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Home » La Muerte » El gran interrogante de la muerte

El gran interrogante de la muerte

By Administrator  Posted on julio 21, 2008 In La Muerte 2 Comments
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Por SALVADOR DELLUTRI

"Porque, al fin ¿qué es el hombre en la naturaleza? Una nada

frente al infinito, un todo frente a la nada, un medio entre la

nada y todo. Infinitamente alejado de comprender los extremos, el

fin de las cosas y su principio son para él invenciblemente

ocultos en un secreto impenetrable, igualmente incapaz de ver la

nada de donde el ha salido y el infinito de donde él es

absorbido.

Blas Pascal

La muerte es para el hombre común la frontera que separa lo

conocido de lo desconocido, lo palpable de lo intangible, lo

comprensible de lo incomprensible. Como límite natural de la

existencia tendría que ser aceptado como una ley natural más.

Sin embargo y a pesar de lo fatal de su destino, no puede

permanecer como si se tratara de la ley de la gravedad.

Es que la muerte encierra el mas grandes de los interrogantes y

lleva al hombre al cuestionamiento del Ser: "¿Qué es el hombre?"

es la gran pregunta de la Muerte.

La Biblia presenta tres veces el interrogante. El primero en

hacer la pregunta es Job, el sufriente patriarca arquetipo del

dolor humano. Las otras dos preguntas corresponden a David en los

Salmos 8 y 144.

En el Salmo 8 el hombre se enfrenta con la inmensidad de la

creación, y recrea el sentimiento que describiera Chesterton:

             "Este espacio puro, esta pura cantidad aterroriza

              más al hombre que los tigres o la temible

              peste…cuando nuestra ciencia ha hablado, el

              universo se ha quedado sin fondo".

La angustia frente al infinito engendra el desvalido

interrogante:

             "¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y

              el hijo del hombre para que lo visite?"

En el Salmo 144 David se enfrenta con su singular destino: De

humilde pastor pasa al trono de Israel, percibe los favores de

Dios en su vida: "Bendito Jehová mi roca…adiestra mi mano para

la batalla…mi castillo, fortaleza mía…escudo mío". Resume

finalmente su singular destino de gobernante que siente su

fragilidad, diciendo: "El que sujeta a mi pueblo debajo de mí".

Al enfocar su pensamiento en la fragilidad humana y el efecto de

la gracia en su vida nuevamente surge el interrogante:

              "Oh Jehová, ¿qué es el hombre para que en él

              pienses, o el hijo del hombre para que lo estimes?

Job enfrenta otra situación: El hombre perfecto, recto temeroso a

Dios y apartado del mal ve ceñirse sobre su vida la calamidad.

Con sus tres amigos sostiene un prolongado y poético diálogo

donde desnudan las raíces más oscuras del alma en busca de una

explicación a la tragedia humana. Job llega a sentir la muerte

como una profunda necesidad.

              "Y así mi alma tuvo por mejor la estrangulación, y

              quiso la muerte más que mis huesos" (Job 7:5).

Y en ese estado de lúcida postración, de sufrimiento conciente,

donde el imperio de la muerte se hace tangible para él, lanza el
interrogante:

              ¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas y pongas

              sobre él tu corazón y lo visites todas las mañanas?

La ribera de la muerte ilumina su verdadera condición y la

pregunta surge como una necesidad del alma y se eleva al único

que puede responder: El creador. No busca Jobv responderla a

través de la especulación, para él tal interrogante no tiene

respuesta en la dimensión terrena. E incluso se presenta como una

pregunta casi retórica, que no espera una respuesta concreta

porque Job no está convencido que la respuesta pueda ser

entendida en la dimensión humana.

Pero nunca en las Sagradas Escrituras la pregunta bordea la

desesperación. Siempre es un ser que se dirige al Ser que está

del otro lado y que tiene todas las respuestas. Esta certeza de

fe que presenta a la muerte solo como la valla divisoria entre el

Ser y los seres hace que el interrogante no sea desesperado.

En nuestro siglo es cuando el interrogante de la muerte toma su

matiz más desesperado. Un Ser que está en la otra ribera "Ha

muerto" según la proclamación de Nietszche. La muerte se

transforma así en un interrogante sin respuesta, en un

interrogante enloquecedor. ¿Qué puede esperar detrás de la ribera

el que se ha desprendido y ha negado al que ES?

Asi lo entendió Nietszche mismo cuando dijo:
              ¿Qué hemos hecho cuando hemos desatado esta tierra

              de la cadena de su sol? ¿hacia dónde la conduce

              ahora sus movimientos?…¿Hay todavía un arriba y

              un abajo? ¿No erramos a través de una nada

              infinita? ¿El vacío no nos persigue con su aliento?

              ¿No hace más frío? No veis venir sin cesar la noche

              mas noche?

Y por este camino se llega la nihilismo, donde los valores

supremos pierden su valor, y falta la meta, la respuesta, la

solución. Y la muerte tomna su dimensión más siniestra, más

aterradora: Es para ellos el crespúsculo del NO SER, la nada, el

vacío o cualquier cosa.

