por RICARDO ZANDRINO
En este artículo el autor analiza distintos niveles desde los cuales el cristiano no puede eludir una responsabilidad crucial: cuidar la creación de Dios.
El mundo resultó más bello desde la luna
Cuando en 1969 el hombre llegó a la luna, se produjo un fenómeno sorprendente: en ese momento la ciencia tenía la certeza de que comenzaría una nueva etapa de conquista del espacio extraterrestre, el asentamiento en los astros de nuestra galaxia, en viajes interestelares.
Pero ocurrió algo distinto, casi lo contrario de lo esperado. Al tomar distancia del planeta tierra y asentados en la luna, los astronautas, y todos los habitantes que observaban por televisión y luego en magníficas fotografías, descubrieron la extraordinaria belleza de nuestro mundo luminoso y celeste.
Estas imágenes contrastadas con el frío y opaco paisaje lunar marcaron a fuego a la humanidad. Comenzó entonces con extraordinaria fuerza un propósito hasta entonces considerado vagamente como un tema secundario: ¡Debemos cuidar la tierra, protegerla de contaminación, respetarla. Allí tenemos todo en abundancia y generosidad!
Como un artista que da un paso atrás para observar en perspectiva el cuadro o la escultura que está realizando, el ser humano dio este «paso atrás» y observó su mundo y comprobó como repetía Dios en la creación, que lo que teníamos «era bueno» en gran manera.
Todos se sintieron con derecho, y casi la obligación de opinar. ¡No podemos dejar estos proyectos exclusivamente en manos de la ciencia, el mundo nos pertenece a todos!, dijeron los más comprometidos. Otros pensaron: «¿Adónde nos lleva el progreso de las grandes industrias que sin ningún respeto contaminan los ríos cristalinos? ¿es esto progreso o locura destructiva? ¿quién detiene a los poderosos desconsiderados, como «locos con carnet» (al decir de J.M. Serrat) que juegan con la salud de toda la humanidad?
Muchos cristianos comenzamos a reconsiderar conceptos tradicionales de la mayordomía. ¿Qué función les correspondía como individuos y comunidad, respecto al mandato que Dios le dio al hombre en Gén. 1:27-30.
«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos;
llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del
mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que
se mueven sobre la tierra.
Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla,
que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que
hay fruto y que da semilla; os serán para comer.
Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los
cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que
hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.»
Propongo que como cristianos podemos aportar al tema de la ecología desde tres niveles. El primero es el plano individual, el segundo como parte de la comunidad de la iglesia, y el tercero desde la política.
Primer Nivel : El efecto susurro.
Lao Tse, el escritor de la milenaria sabiduría china, elaboró esta reflexión que llamó: El efecto susurro.
¿Quieres ser una influencia positiva para el mundo?
Primero, pon orden en tu vida. Asiéntate en el principio único de manera que tu conducta sea íntegra y eficaz. Si así haces, ganarás respeto y serás una influencia poderosa.
Tu conducta influencia a otros por el efecto del susurro. El efecto del susurro es eficaz porque todos tienen influencia en todos. La gente poderosa tiene poderosa influencia.
Si tu vida funciona, influenciarás a tu familia.
Si tu familia funciona, tu familia influenciará a la comunidad.
Si tu comunidad funciona, tu comunidad influenciará al país.
Si tu país funciona, tu país influenciará al mundo.
Si tu mundo funciona, el efecto del susurro se repartirá por el cosmos.
Recuerda que tu influencia empieza en ti y surge de ti como un susurro. Por lo tanto, asegúrate de que tu influencia sea a la vez potente e íntegra.
¿Cómo lo sabré?
Todo crecimiento avanza hacia afuera de un núcleo potente. Tú eres un núcleo.
(1)
Todo comienza conmigo mismo en el proceso de reconciliación con Dios, el prójimo y la creación. Al recomponer las relaciones que fueron rotas con el pecado original, se empieza un proceso expansivo de ocupación y preocupación por nosotros, nuestros semejantes y «nuestra casa».
El mandato cultural que le dio Dios a Adán y Eva en Génesis 1:28, que he citado anteriormente, se lo vuelve a repetir a Noé luego de la caída (Génesis 9:1-3).
«Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les di jo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra.
El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados.
Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo».
