por MIGUEL A. ZANDRINO
El 30 de Abril de 1960, el doctor Küper, sacerdote católico, y el doctor Zandrino, pastor evangélico, tuvieron un encuentro público, en la ciudad de Río Ceballos (Córdoba), en el que debían confrontar la posición de sus respectivas iglesias en cuanto a "Las Fuentes de Autoridad de la Iglesia". Un médico judío hizo las veces de moderador, de acuerdo con el documento que se firmó, que establecía las siguientes reglas: 1.- Cada orador tendrá 45 minutos para la primera exposición; 2.- A continuación, cada uno por orden, tendrá 10 minutos para hacer comentarios y observaciones a la exposición del otro; 3.- Los relatores podrán continuar utilizando 10 minutos cada uno por vez, hasta considerar agotado el tema; 4.- El público no podrá intervenir haciendo manifestaciones de ninguna clase, a favor o en contra de ninguna iglesia; 5.- El moderador deberá hacer cumplir este reglamento. A continuación transcribimos el documento sobre "Las Fuentes de Autoridad de la Iglesia", según el criterio Evangélico.
CUANDO el Señor Jesucristo estaba siendo juzgado dijo a Pilato: "Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Dícele Pilato: ¿Qué cosa es verdad?" (Juan 18.37-38). Y la pregunta de Pilato continúa siendo válida: ¿Qué es la verdad? ¿En dónde se halla? ¿Hay alguien poseedor de la verdad? ¿La verdad pertenece a algún grupo religioso determinado que pueda erigirse en depositario absoluto de la misma? ¿O la verdad pertenece a la ciencia? ¿O a la filosofía? ¿O a algún otro sistema de investigación?
La ciencia en su continuo desarrollo, no pretende jamás llegar a conclusiones absolutas, finales, inamovibles. En las investigaciones científicas, siempre queda la posibilidad de que nuevos elementos de juicio aporten interpretaciones cada vez más correctas de los fenómenos estudiados. El investigador no alcanza a poseer la verdad total del hecho en estudio, pero sí alcanza verdades relativas que son cada vez más ciertas, a medida que sigue investigando.
La ciencia es un camino válido hacia la verdad de los fenómenos que investiga, y es un proceso que le permite progresar hacia una interpretación cada vez más ajustada de la verdad final.
Y en el mundo de los valores espirituales, el hombre no tiene siquiera los recursos de la ciencia para investigar: "Palpamos la pared como ciegos, andamos a tientas como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche; estamos en lugares oscuros como muertos" (Isaías 59.10).
La filosofía existencial, al mirar al hombre con su óptica, coloca las cosas en su lugar, al considerarlo como un ser desdichadamente contingente, sumido en la angustia de no poder conocer su destino, dramáticamente amarrado a su limitación física. No puede trascender el orden natural. No le es posible evadirse del espacio y del tiempo, penetrar en los dominios del más allá, conocer el misterio de la vida y de la muerte.
La única esperanza para el hombre, es que Dios se revele,
manifestando su presencia y su realidad de una manera concreta. Que nos ilumine el panorama y nos muestre de una manera inequívoca, el camino para llegar a él.
La Biblia registra el hecho de Jesucristo, que vino a este mundo para revelarnos a Dios. Y Jesucristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". Y más adelante agrega: "Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad".
De manera que Jesucristo es la autoridad suprema y final. La Biblia es autoritativa, porque nos manifiesta a Jesucristo. Y el Espritu Santo ha sido enviado por el Señor, con autoridad para conducirnos a la verdad.
LA AUTORIDAD DE JESUCRISTO
Alguien ha dicho que "el cristianismo es Cristo", y esta es la verdad que queremos destacar. Fuera de Cristo, no hay cristianismo; solamente si Cristo vive en nosotros, llegamos a ser cristianos.
Jesucristo se presentó a los suyos como el Hijo de Dios: "Nadie conoció al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoció alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar" (Mateo 11.27). "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Juan 1.18)
Y el mismo San Juan, tomando la palabra por todos quienes siguieron de cerca a Jesús, que le conocieron íntimamente, que vivieron con él, que lo escucharon y vieron sus obras, dice: que aquel Verbo Eterno, que era desde el principio, que estaba con Dios, y que era Dios, "fue hecho carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1.14).
"Y todos… estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿no es éste el hijo de José?". "Y las gentes se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad".
Pero no eran solamente sus palabras, sino también sus obras las que demostraban su autoridad: Un día dijo a un paralítico: "Tus pecados te son perdonados", y la gente quedó sorprendida, porque "¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios"; y enseguida le escucharon decir: "Levántate y anda", y el paralítico se levantó y anduvo.
En una oportunidad quiso dar a sus discípulos una enseñanza acerca de la humildad y del servicio. No elaboró un discurso sobre el tema, sino que tomando una palangana con agua, se ciñó con una toalla, y comenzó a lavar los pies de sus discípulos.
