Por GILBERTO COLOSIMO
"Todo lo que pienso y todo lo que escribo y todo lo que espero
halla fundamento en el Señor Jesucristo, quien es la única
esperanza para nuestra humanidad descarriada".
William E. Gladstone
Ciertamente nuestra esperanza cristiana está afirmada en el Señor
Jesucristo. El mismo constituye "nuestra esperanza" pues cuanto
él ha dicho la ha despertado y cuanto ha hecho le ha justificado.
Todos los creyentes, recordando su "vendré otra vez y os tomaré a
mí mismo" aguardamos ansiosos su regreso. Anhelamos impacientes
el día cuando "el Señor mismo con su voz de mando, con voz de
arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero. Luego… los que hayamos
quedado seremos arrebatados…para recibir al Señor en el aire, y
así estaremos siempre con el Señor" "Gemimos dentro de nosotros
mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo".
Nuestra salvación será consumada y comenzaremos a goar plenamente
la vida eterna,"la cual Dios, que no miente, prometió desde antes
del principio de los siglos".Esta vida se caracterizará tanto en
extensión como en calidad, se desarrollará en un ámbito diferente
y en condiciones distintas que no le es dado al hombre expresar.
Es verdad que los que hemos creído tenemos ya la vida eterna,
pero el disfrute cabal lo alcanzaremos cuando arribemos al
instante desde el cual "el tiempo no será más". Entonces la
esperanza que ha alentado nuestra vida dejará paso a la realidad
concreta, cuando habremos visto cumplidas todas las promesas de
nuestro bendito Señor. "Porque la esperanza que se ve no es
esperanza; porque lo que alguno ve ¿a qué esperarlo?". Entretanto
"esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos".
"Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a
cara. Ahora vemos en parte; pero entonces conoceremos como fuimos
conocidos". Mientras aguardamos el retorno del Señor, nuestro
espíritu descansa apoyado en los tres dones que Dios nos ha
concedido para ir anticipando lo invisible: "la fe, la esperanza
y el amor". La esperanza cristiana mira hacia el futuro. El
creyente observa cada acontecimiento con la convicción de que lo
acerca más al desenlace esperado (Lc.21:28-31).
El énfasis del
Nuevo Testamento es que debemos aguardar con expectativa el
regreso del Hijo de Dios. El Señor Jesús instó a velar "porque no
sabéis a que hora a de venir vuestro Señor". El Apóstol Pablo
declaró: "El Señor está cerca – el tiempo es corto – es ya hora
de levantarnos del sueño – porque ahora está más cerca nuestra
salvación que cuando creímos – La noche está avanzada y se acerca
el día".
Este espíritu de expectación constituyó la característica
dominante de la iglesia en sus dos mil años de historia. Nos han
faltado los escépticos y los burlones, pero la esperanza ha sido
una constante en el corazón de los cristianos de todos los
tiempos.
DESESPERANZA HUMANA
No podemos soslayar, sin embargo, el grave conflicto ético que
nuestra esperanza cristiana confronta ante la desesperación
humana. La situación de nuestro pobre mundo es trágica. Conmueve
nuestro espíritu verlo sumido en densas tinieblas espirituales,
sujeto a la esclavitud del mal y dominado por el príncipe de la
potestad del aire.
Nuestros hermanos en la carne,"ajenos a los pactos de la promesa,
sin esperanza y sin Dios", padecen la angustia e incertidumbre de
su drama existencial. Acosados por intensa sed espiritual pero
alejados de la verdadera fuente, intentan calmarla "en cisternas
rotas que no retienen agua". Insatisfechos, desorientados,
resultan fácil presa de las utopías, de la superstición, del
nihilismo y la desesperación".
El Señor Jesucristo dijo que Dios ama intensamente a este mundo y
que por ese amor entregó a su Hijo. También enseñó a sus
discípulos que, además de amar a Dios debían amar al prójimo.
Lejos de aislarse los constituyó en luz del mundo y sal de la
tierra y los envió a pregonar el camino de la redención. La
misión encomendada por Jesús en sí misma vislumbra un rayo de
esperanza: ¿Tiene la esperanza cristiana algo que ofrecer para
remediar en alguna medida la desesperanza de buena parte de la
humanidad?".