El espectro de la muerte sin respuesta, del límite ineludible,

pero a  la vez aterrador hace germinar las dos constantes de

nuestro siglo: la violencia y el sexo. La primera como salida

desesperada frente la impotencia, la segunda como una búsqueda

desesperada de afirmación del Yo.

Este espectro hace decir a Rubén Dario:
"No hay dolor más grande que el dolor de estar vivo…estar

mañana muertos y no saber a dónde vamos, ni de dónde venimos".

Le hace exclamar a Sartre con toda la carga del razonamiento:
              "El hombre es una pasión inútil".
Y finalmente, a los seres más lúcidos, los lleva al estado de

impotente calma _la manifestación más amarga de la desesperación con que Borges dice:

              "Espacio y tiempo y Borges ya me dejan".

Ese largo calvario lo patentizó Igmar Bergman en su obra. En "El

Séptimo Sello" el caballero religioso juega su partida de ajedrez

con la muerte, Una partida desesperada donde tiene la jugada

magistral, secreta para vencerla. Así lo declara en el

confesionario de la Iglesia…sin percatarse que el sacerdote
confesor ha sido reemplazado por el espectro de la muerte. Pero

todavía el interrogante tiene una esperanza de respuesta, el

caballero se debate en la duda. Pero en "Persona" ya llega al

borde del desencanto. "Alma", la enfermera lucha desesperadamente

por la respuesta y consigue solamente a palabra "Nada",

insistentemente repetida.

Contrasta con estos gritos desesperados la firme certeza de

Pablo; que puede hablar de su propia muerte con toda naturalidad:

            "Para mí el vivir es Cristo y el morir ganancia. Mas

            si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio

            de la obra, no sé entonces qué escoger".

Certeza cimentada en la esperanza puesta en Dios, en el Dios que

se encarna y hace el viaje inverso de la muerte, abriendo luego

la brecha necesaria para que el hombre pueda atravesar el velo

con toda seguridad:

             "¿Dónde está, Oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, OH    

              sepulcro, tu victoria?

Palabras que de no estar fundamentadas en la obra de Jesucristo,

desprendidas de su contexto, conforman el mayor desatino que un

hombre pueda imaginar.

La mirada del Apóstol está puesta en los cielos y la eternidad,

en La Presencia que esta detrás, en La Persona que lo aguarda. La

muerte es una gran entrada porque la mira a través de la obra de

Jesucristo.

Y pierde dimensión el sepulcro que tanto aterroriza por su

contenido simbólico al hombre de hoy; y hace decir a Katzanzaky:

             "¿Qué es el hombre? Un relámpago entre dos         

              oscuridades, un grito entre dos tinieblas. Venimos

              de un recinto oscuro: La matriz y vamos hacia la  

              oscuridad: El sepulcro".

Para Pablo, y para todo cristiano, la muerte no es ir hacia la

oscuridad, es ir hacia una luz perfecta, es trasponer el velo que

lleva hacia la luz verdadera, porque "la senda de los justos es

como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el dia es

perfecto".

La tumba vacía ilumina nuestra era. Es el grito de triunfo sobre

la muerte del que cada cristiano se apropia en Jesucristo.

Delante del hombre sin Dios hay un sepulcro y un interrogante.

Detrás del cristiano hay una tumba vacía y una respuesta tan

grande, que sin ella nuestra fe sería vana.

La victoria sobre la muerte, la resurrección con Cristo,

dimensiona nuestra vida presente y le da sentido, condicionando

todo nuestro obrar y constituyendo a la vida cristiana en una

permanente búsqueda de los valores eternos:

             "Si pues habéis resucitado con Cristo buscad las   

              cosas de arriba donde está Cristo sentado…"

              (Col.3:1)

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2 thoughts on “El gran interrogante de la muerte”

  1. melba_praiz@hotmail.com dice:
    enero 24, 2009 a las 10:18 am

    yo quiero saber q pasa despues d la muerte ficica xq mi pastor dice q dormimos hasta la venida d CRISTO y yo no a mi me parece q esta equivocado xq entonces yo lei el rico y lasaro y el dice q es un egemplo q eso va hacer despues de q el señor venga a buscar a su iglesia xq si no a quien va venir a enjuiciar no se q hacer y quiero saber sobre yo se que e recivido al SEÑOR en mi corazon y q dia a dia trato d cumplir con lo q el manda y q con eso y el q yo lo ame eslo correcto lo q no es correcto es desviarnos d su palabra y como su palabra dice q un ciego no puede guiar a otro ciego no me quiero quedar con lo q mi pastor dice y con lo q cree mi corazon li

  2. edwin cua ortega dice:
    septiembre 28, 2009 a las 1:07 pm

    exite algo pefecto que es, ppuesta la mirada en cristo jesus que es el autor y consumador de la FE. sobre la muerte es dormir y esperar la palabra profetica que los muertos en cristo resusitaran primero

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