por Luis A. Seggiaro
Se ha superado ya el destiempo de la muerte. El
hombre en paz con Dios siempre muere a tiempo. Está en sazón para "el tiempo de morir"”
Salomón, el rey sabio, escribió en el Eclesiastés
"Para todas las cosas hay sazón, y todo lo que se quiere debajo del cielo, tiene su tiempo. Tiempo de nacer, tiempo de morir… "
Tiempo de morir, que es lo mismo que decir, morir a tiempo. Con las cuentas saldadas. Con las aspiraciones cumplidas. Con la carrera acabada.
En paz con la vida y con la muerte.
Aspiración sintetizada en la figura de viejos patriarcas bíblicos que morían saciados de sus días.
Es la plegaria insistentemente repetida -en su nombre y en el de todos los hombres- por el carretero de labios azules y los ojos turbios que conduce la carreta fantasma de Selma Lagerlöf, mientras rueda en la noche por la campiña sueca:
"¡Señor y Dios nuestro, permítele a mi alma alcanzar la madurez antes de ser segada!".
Pero no siempre sucede así. Las menos de las veces se cumple este deseo.
La mayoría de los hombres no alcanza la plácida vejez de los
patriarcas, ni sus almas son segadas en la madurez.
La muerte no respeta edades ni aguarda plenitudes.
Es cosa difícil siempre para el hombre, ésta de morir a tiempo.
En un pasaje de su libro Infancia y vocación el Doctor
Jorge Orgaz nos pone frente a esta verdad, en una escena de
dramático patetismo. Es en el relato de una visita a la morgue de un viejo hospital de París.
Allí están los muertos apilados y anónimos con sus rostros
elocuentes. "Caras expresivas. Todas, caras de muertos a
destiempo, antes o después del minuto de plena paz que es el
instante de la muerte grata".
Caras de seres angustiados o frustrados.
Rostros distorsionados por la agonía física o espiritual.
Rostros de hombres que no pudieron o no supieron morir a tiempo.
Es que en este acontecer inexorable de la muerte se conjugan dos factores para "morir a tiempo".
Uno físico, independiente de la voluntad. Otro espiritual, que depende de la voluntad.
La muerte llega sin consultar. Cuando no se quiere o no se
espera. Siempre agresiva. Siempre a destiempo con la vida.
La adecuación de este "destiempo" en "tiempo de morir" sólo puede hacerlo el factor espiritual, transformando el destiempo en tiempo propicio y permanente.
Para que al llegar el momento de la transmutación del alma
-última etapa de la metamorfosis espiritual del ser humano- lo encuentre en paz consigo mismo, con la humanidad y sobre todo, e imprescindiblemente, con Dios.
Paz con Dios; problema insuperable para el hombre por el hombre mismo, lo superó ya la obra redentora del Cristo en la cruz, que en la ofrenda de su vida, justificó para siempre a la raza humana caída y rebelde.
San Pablo, en su epístola a los Romanos, resume en pocas palabras este proceso trascendente: "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".
Consumado es: En un instante de la larga eternidad el destiempo angustioso de la muerte se hace tiempo permanente de la plena paz.
Se puede, pues, morir a tiempo.
Se ha superado ya el destiempo de la muerte.
El hombre en paz con Dios siempre muere a tiempo. Está en sazón para "el tiempo de morir".
Sólo le queda repetir haciendo suya la antigua plegaria: "Muera yo la muerte de los justos y sean mis postreros
días como los suyos".
ESO ES LO QUE PROCURO TODO EL TIENPO ES EL DE PREPARARME PARA UN DIA REINAR CON EL SEÑOR NOSE CUANDO DIOS PEDIRA MI ALMA PERO VIVO CADA DÍA COMO SI FUERA EL ULTIMO DÍA DE MI VIDA BENDICIONES
el unico bien morir es el que se tiene con Jesucristo en el corazon
Ayudame Señor a vivir de esa manera