por JAMES M. HOUSTON
En forma creciente, la gente se preocupa por sí misma como persona. La protesta existencial, las reacciones a las abstracciones científicas acerca del hombre, temores de pérdida de identidad a manos de la organización -todo indica su preocupación. Así, nuestro tiempo tiende a exagerar tanto el individualismo como a la masificación. Hay oportunidades sin precedentes para que el individuo «haga lo suyo propio» a nivel material, educacional y emocional. Pero el individualismo es insensible a la singularidad de los otros; no participa en el diálogo ni el genuino encuentro de una persona con otra. La masificación, por otra parte, da por sentado que sólo existe una multitud sin rostro y una mera conformidad. Encerrados entre estas tendencias, los valores personales son prontamente mutilados y destrozados.
El hombre vive en un amplio campo de relaciones, de lo pequeño a lo más grande: la familia, el barrio, la ciudad, el país, el mundo. ¿Cómo pueden preservarse los valores personales en un contexto de tales dimensiones? Hoy se supone que el ser importante, y el tener éxito y poder constituyen el ídolo principal. Y, como señalara E.F. Schumacher, lo pequeño es hermoso. ¿Cómo puede formarse una persona en una cultura masiva que homogeniza el este y el oeste en una tecnología y urbanismos global?
No hay respuestas fáciles para tales preguntas, porque siempre vivimos en esta tensión. Necesitamos cuidarnos de la seducción de la «grandeza» y el espíritu tecnocrático de ministerios cristianos «exitosos» que acepten sin reflexión las capacidades de organización como un sustituto de los atributos que el Nuevo Testamento señala para los pastores. Tales atributos no son las pautas morales reduccionistas de la máquina, sino resultados de la verdadera relación hacia Dios y hacia los hombres. Al mismo tiempo necesitamos manejar como mayordomos de Dios todas las facilidades de la vida moderna.
La Biblia se enfrenta al individuo con un llamado personal que se da además en el contexto de las naciones. Abraham fue llamado personalmente para ser el fundador de una nación en la cual serían bendecidas todas las naciones de la tierra. Moisés fue libertador de un pueblo esclavo. Los profetas fueron llamados a ser mensajeros políticos en su tiempo. Los discípulos de Jesús fueron preparados individualmente para ir al mundo con el Evangelio. La fe cristiana, entonces, no es para individualistas, ni tampoco para quienes pierden su identidad en la organización, sino para personas genuinas en Cristo Jesús, cuya dimensión de vida está limitada pero cuyo impacto es global. Algunas ideas bíblicas pueden servirnos de guía en esta tensión de ámbitos de acción:
1 – Puede ser que el mandato bíblico de amar a nuestro prójimo no es sólo una necesidad de caridad, sino una definición de la condición de seres creados, que no podemos ser otra cosa en el espacio y el tiempo. Es prerrogativa de Dios amar al mundo; ningún humano puede hacerlo.
2 – Jesús alimentó a la multitud, pero huyó de las masas. La primera es una necesidad global que debemos enfrentar, la última es una fantasía que distorsiona en mucho la realidad contemporánea. Jesús ministró primeramente a grupos pequeños o individuos, quienes por su cuenta fueron enviados al mundo como genuino pueblo de Dios.
3 – Una persona cabal es fortalecida por un coherente concepto de vida. Para el apóstol Pablo era el gozo y la responsabilidad de ser en Cristo – intelectualmente, emocionalmente, en su totalidad. También muchos de nosotros somos cristianos inestables a causa de una doble mente – cristiana y secular – al mismo tiempo. Así no se puede ser genuino pueblo de Dios.
4 – La personalidad se alimenta por los profundos niveles de comunicación, de tal modo que «la Palabra de Dios more en abundancia en vosotros». Esto demanda honestidad y humildad porque nada está más expuesto que la íntima comunicación.
Demasiados cristianos hacen grandes alegatos del Evangelio y ellos no pueden cumplirlos para sí mismos.
5 – Nuestros espíritus individualistas y masificados de hoy necesitan de la compasión para contrarrestar la pasividad de la indiferencia. Muchos sufren innecesariamente porque somos demasiado temerosos, demasiado inadecuados, para llegar a otras vidas con un toque de curación.
Necesitamos acción voluntaria en muchas áreas para humanizar la burocracia de la tarea asistencial del estado y para suavizar la impersonalidad general de las organizaciones. «Por el mismo Cristo -dice el apóstol- abunda también nuestra consolación» (2 Corintios 1:5). La vida cristiana nos ubica en la tensión de vivir personalmente y actuar globalmente. Es posible permanecer, no por la fe en la técnica, sino por la vida en Cristo Jesús. De otra manera, estaremos en peligro de ver muchas empresas cristianas secularizadas por nuestras tecnologías.
considero que esta reflexión que hace James son acertadas en algunos aspectos. Si bien es cierto que hemos sido llamados a vivir una vida sencilla, de humildad, vivir sin egoísmo, en otras palabras no podemos vivir una tan polarizada, sino ser ecuanime, nosotros no somos grandes por lo que somos, pero Dios si nos ha hecho grandes en su reino sin rayar en la autoexaltación y el egocentrismo. Cuando los cristianos nos profundizamos en la palabra , entonces sabremos cuál es el papel que tenemos que desarrollar. no podemos huir de las masas por que a ellas tenemos qie llegar con el mensaje de esperanza a través de Cristo.
Es necesario esforzarnos en vivir sobre estos principios biblicos
El artículo es bueno, sin embargo, no comparto cuando dice: «Los profetas fueron llamados a ser mensajeros políticos en su tiempo», ya que según la Biblia Dios no tiene mensajes políticos, como lo tienen algunos seudo pastores y seudo apostoles, hambrientos de poder, de dinero y de protagonismo. Reitero el artículo es bueno en su contexto, y tampoco estoy sugiriendo que el autor sea parte de las personas que mencioné. Gracias.
Estimado JAMES M. HOUSTON, Gracias por su reflexión.
No se deje afectar por los comentarios de quienes no entienden o no quieren entender.
Estimado Alfredo Vargas, el autor del artículo, JAMES M. HOUSTON dice claramente: La vida cristiana nos ubica en la tensión de vivir personalmente y actuar globalmente.
Por lo que no hay contradicción alguna, en su mensaje.
Si bien debemos actuar sobre la masa, debemos cuidar de no caer en una despersonalización masiva a la que el diablo quiere empujar a la Iglesia.
Estimado Espartaco, todo mensaje que intenta cambiar la sociedad es en sí mismo político, aunque no se fundamente en conceptos políticos sino religiosos. ¿No cree que el mundo cambiará cuando Cristo gobierne?
¿No entiende que gobierno es una palabra que tiene que ver con la política?
Los comentarios deben hacerse después de una lectura minuciosa y una meditación reflexiba sobre lo que se lee.
Bendiciones a todos.