En otra ocasión dijo que el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir. Y cuando los discípulos discutían sobre cuál de ellos sería el mayor, estableció el principio de la primacía y la autoridad en el servicio, y les dijo: "los que son tenidos por gobernantes entre las naciones, se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen autoridad. Pero entre ustedes no será así, sino que el que quiera hacerse grande, será el servidor de los demás, y el que quiera ser el primero, será siervo de todos".
No es tanto lo que habló de la inmortalidad del hombre, como el hecho que resucitara de los muertos y se presentara a los suyos
como la esperanza en la resurrección de los creyentes. Su afirmación: "Yo soy la resurrección y la vida", fue puesta en evidencia el Domigo de Gloria.
En cuanto al camino para acercarse a Dios, dice: "Yo soy el camino". A la pregunta "¿Qué es la verdad?", responde:"Yo soy la verdad". Y agrega "Yo soy la vida, Yo soy la luz de los hombres, Yo soy la puerta".
A medida que estudiamos su vida, penetramos en el significado de las palabras de San Juan cuando dice: "Vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de Gracia y de Verdad". La Verdad representa la severidad de la ley de Dios, que nos condena; pero la Gracia manifiesta el amor de Dios que nos redime. Maravilloso equilibrio en la persona sin igual de Jesucristo.
Su atractivo era irresistible, para quienes tenían un corazón sincero, y Jesús podía leer el corazón de las personas. Así llamó a Andrés, a Simón, a Juan y a Jacobo, a Leví, a Zaqueo y a tantos otros, que dejando todo, lo siguieron. Los niños acudían a él, y los enfermos y necesitados le asediaban.
San Pablo define esta gracia de Jesús diciendo: que "en él, habita toda la plenitud de la divinidad, corporalmente". Y quienes con sinceridad se acercaban a él, lograban percibir su gloria, que pasaba inadvertida para los que tenían una actitud negativa.
Tal como fue el amor del Señor hacia los hombres extraviados, era el amor del Padre. Es el Padre quien "dio a su Hijo, para que todo aque que crea en él, tenga vida eterna". Escuchamos al Señor, y escucharemos las palabras de Dios mismo. Jesús fue Dios en forma de hombre, que nos habló en nuestro idioma y se puso a nuestro nivel para que pudiéramos entenderlo.
Si acompañamos a Jesús hasta Getsemaní, comprenderemos en alguna medida su angustia al acercarse la hora de la muerte. Era hombre perfecto y Dios verdadero, y debía enfrentarse con la muerte, que es de Satanás. La muerte sobrevino como consecuencia del pecado. El pecado mata, y al asumir nuestro pecado, asumió nuestra muerte. Dice la Escritura: "Al que no conoció pecado, Dios hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".
Jamás podremos comprender el drama de la cruz. Quien era puro, santo, inocente, habría de cargar sobre sí el pecado de todos nosotros ¡hasta morir! La vida es de Dios, la muerte del diablo. Jesús murió, descendió a los infiernos, el sepulcro aprisionó su cuerpo.
¡Pero resucitó triunfante! Y allí la muerte fue vencida por el autor de la vida, y resucitado, ascendió a la diestra de la majestad de Dios en las alturas "y recibió un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre".
LA AUTORIDAD DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
La Biblia, que es la Palabra de Dios, registra en sus páginas el
hecho de Jesucristo.
En los Evangelios tenemos los relatos de la intervención de Dios
en la historia del hombre, desde que el niño Jesús nace en Belén, hasta cuando el Señor resucitado asciende a los cielos.
Pero antes, el Antiguo Testamento habrá de encerrar todo el proceso de la Revelación de Dios al hombre. Es una historia progresiva en la que Dios se manifiesta a los hombres a través del pueblo de Israel.
En la historia de Israel hallamos resumida la historia de toda la humanidad. Una historia de grandezas y miserias. El pueblo hebreo es el instrumento a través del cual el Dios eterno entrega su mensaje al hombre.
Israel es el hombre que habla a la humanidad el mensaje de Dios. El Antiguo Pacto contiene este mensaje, amasado con sangre, sudor y lágrimas, la sangre, el sudor y las lágrimas del pueblo judío. Historia de obediencia y desobediencia, de sumisión y rebeldía, de triunfos y derrotas, de libertad y de esclavitud.
A través de toda su historia el pueblo hebreo cumple con el ministerio de llevar el conocimiento de Dios, a todas las naciones. La Biblia registra ese ministerio y revela la buena voluntad de Dios para los hombres.
Y el Antiguo Testamento nos conduce al Nuevo, en el cual, además de encontrar documentada la vida y obra de Jesucristo, nos lo presenta como Dios mismo asumiendo nuestra humanidad.