De modo que la tarea de transformar la natura en cultura con responsabilidad y sensibilidad no fue sólo para el Edén, en un mundo perfecto y obediente a los designios del hombre, sino también para la creación, que sufrió las consecuencias del pecado y que produjo espinas y una rebeldía hacia el ser humano (a partir de ahora deberá sudar para hacerla producir).
Quizás el primer paso sera despertar la sensibilidad individual por la creación. Sorprenderse por el trinar de un pajarito, detener nuestro paso apresurado en la ciudad para observar a una flor, descubrir con nuestros hijos y, a través de su renovada frescura, el espontáneo encantamiento que la naturaleza ejerce.
De lo pequeño, una avispa, a lo majestuoso, las cataratas o el océano, todo es bello y nos habla del delicado amor del Dios Creador que continúa renovando su obra, y ella respondiéndole con dependencia y gratitud.
«¡Cuán innumerables son tus obras,
oh Jehová!
Hiciste todas ellas con sabiduría;
La tierra está llena de tus beneficios.
He allí el grande y anchuroso mar,
En donde se mueven seres innumerables,
Seres pequeños y grandes.
Allí andan las naves;
Allí este leviatán que hiciste para
que jugase con él.
Todos ellos esperan en ti,
Para que les des comida a su
tiempo.
Les das, recogen;
Abres tu mano, se sacian de bien.
Escondes tu rostro, se turban;
Les quitas el hálito, dejan de ser,
Y vuelven al polvo.
Envías tu Espíritu, son creados,
Y renuevas la faz de la tierra.»
(Salmo 104:24-30)
El dolor y enojo que nos producirá estar ante el espectáculo de un río contaminado, será un derivado de nuestra sensibilidad a lo creado, y de allí nacerá también nuestro compromiso. No sólo seremos observadores sensibles y embelezados, sino denunciaremos y actuaremos para defender lo que Dios nos legó, en una actitud de obediencia a sus mandatos.
Segundo nivel: La iglesia debe decirle sí a la vida.
Desde la iglesia como cuerpo, como un organismo vivo y latente en medio de la sociedad en la que está inserta, y que si bien se diferencia de ella pues pertenece a otro Reino, no debe desentenderse de su tarea de mayordomía. No sólo debe ser la voz que denuncia cuando en el barrio o el municipio se viola la ecología, sino que a través de la acción promoverá que cada miembro sea un agente en el cuidado de «la casa» que Dios nos dio.
La tarea de la iglesia está relacionada a la misión de ser la conciencia de la humanidad que reclama frente al derroche, y la destrucción desenfrenada. Debemos comenzar a pensar y a actuar con sentido ecológico. A que mientras se mantenga la amplia disparidad entre la riqueza y la pobreza, la iglesia estará con la conciencia intranquila. Deberemos evitar todo derroche, no sólo por solidaridad con los pobres, sino también por respeto al medio ambiente vivo.
¿Tiene la iglesia un aporte distintivo que hacer al debate ecológico? ¿Cuál es nuestra doctrina al respecto? John Stott responde a esta pregunta: «En efecto, creemos que Dios creó la tierra y le encomendó su cuidado al hombre, y que un día la recreará, cuando cree ‘un cielo nuevo y una tierra nueva’. Pues ‘toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora’.
Sus gemidos se deben a la ‘esclavitud de corrupción’ y la consiguiente frustración. No obstante, cuando llegue el fin compartirá ‘la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Es decir, la esclavitud será reemplazada por la libertad, la corrupción por la gloria, y su dolor por el gozo del nacimiento de un nuevo mundo (Rom.8:19-22).
Estas dos doctrinas relativas al principio y al fin de la historia, la creación y la consumación, tienen profundas consecuencias para nuestro pensamiento. Nos hacen respetuosos de la tierra, de toda la creación material, puesto que Dios la ha creado y la recreará.» (2)
Tercer nivel: Ni exaltación ni defenestración de la tecnología; cada cosa en su lugar.
Es el que, seguramente, está reservado a un grupo más reducido de personas en posición de influencia. Desde aquí, la opinión y la acción de una mente y un corazón cristiano pueden cambiar el curso al que nos lleva el ritmo actual de contaminación y destrucción de la naturaleza. En este nivel es importante actuar con buen criterio y discernimiento, no despreciando la ciencia y la tecnología, sino apuntando a una correcta y ética utilización de ella.
Las causas de la nueva preocupación en el problema ecológico son tres, especialmente en su relación uno con otro: el crecimiento demográfico, el agotamiento de los recursos y la tecnología incontrolable.
