la historia tal como lo encuentra en la Escritura, interpretando su desarrollo con una filosofía particular: el materialismo histórico.
En el pensamiento del Antiguo Testamento y de hecho también en el Nuevo el sentido y fin de la historia es escatológico: apunta hacia el fin, hacia donde Dios conduce a la historia, al advenimiento de las últimas cosas. La presencia e intervención de Dios en la historia, le da a ésta su significado.
Toda la historia de la Revelación está preñada de las irrupciones de Dios en la vida de los hombres y de los pueblos. De una manera especial, los profetas manifiestan la intervención del Señor en Israel, y en una forma absoluta se manifiesta en la encarnación de Dios en Jesús de Nazaret. Dios se hace historia en Jesucristo, y esto representa la irrupción total de Dios en la historia de la humanidad, precisamente como el cumplimiento de los tiempos. Así lo dice el Evangelio de Marcos (1.14 15): Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.
Entonces ¿es contradictorio este concepto rectilíneo de la historia y las reflexiones del Eclesiastés? Pensamos que no, pues en este libro hallamos al hombre meditando en su condición limitada, tratando de resolver con sus recursos los problemas trascendentes, intentando hallar con sus razonamientos la solución de los misterios de la vida y de la muerte.
Recordemos que un poco más adelante dirá que el fin de los hombres y las bestias es el mismo: todos terminan en el sepulcro. En capítulo 9.1 3 dice: tiempo y ocasión acontece a todos. Es decir que el hombre es prisionero del tiempo y de las circunstancias que lo superan. Tiempo y ocasión acontece a todos, porque el hombre es incapaz de interpretar el valor del tiempo. Recién al terminar el libro hallamos que una luz nueva ilumina al predicador en las conclusiones de los versículos finales del capítulo 11 y en el 12. Sobre todo, lo que expresan las palabras que representan la conclusión a que ha llegado el autor: "El fin de todo el discurso es éste: teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o mala".
Y esta alusión al juicio de Dios nos plantea la meta de la historia: el Día del Señor, que es a la vez de salvación y de juicio.
que el gran día del señor venga pronto porque estamos viviendo tienpos muy difisil para el cristiano
que el gran día del señor venga pronto a buscarnos porque estamos viviendo tienpos muy difisil para el cristiano
gracias hermanos por esta serie de apocalipsis me es de gran bendicion ya que acabo de leer ese libro y hay cosas que no me quedaron muy claras espero que me sigan mandando estos articulos tan valiosos gracias una vez mas que Dios los bendiga ricamente.
gracias por compartir estas palabras tan hermosas…. le pido a Dios que llene a su pueblo de fortaleza mientras se acerca su llegada…
Gracias! estos estudio an sido de bendicion a mi vida. Espero en Dios que podamos poner en pratica en este nuevo año lo que desde el pincipio nos estado diciendo, porque el dia del Señor esta cercano y viene por su novia! Me gozo leyendo estos estudio de manera muy especial y aprendido cosas que no endendia del libro de Revelaciones, Gracias a Dios primeramente y a ustedes.