Hechos de los Apóstoles nos relatan el nacimiento de la iglesia cristiana en Pentecostés, y su crecimiento. Las cartas apostólicas desarrollan la doctrina cristiana y el Apocalipsis contiene un mensaje particular, a través del cual hallamos una interpretación de la historia hasta el fin de los tiempos.
En toda la Biblia hay una unidad en el mensaje, y Cristo es el centro alrededor del cual gira la historia del mundo. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son Palabra de Dios para los hombres, y de una manera particular para la Iglesia.
En las Escrituras la Iglesia habrá de encontrar la norma de fe y conducta, tanto de los creyentes como de la institución.
De manera que en toda la Biblia hay una unidad de mensaje, y Cristo es el centro y la culminación del mensaje. Los apóstoles hablan continuamente de él, demostrándonos aquello de que "el cristianismo es Cristo".
Pablo recuerda a Jesús, como el que "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual, Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús, se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre".
Y en Apocalipsis el Señor se revela a San Juan el Teólogo con este nombre excelente: "Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso".
Hay una autoridad irrefutable en el Cristo de las Escrituras. Y hay una autoridad en la Biblia en la que hallamos esta declaración: "La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante
que espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4.12).
Este es el testimonio que millares de millones de cristianos pueden dar del Libro, pues la Palabra predicada redarguye de pecado y conduce al pie de la cruz, y a la salvación por la obra redentora de Jesucristo.
LA AUTORIDAD DEL ESPIRITU SANTO
La última noche de su vida Jesús prometió a los suyos enviar el Espritu de verdad, y les dijo: Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los conducirá a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que les dirá todo lo que oye, y les hará saber las cosas que van a suceder. El me honrará a mí, porque recibirá de lo que es mío, y se lo dará a conocer a ustedes (Juan 16.14).
Primero consideramos a Jesús como la revelación suprema de Dios. Luego a las Sagradas Escrituras, como el registro de esa revelación. Y ahora consideraremos la autoridad del Espíritu de Cristo para iluminar nuestro entendimiento.
Muchas veces escuchamos la objeción de dejar la Biblia en manos de los indoctos, y que la doctrina de la libre interpretación del Sagrado Libro es peligrosa. Se dice, y con razón, que la interpretación de la Biblia es tarea de especialistas. Estamos de acuerdo, pero debemos hacer previamente algunas observaciones.
Una cosa es "libre interpretación", y otra "libre examen". Creemos que es en el ámbito de la iglesia en el que se elabora la doctrina y se establece la teología correcta que surge de las Sagradas Escrituras. Creemos que ha través de los siglos hubo un proceso en el que la iglesia ha ido enriqueciendo su bagaje teológico. Seguramente la Biblia es un libro profundo en el que se nos ofrece la Revelación de Dios para los hombres, y no es posible simplificar su estudio: Hace falta preparación, reflexión, oración, y una disposición de genuina dependencia de la dirección del Espritu Santo para llegar a interpretar su contenido teológico.
Pero también creemos que el hombre más sencillo puede tener acceso al mensaje de la salvación que ofrece la Biblia, si en su genuina búsqueda permite que el Espíritu de Cristo lo ilumine. Son muy frecuentes las oportunidades en que personas llegan a sentir la carga de su culpa y comprender que por la fe en Jesucristo pueden recibir el perdón, por el hecho de haber leído la Biblia.
En este sentido podemos comparar la Biblia con el universo físico. Hace falta que los hombres de ciencia de la más elevada preparación realicen las investigaciones que les permitan ir descubriendo los misterios de la naturaleza. Pero eso no impide que mujeres, hombres y niños que desconocen los secretos que pertenecen a los sabios, se extasíen con una puesta de sol, o se abismen contemplando el mar o las cordilleras, y en fin, participen de todo lo que los rodea, aunque no puedan profundizar ni explicarse los misterios del mundo en que viven.
Recordemos las palabras de Jesús: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios
y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar" (Mateo 11.25-27).
Descubrimos la autoridad del Espíritu Santo, en la obra que realiza:
1.- Ilumina la mente de los hombres, y convenciéndolos de pecado: "Cuando viniere el Espíritu Santo, convencerá al mundo de pecado" (Juan 16.8).
2.- Guia a la verdad: "El Espíritu de verdad, los guiará a toda la verdad" (Juan 16.13)
3.- Conduce al pecador arrepentido para que confiese a Jesucristo como Señor: "Nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo" (1 Corintios 12.3).
4.- Genera en el pecador arrepentido, la obra redentora del Señor: "El que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3.5).
5.- El Espíritu da la seguridad de la salvación: "el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Romanos 8.16).
