por Miguel Angel Zandrino
* Cuando Jesús nació en Belén, ocurrió un acontecimiento tan asombroso, que por más que tratemos de profundizarlos no lo podremos entender jamás: el Omnipotente y Todopoderoso Creador del universo nació como un niño, igual a todos los niños, y se sometió a la humillación de la limitación de la naturaleza humana, aunque sin dejar de ser Dios. La dimensión del misterio de la encarnación de Dios es infinita, como infinito es el misterio de la muerte del Autor de la vida.
Pero hay otro acontecimiento que también nos sumerge en el asombro: se trata de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo se encarna en el grupo de creyentes en Jesucristo, y los transforma en el cuerpo de Cristo. Aquí nos enfrentamos con un misterio que nos toca muy de cerca, pues desde aquel día, en que un grupo de hombres fueron bautizados por el Espíritu de Dios que vino a morar en ellos, el mismo Espíritu continúa añadiendo a la iglesia a los redimidos por la fe en Cristo, y nos hallamos ante el milagro de que Dios, de una forma permanente, se encarna en nosotros haciéndonos parte de Cristo mismo como miembros de su cuerpo.
Y nosotros, pecadores salvados por la gracia de Dios llegamos a tener la naturaleza divina por la presencia y permanencia en nosotros del mismo Espíritu de Cristo. La encarnación de Dios en Jesús de Nazaret es el preludio de la encarnación de Dios en la Iglesia, que se inicia con la efusión del Espíritu en Pentecos¬tés, que viene a morar de una forma nueva en el mundo. El templo pre-figuraba en el Antiguo Testamento esta morada, aunque ya se afirmaba entonces que Dios no habita en templos hechos por mano del hombre.
Hay un sólo Pentecostés, como hay una sola Navidad. Pero el orden es irreversible: primero es necesaria la encarnación en Navidad para que se realice la obra de purificación del hombre por la muerte de Cristo para que fuera posible Pentecostés en que desciende el Espíritu de Dios encarnándose en los creyentes para morar en ellos. Es cierto que el Señor resucitado sopló sobre los discípulos y les dijo: ¡Reciban el Espíritu! Pero de una manera nueva descendió el Espíritu en Pentecostés, y el grupo de discí¬pulos se transformó en el cuerpo del Señor que permanecía en el mundo. Fue necesario que Jesucristo sacara a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, era imprescindible que la Palabra de Dios limpiara los hombres, para que hubiera un lugar adecuado en el que pudiera residir el Espíritu Santo, que como lo dice su nombre, es limpio, puro, perfecto, sin pecado, es Santo.
* Dios es Espíritu. Es Espíritu Santo. El Espíritu es Dios. Cuando Jesús nació fue llamado Emanuel, que significa "Dios con nosotros". Cuando descendió el Espíritu en Pentecostés se produjo el milagro de que Dios viniera a morar en nosotros. Dios con nosotros es el milagro de la encarnación en Navidad. Dios en nosotros es el milagro en Pentecostés.
¿Nos damos cuenta de que hemos sido objeto de una distinción incomparable? ¡Tenemos el Espíritu de Dios morando en nosotros! Es el Espíritu que nos hace hijos de Dios, que pone en nosotros la fe que nos permite recibir a Jesucristo, que ilumina nuestro entendimiento, que produce el reconocimiento de que Dios es nuestro Padre, y nos permite conocer su voluntad pues nos llena de la vida de Dios. Este Espíritu nos da una nueva naturaleza inclinada hacia el bien que reprueba el mal en nuestra vida diaria, nos habilita para hacer lo bueno, nos santifica, purifica y limpia.
El Nuevo Testamento habla de "andar en el Espíritu", "no entris¬tecer al Espíritu". Dice que "ocuparse del Espíritu es vida". Porque es posible tener el Espíritu relegado a un lugar secunda¬rio, apagado por nuestra indiferencia, no dándole el lugar que debe tener en nuestra vida. Hace falta una viva y permanente conciencia de que el Espíritu de Cristo mora en nosotros. Y esto será el resultado de la lectura de la Biblia y la oración. De la vida de relación comunitaria con nuestros hermanos de la cena del Señor. De sentirnos comprometidos con el Señor y con la iglesia. De comprender que debemos ser testigos de Jesucristo en el mundo.
