Estimado Director:
Lo felicito por el tema que aborda en este número. Usted sabe, o supongo que debe saber, que la autoridad es un concepto que se presta a muchas confusiones, y también a muchos manejos «non santos».
Sobre la vigencia del tema le quiero comentar estas situaciones: la primera está vinculada a la crisis de autoridad en la relación padres-hijos. La razón, creo yo, es muy compleja y no debemos sacar concluciones rápidas y condenatorias para ninguna de las partes, sobre todo si tomamos en cuenta que no es sólo un problema de falta o exceso de autoridad -aunque se dan casos de ese tipo- sino más bien de la incomprensión de las realidades de cada uno, producto de la incomunicación.
El mundo actual cambia tan rápidamente, que de generación a generación, las personas hablan idiomas, y viven en mundos diferentes. Por eso es que, como padres, tenemos que estar muy actualizados para que no nos pase lo que me decía un amigo al que le gustaba filosofar: no hay que perder el último vagón de nuestro propio rejuvenecimiento, si no pasamos rápidamente a la categoría de seniles. ¿Sabe usted cuál era el último vagón del tren de la vida al que se refería mi amigo filósofo?: comprender a nuestros hijos adolescentes.
Bueno -me dirá usted- estamos de acuerdo con ese asunto del tren y todo lo demás, pero ¿Qué hay de mi responsabilidad como padre para que mi hijo, al cual me esfuerzo por comprender y brindarle independencia, camine por un camino de bien?. Ese es un tema que lo dejo para que lo resuelva usted, yo sólo le doy una pista: la autoridad y el amor se llevan de maravillas.
Ahora quiero plantearle el de la autoridad en la iglesia. Aquí tampoco se haga ilusiones de que le dé fórmulas simples. Conozco de todo: pastores tiranos con sus congregaciones que reclaman conductas que ellos no cumplen y, por otra parte, congregaciones que tratan despóticamente a sus pastores, se sienten con el derecho de mandarlos, meterse en su vida privada, y exigirles lo imposible. En realidad estos casos tienen una clave en común: el mal uso del poder.
Por eso creo que es bueno que al leer este número de «Compromiso», reflexionemos sobre el tema, y revisemos individualmente nuestra actitud; ya sea que seamos padres o hijos, pastores o miembros de la congregación, o patrones o subalternos. A cada cual le toca asumir algo de sumisión, y también ejercer algún grado de autoridad. Y esta alternancia es la que nos va a dar la clave del equilibrio. El que se encierra en uno solo de estos esquemas, ya sea sumiso o autoritario, le está errando feo a la realidad.
Y aunque usted tiene fama de autoritario, espero que esta vez no lo ponga en práctica conmigo, y publique esta carta.
Su desautorizado amigo,
Desiderio
Me parece acertado en lo que se refiere a que la autoridad se lleva bien con el amor, porque la utoridad la da Dios y dios es amor, queremos autoridad en la iglesia participemos todos, e iniciemos dandole autoridad a Dios sobre nosotros para que caminemos conforme a su voluntad
Muy buena reflexión sobre la autoridad. Los cristianos debemos estar claro que la autoridad verdadera proviene de Dios, y a ella, se interpone la de Satanás, de esa forma trata de destruir la obra de Cristo. Debemos cubrirnos de la autoridad divina y la del evangelio, lo contrario simplementes somos carnales no convertidos, lo digo para ambos lados, patores y miembros. De ello tengo la experiencia muy cercana en el tiempo. No es bueno revelarse contra Dios y su amor, eso siginifica que dormiremos hasta el juicio a los impíos. La voluntad de Dios la encontraremo cuando seamos verdaderos lectores y hacedores de su Palabra. Dios bendiga.
GRACIAS ADIOS POR SUS REFLEXIONES, LA AUTORIDAD Y EL AMOR Y NUESTRA FORMA DE SER, COMO SERES HUMANOS Y ENTREGA ADIOS HACEN DE ESTE QUE NUESTROS HIJOS NOS RESPETEN NOS VALOREN ,Y VEAN EN NOSOTROS UNA AUTORIDAD PERO LLEVADO POR LOS CAMINOS DEL DIOS QUE ES EL TODO SUPREMO, Y ESTO HACE QUE ELLOS APRENDAN Y ENTIENDAD ENTRE LO BUENO Y LO MALO SIEMPRE LLEVADOS POR EL ESPIRITU SANTO