6.- Obra para el crecimiento espiritual del creyente: "Ustedes tienen el Espíritu Santo que Jesucristo les ha dado, y no necesitan que nadie les enseñe, porque el Espíritu mismo les enseña todas las cosas, y sus enseñazas son verdad y no mentira. Permanezcan unidos a Cristo, conforme a lo que el Espíritu Santo les ha enseñado" (1 Juan 2.27).
Creemos entonces, que cuando el creyente se somete humildemente al Espíritu, es conducido por él a la verdad.
Por supuesto, el Espíritu Santo se vale de nuestro alcance de comprensión, nuestra preparación, capacidad y criterio en los pasajes oscuros, profundos y difíciles.
Las personas sencillas, sin recursos intelectuales, no podrán ser llevadas por el Espíritu de Dios a profundidades del pensamiento teológico, pero sí podrán ser conducidas a las verdades elementales del mensaje del evangelio.
Podrán ser convencidas de pecado, por la lectura de las Escrituras, por el Espíritu sentirán el dolor del arrepentimiento y serán conducidos a depositar su fe en la persona y obra de Jesucristo para ser salvos. Para vivir esta experiencia no se necesita otra cosa que sentir impotencia y abrirse a Dios.
Dice Pablo: "Por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que les ha sido dado por Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada" (Efesios 2.8-9).
San Agustín plantea el drama de la incapacidad del pecador para alcanzar la salvación de Dios. El hombre está muerto en sus pecados, y depende de la vida que le puede ser infundida por el Espíritu Santo. Y Pablo dice que todo depende de Dios: "Justificados por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo… Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu que nos ha dado" (Romanos 5.1;5).
Es Dios por el Espíritu quien realiza en el hombre su obra. Es el Espíritu el que aplica en el hombre la obra redentora de
Jesucristo, y le conduce a la vida.
Y todos los creyentes, aún los más sencillos, tienen la oportunidad de asistir a la iglesia para escuchar regularmente la predicación de la Palabra de Dios, que será administrada por hombres doctos, que guiados por el Espíritu pondrán a su alcance "todo el consejo de Dios".
La prueba práctica de que el Espíritu Santo conduce a toda verdad, la tenemos al considerar las coincidencias teológicas a que llegan los estudiosos de las Escrituras, cualquiera sea la confesión a la que pertenezcan.
En relación con la apertura hacia la Biblia que ocurrió en el catolicismo en este siglo, se han puesto a nuestro alcance Biblias con comentarios de autores católicos (Straubinger, Nácar Colunga, Bover Cantera, Biblia de Jerusalén, Cantera Iglesias, y otros), que nos demuestran que cuando los hombres se someten a la dirección del Espíritu Santo, inevitablemente siempre son conducidos a toda verdad.
Los evangélicos sostenemos que la iglesia debe ser sierva y no señora, de la Palabra de Dios. El Espíritu es el Señor de la iglesia: el que la santifica, la ilumina, la conduce. Y es el Espíritu el que entrega el mensaje a la iglesia por la Palabra de Dios. Y el Espíritu manifiesta su autoridad, conduciendo a la iglesia a toda la verdad.
En la primera predicación del evangelio que ocurrió en Pentecostés, San Pedro lleno del Espíritu, cita el Antiguo Testamento y agrega el fundamento de la doctrina de Jesucristo. En Hechos 2.42 dice que "los creyentes perseveraban en la doctrina de los Apóstoles", seguramente porque ellos les entregaban las enseñanzas que habían recibido de Jesús. En adelante, las iglesias locales recibirían las cartas de los apóstoles, con las normas divinamente inspiradas, y en el siglo segundo, cuando los apóstoles habían desaparecido, las iglesias que conservaron los manuscritos auténticos atesorándolos, los intercambiaron. Hasta que llegó el momento en que todo el Nuevo Testamento, tal como lo tenemos hoy, quedó compaginado e impuso su autoridad en la iglesia.
La actitud de la iglesia debe ser, pues, de sumisión a esta Palabra Divina, y tendrá autoridad, cuando se coloque bajo la dirección de esta Palabra, por el ministerio del Espíritu Santo.
BUEN MENSAJE, SOBRE TODO AHORA QUE SE VE Y SE ESCUCHAS FALSAS DOCTRINAS, SOLO DEBEMOS VER A CRISTOJESUS, DENTRO DEL LA PALABRA DE DIOS, GRACIAS POR EL MENSAJE
BUENA PREDICACION,Y ES PARA FORTALEZER MI VIDA ESPIRITUAL Y MI FE,Y ESCUDRINAR LA ESCRITURAS SON DE UNCION EN MI VIDA DIOS LOS BENDIAGA
Muy buena fundamentaciòn Teològica Cristina, el Pastor hablò con el denuedo que sòlo da el Señor Jesucristo, no veo la exposiciòn del sacerdote catòlico? al menos que la expongan en otro momento y nos la hagan llegar. Dios los bendiga.