* ¿Disfrutamos del privilegio inefable de vivir cada día de nuestra vida en el Espíritu de Cristo? ¿Somos conscientes que Dios mora en nosotros? ¿Le entregamos al Espíritu de amor nuestra vida, y le ofrecemos el control de nuestra voluntad?
¿O en cambio vivimos vidas grises, opacas, vulgares, intrascen¬dentes?
* Un día apareció un tero en el patio de nuestra casa. No supimos de dónde vino. Evidentemente halló un ambiente muy agradable para él en el jardín, y se estableció allí. Era muy amistoso y corría hacia quien le llevara comida. Tenía una tierra bien regada, cubierta de césped, en la que enterraba el pico buscando gusanos. Nunca le faltaba el agua. Pero notábamos que cuando pasaba volando algún tero por arriba del jardín emitiendo su grito característico, nuestro tero doméstico inclinaba su cabecita, tal vez para escuchar mejor, tal vez para ver a su hermano (o ambas cosas a la vez) que pasaba volando en completa libertad cruzando el cielo rumbo al campo abierto. Pero no hacía ninguna tentativa de levantar vuelo él también. La seguridad doméstica lo había atrapado.
Sin embargo un día vimos que cuando un par de teros cruzaron volando y gritando por el cielo, nuestro amigo inició una corta carrera y comenzó a agitar las alas como si quisiera volar. Pero no lo hizo. La abundancia de la comida, los gusanos, hicieron del pequeño jardín un lugar cómodo para él. la domesticidad continuaba aprisionándolo.
Otras veces se repitió la escena de pretender volar, hasta que un día no lo vimos más. El llamado de las alturas, el grito de libertad, la visión de enormes y dilatados campos donde se perdía de vista le ganaron la voluntad, y abandonando la mezquina libertad del reducido jardín, y los gusanos, optó por vivir plenamente la vida libre para la que había nacido.
* A quienes hemos nacido de nuevo por la fe en Cristo, también se nos propone una vida abundante y hermosa, vivida en la plenitud del Espíritu de Dios que mora en nosotros: "El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso todos nosotros, como ya no tenemos la cara tapada con un velo, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor; y así nosotros mismos vamos llegando a ser más y más como Cristo, porque cada vez tenemos más y más de su gloria. Esto es lo que hace el Señor, que es el Espíritu" (2 Co.3:17-18 VP).
CELEBREMOS EL CUMPLEAÑOS DE MI SEÑOR JESUS Y QUE MEJOR REGALO PODEMOS OFRECERLE ES QUE CUMPLAMOS SUS MANDAMIENTOS QUE NO AMEMOS UNO A OTROS COMO EL NOS AMO QUE DIO SU VIDA POR NOSOTROS, Y SU ESPIRITU ESTE CON NOSOTROS PARA GUIARNOS A TODA VERDAD PARA SE VERDADERAMENTE LIBRE DE TODO PECADO. GRACIAS A ESTE COMPROMISO MANTENEMOS VIVO A JESUS EN EL CORAZON DE TODOS LO NUEVOS CRISTIANOS PARA ESTE 2009 QUE DIOS LES BENDIGA HOY Y SIEMPRE AMEN.
Que la maravilla del amor de Dios continue siendo nuestra guia durante todos los dias de nuestra existencia hasta el maravilloso encuentro con el en gloria
muy bueno el artículo, la navidad sólo no se debe reducir a lo material, sino en refleccionar sobre el regalo de Dios al hombre,al nacer para luego su sacrificio en la cruz, pora nuestra salvación
Felíz navidad para todos…
En esta celebraciòn del cumpleaños del Hijo de Dios el Sr.Jesùs Emanuel quien trasformo el mundo atravez de su enseñanza, no necesitaba escribir por que el Antiguo Testamento es su evidencia para poner por obra, la profecìa dicha por los profeta Isaias, Zacarias y otros. Por esto deseo regalarle un presente al del cumpleaños a Jesùs. El Esìritu Santo me guio a este presente cumple esto AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO, y serà el mejor regalo para mi Señor Jesùs amado. En esta nevidad estuvimos trabajando y no pudimos estar juntos para pasarla sinembargo Jesùs estaba conmigo.
la verdadera navidad es JESUS reinando en el corazon del hombre
aja mui buenoo ! los felicitoo