Alvin Toffler, autor del conocido libro «La tercera ola», escribe un artículo titulado «El hobby de los tecnófobos» (Diario Nación suplemento cultural 23/agosto 1992), en el que critica la actitud fanática de ciertos ecologistas que utilizan un movimiento genuino para confundir y crear desconfianza.
Dice Toffler: «El arma principal de los ecologistas fanáticos es la agregación: amontonan todas las tecnologías como si no hubiera diferencias fundamentales entre ellas. En el mejor de los casos, pecan de ingenuidad intelectual; en el peor, de deshonestidad. Lo cierto es que las tecnologías no son todas iguales; provocan efectos muy disímiles en el ambiente, algunos buenos, otros malos».
Vivimos en un mundo complejo y que requiere respuestas inteligentes y creativas, y sobre todo, lo que la ciencia necesita y solicita del pueblo cristiano, son respuestas sobre la utilización ética de los nuevos descubrimientos que el hombre ya no puede manejar.
¿Qué respuesta daremos desde la perspectiva de la cruz de Cristo a tales temas? Citamos nuevamente a John Stott quien propone al respecto: «Al ejercer nuestro dominio recibido de Dios, no creamos los procesos de la naturaleza, sino que cooperamos con ellos. Se desprende claramente de Génesis 1 que la tierra fue creada fértil antes de que el hombre recibiera el mandato de llenarla y sojuzgarla. Es cierto que el hombre puede hacerla más fructífera. Puede limpiar, arar, regar y abonar el suelo.
Puede colocar las plantas bajo vidrio para aprovechar mejor el sol. Puede hacer manejo de suelos con rotación de cultivos. Puede mejorar el ganado mediante la cría selectiva. Puede obtener cereales híbridos con muy buenos rendimientos. Puede mecanizar la cosecha y la trilla con la utilización de la segadora-trilladora. Pero en todas estas actividades simplemente está cooperando con las leyes de fertilidad que Dios ya había establecido. Es más, el penoso trabajo que el hombre experimenta en la agricultura, por causa de la maldición de Dios sobre la tierra (Gn.3:17), sólo modifica pero no anula su constante cuidado del suelo con la «bendición» de Dios (Sal.65:9ss)». (3)
Oremos, pues, como pueblo cristiano para que Dios nos utilice en cualquiera de estos tres niveles en los que nos toque actuar, y despertemos a un mundo que está en la locura de un proceso de autodestrucción.
(1) «El Tao de los líderes», de John Heider, 1986, Edit. Nuevo Extremo, pág. 107.
(2) «La Fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos», de John Stott, 1991, Edit. Nueva Creación, pág. 137.
(3) «La Fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos», de John Stott, 1991, Edit. Nueva Creación, pág. 130.
excelente reflexion sobre un tema tan actual y que nos afecta a todos por igual, desde una perspectiva biblica tenemos mucho que aportar al mundo si comenzamos desde nosotros mismos en nuestra responsabilidad de ser luz y sal, influenciando nuestra comunidad positivamente,creo que este es un tema que expuesto biblicamente desde el pulpito puede lograr despertar y concientizar el pueblo de Dios a actuar en favor de nuestro querido y maltratado hogar: LA TIERRA
No habia visto la tierra de ese modo, …de arriba, la verdad Dios nos dió un tesoro que salio de sus manos para que lo cuidáramos, pero no entiendo como Dios puso una inteligencia en nosotros para comprender el infinito amor que Dios nos tiene, al ponernos en un lugar tan hermoso, Y AL CONTRARIO EL HOMBRE DESTRYTE Y DESTRUYE ESE ESPACIO HERMOSO QUE dIOS NOS DIÓ PARA VIVIR. A Noe prometió nunca más ponerf la mano sobre la tierra, pero somos nosotros su imagen y semejanza que lo hacemos.
EXCELENTE ARTICULO, Y MUY OPORTUNO PARA REFLEXIÓN EN EL PAPEL QUE NOS TOCA JUGAR COMO CRISTIANOS EN LA DEFENSA DE LA CASA QUE EL SEÑOR NOS HA DADO, RECOMIENDO TRATAR MÁS TEMAS AL RESPECTO. ENHORABUENA AL ESCRITOR RICARDO ZANDRINO. DIOS LE BENDIGA.