Por el DIRECTOR
Querido Juan:
Esta vez hemos querido que reflexiones con nosotros acerca de la muerte. Esto es algo que no solamente vale la pena hacer cuando uno está llegando a viejo, porque la muerte puede sorprendernos en cualquier tiempo de la vida. Si visitas el cementerio, encontrarás al leer las lápidas muertos de todas las edades, y muchos tendrán tu misma edad. Si lees la sección necrológica en el periódico, hallarás lo mismo.
En realidad para un cristiano detenerse a pensar en la muerte es saludable, para mantener fresca y viva la esperanza luminosa de la resurrección. ¡Cómo transforma la palabra del evangelio algo tan terrible en una esperanza tan consoladora! Es claro que no se trata meramente de una filosofía o especulación acerca del significado de la muerte.
Se trata de un acontecimiento, de algo que sucedió. Se trata de que Jesús, que fue muerto por los hombres que desearon expulsarlo de la historia, venció a la muerte con su propia muerte, y resucitó, haciendo participar al hombre de su victoria. Por fe en Jesucristo recibimos vida de Dios, que es eterna, y sabemos que cuando el Señor vuelva, habremos de resucitar también nosotros, para tener como él un nuevo cuerpo de gloria y para no morir más. Le veremos como él es, seremos como él, y viviremos con él en la nueva tierra, en donde mora la justicia.
Vale la pena también recordar que para Jesús afrontar la muerte, representó una experiencia terrible. La noche que fue entregado dijo a los suyos: «Mi alma está muy triste, hasta la muerte» y el evangelista agrega que comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera. En Hebreos dice que fue oído por su reverencial miedo. Es que la muerte es el diablo.
Y para el Autor de la Vida, no podía haber nada más terrible que penetrar en el reino de la muerte. La muerte es el salario del pecado, y Jesús fue santo y justo, y por lo tanto no podía morir. Solamente asumiendo nuestra maldad e injusticia la muerte pudo hacer presa de él.
No podemos entender cuánto habrá significado para su santidad perfecta, su pureza, la limpieza de su alma, entrar en contacto con la inmundicia del pecado de toda la humanidad, y morir bajo su terrible peso. ¡Con razón comenzó a angustiarse en gran manera y a entristecerse ante la inminente perspectiva de la muerte! Pero aunque en la tremenda angustia de la cruz exclamó «Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado?», al morir proclama la victoria obtenida en el grito: «¡Consumado es!» Y allí, la muerte quedó vencida, porque nuestra maldad y culpa fueron deshechas, y como dice Pablo, el aguijón de la muerte es el pecado.
Para nosotros por lo tanto, aunque la muerte sigue siendo un enemigo, y no podemos sino que estremecernos ante su presencia, es un enemigo vencido. Y morir representa estar con Cristo, dormir en el Señor, disfrutar de la bienaventuranza de los que mueren en el Señor, anticipando la gloria de la resurrección.
¿No es cierto, Juan, que no hay un mensaje más luminoso que el del evangelio? ¿No nos sentimos enriquecidos al reflexionar acerca de la muerte? Quiera Dios que así sea con todos los lectores de este número de Compromiso.
Te saluda fraternalmente el Director de la Escuela Bíblica Evangélica.
Muy hermosa la meditacion, y nos lleva a estar agradecidos a nuestro Señor al saber que el se humillo hasta lo sumo para redimirnos. Dios los siga bendiciendo y a traves de Ustedes todos quienes podemos leer estas reflecciones.
le agradezco por esta reflesión ya que nos enseña como Jesus vencio todo en la cruz del calvario y somos redimidos por su preciosa sangre, gracias nuevamente y que Dios todo poderoso los bendiga para seguir edificando a su pueblo espero recibir su correo muy pronto nuevamente. atentamente sonia.
Una meditación tan profunda sobre la muerte, a la luz del Evangelio de Cristo, no hace sino iluminar nuestra conciencia en relación con un tema que no deja de infundirnos temor y estremecernos: nuestro propio fin.
Sólo la fe en la misericordia de Dios expresado en su perdón ante el arrepentimiento sincero, nos abre las puertas de la esperanza que nos trajo Jesucristo en su Evangelio, que el autor de la carta predica con tanta propiedad.
Gracias