LA RESPUESTA
No nos cabe la menor duda que el bien fundamental que podemos
hacer a los desesperanzados es llevarles aquello mismo que nos
trajo esperanzas: las buenas noticias del Señor Jesucristo. El
evangelio contiene los elementos indispensables de los cuales
surgen seguridad y confianza y restablecen una firme esperanza
Jesús prometió a quienes buscan "primeramente el reino de Dios y
su Justicia" (obediencia al Señorío de Dios, salvación
espiritual, renovación moral, imperio de la justicia total) que
"todas estas cosas os serán añadidas" Refiriéndose a las
necesidades vitales y esenciales, como alimento, vestido, etc.
"La proclamación del evangelio debe destacar enérgicamente las
grandes verdades neotestamentarias de la salvación individual del
Hombre por la gracia de Dios, sobre la base de la obra expiatoria
de Cristo, mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo, una fe
que obra por amor. La iglesia debe resaltar el carácter
sobrenatural y transcendental del cristianismo y ha de recordar
en todo momento que no sólo de pan (entiéndase progreso social)
vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios,
y de poco le aprovecha al hombre ganar el mundo si pierde su
alma.
Pero la Palabra de Dios nos enseña a considerar al hombre
en su totalidad, como un ser dotado de cuerpo y alma, inmerso en
la temporalidad, pero con un destino que penetra la eternidad. Ni
lo transcendental debe anular lo temporal, ni lo temporal debe
borrar lo transcendental. Los profetas del Antiguo Testamento,
inspirados por el Espíritu de Dios, no tuvieron problemas en unir
los dos elementos sin esfuerzo de ninguna clase.
En sus mensajes
se combinan admirablemente la escatología mesiánica y la denuncia
de los pecados cometidos en la sociedad de su tiempo, el
llamamiento a la reconciliación con Dios y el deber de vivir
conforme al principio de la Justicia" (párrafo de José Matinez en
Iglesia y Sociedad y Ética Cristiana', 1971. pág. 41-42).
La doctrina social del Señor Jesucristo es amplia e ineludible.
Como hombres de fe debemos llamar a los hombres al
arrepentimiento "porque el reino de Dios se ha acercado", pero
también debemos conocer, practicar, aplicar y difundir las leyes
del Reino, que incluyen amor, misericordia, justicia, y la
libertad.
Nuestra palabra, acción e influencia deben hacerse
sentir en el lugar donde Dios nos ha puesto por testigos de
Jesucristo. Debemos recordar siempre que el "El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo", "El que en mí cree
(dijo Jesús) las obras que yo hago, él las hará también; y aún
mayores hará, porque yo voy al Padre". Nuestra fe debe mostrarse
mediante obras (Stg.2:14-22).
No estamos en tiempos de niñerías. Necesitamos profesar y exponer
un cristianismo de contenido sólido y pureza doctrinal fuerte y
coherente, que ofrezca respuesta a toda la problemática humana. Y
necesitamos practicar esa doctrina de manera que invada todos los
aspectos de nuestra vida social e individual, si esperamos que
quienes nos observan, jóvenes o viejos, tomen en serio nuestra
proclamación de la verdad.
Solamente así estaremos debidamente preparados "para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que demande
razón de la esperanza que hay en nosotros".
Cuando seamos capaces de vivir hasta las últimas consecuencias
conformes a las demandas del Rey, podremos demostrar que "el
Reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder". Sólo
entonces nuestra predicación despertará una esperanza viva en el
corazón de quienes hoy nos oyen con indiferencia y desinterés.
Pie de Foto:
-¿Cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo van a
tener?…
-¿Cuando se siembra una semilla, esa semilla tiene que morir para
que viva la planta. Lo que siembra, no es la planta que va a
brotar, ya sea de trigo o de otra semilla. Después Dios le da a
esa semilla la forma que él quiere, y a cada semilla le da el
cuerpo que le corresponde. (1 Co.15:35-38)
como dice la santa biblia de tal manera oma dios al mundo que entrego a su unigenico hijo(jusucristo)