La tradición, el poder y el amor en el fenómeno de la autoridad espiritual.
por JOSÉ MARÍA MANTOBANI
INTRODUCCIÓN
Cuando leemos los relatos evangélicos sobre la actitud de Jesús sobre la autoridad espiritual tomamos conciencia, a través de sus actos y enseñanzas, que ésta nada tiene que ver ni con la tradición ni con el poder. Más bien su propia autoridad parece derivar de su intenso amor y su contacto con la verdad.
Aparentemente aquella no podría tener lugar en nuestras existencias a menos que, al igual que Cristo, comprendamos que nuestro corazón debe vaciarse de la ambición de poder y del apego a la tradición para que el amor y la verdad sean (1). Pero esta afirmación nos desafía con una paradoja: si la «autoridad espiritual» consiste en mantener el propio poder o en convertirse en un fanático defensor de las tradiciones ¿es válido denominarla así? ¿no está equivocado, en este caso, el adjetivo «espiritual»? Si, en cambio, denominamos así a una vida en contacto con Cristo, entonces ¿es válido atribuirle una autoridad que ella misma no reconocerá?
Tal vez, el mejor ejemplo de la afirmación precedente lo constituya el conocido pasaje del evangelio de Juan sobre la mujer adúltera. Allí, como en otros relatos, podemos percatarnos cómo la supuesta autoridad del Señor se impuso sobre las actitudes de los fariseos y los escribas, quienes basaban su (pseuda) autoridad espiritual sobre el mantenimiento de su poder y de sus tradiciones. Creo que no cabe ninguna duda que si Jesús se hubiera guiado por estos criterios, la suerte de esa mujer hubiera sido otra.
1. «COMO QUIEN TIENE AUTORIDAD»: EL FENÓMENO DE LA AUTORIDAD ESPIRITUAL
Si esto es realmente así ¿quién quiere tener autoridad espiritual? Responder a esta pregunta requiere prudencia y conocimiento propio. ¿Hasta qué punto el hecho de querer tener autoridad espiritual está en contradicción con el espíritu del Evangelio y de las enseñanzas de Jesús? ¿Con qué finalidad sería utilizada dicha autoridad en caso de acceder a ella? ¿Cuál es la realidad de este fenómeno espiritual en comparación con la autoridad terrenal? Sin duda nos podemos plantear muchos interrogantes más con respecto a esta misma pregunta. Creo que si, además de leer este artículo, cada uno de nosotros examinara por su cuenta y discutiera grupalmente esta cuestión, obtendríamos una importante lección sobre algunos de los obstáculos que pueden impedirnos imperceptiblemente ser cristianos más maduros y seres humanos más integrados.
Me parece que si yo quisiera tener autoridad espiritual tendría que pagar un precio demasiado alto: mi corazón tendría que dejar de vivenciar el amor y la verdad que las palabras de Jesús me dieron a conocer. Autoridad implica estar por encima de otros, saber más, haber llegado antes, tener acceso a los recursos del poder y ejercerlo, dominar a otros o restringir su libertad a través de distintos dispositivos (la ley, el título universitario, la experiencia, la amenaza, la sugestión, la propaganda, etcétera). Tal vez, todo esto tenga algún lugar en el mundo pero no estoy seguro que sea igual en otros ámbitos comunitarios y situaciones como por ejemplo, la iglesia y el proceso de crecimiento espiritual (2).
Cuando nuestro corazón está en contacto con el amor y la verdad difícilmente nos creeremos superiores a los demás; más bien una genuina humildad y realista vocación de servicio será el resultado natural y normal de dicha vivencia. Tal vez en alguna oportunidad hayamos tomado conciencia que la vivencia del amor genuino implica una ausencia de nuestro egoísmo y una extinción de nuestras propias preocupaciones, ambiciones y ansiedades. Me pregunto si cuando un cristiano quiere tener autoridad espiritual no está motivado por un egoísmo inconsciente escondido bajo alguna capa de esas buenas intenciones que, como bien dice el refrán, forman el empedrado del camino que conduce al infierno.
Los Evangelios dicen que, en comparación con los escribas y fariseos, Jesús enseñaba «como quien tiene autoridad» (Mt. 7:29). El relato no dice que Él tuviera autoridad espiritual sino que, a su auditorio le parecía que la tenía.
Tampoco hay indicios de que quisiera tenerla. Su vida era una encarnación del Amor y de la Verdad, por eso todo su ser irradiaba «algo» capaz de iluminar espiritualmente, sanar mental y físicamente a todos aquellos que tuvieran oídos para escuchar y ojos para ver, a todos aquellos que fueran «pobres de espíritu».
Al consultar las enseñanzas que componen el Sermón del Monte corroboramos lo alejadas que se encontraban de la intención o de la preocupación por obtener o manifestar algún tipo de autoridad espiritual.
¿Tenía Jesús autoridad espiritual? Jesús estaba plenamente en contacto con el amor y con la realidad, éste era el secreto que se encontraba detrás de esa impresión de «autoridad espiritual» que El causaba ante sus oyentes. La autoridad espiritual es un fenómeno: no bien reconocemos que alguien ama genuinamente, que irradia ese amor espontáneamente y lo expresa en su vida cotidiana a través de palabras y gestos sencillos, nos decimos: «¡Qué autoridad espiritual tiene!».
Sin embargo, es muy posible que esta persona no tenga conciencia de su «autoridad espiritual»; es más, incluso tal vez se sienta incómoda o se espante literalmente cuando se lo hagamos notar. Por lo tanto ¿hasta qué punto lo que nos parece y solemos denominar «autoridad espiritual» no es más que la irradiación de un corazón donde el amor y la verdad conviven? Si es así, me temo que tendríamos que modificar nuestro vocabulario: estamos usando conceptos materialistas («autoridad») para designar fenómenos de naturaleza espiritual.
Pero la autoridad espiritual es además un fenómeno por otra razón: porque se puede imitar. Hemos visto que, paradójicamente, no se puede tener autoridad espiritual, ya que, lo que nosotros denominamos imperfectamente así no es otra cosa que el testimonio espontáneo de una vida cristiana plena y de una personalidad equilibrada. Aspirar a tener autoridad espiritual puede conducirnos, tal como les sucedió a los fariseos y a los escribas de los tiempos de Jesús, a callejones éticos sin salida. Pero ¿cómo haría alguien si quisiera parecer intencionalmente que tiene esa clase de autoridad?, ¿en qué basaría su comportamiento?, ¿qué cosas suplantarían en su corazón el lugar del amor y de la verdad ausentes? Me parece que ese espacio estaría ocupado por el poder y por la tradición.
2. ¿EL MANDAMIENTO DE DIOS O LA TRADICIÓN DE LOS HOMBRES? (Mr.7:1-23)
Antes de detenernos un momento en el papel que tiene la tradición, en el papel de la pseudo-autoridad espiritual podríamos preguntarnos por qué es tan común que queramos tener autoridad espiritual. ¿Es que fingir que tenemos una determinada virtud reemplaza nuestra vivencia real de ella?, ¿puede ser que, sin darnos cuenta, transportemos al terreno espiritual valores vigentes en el mundo, tales como la competitividad y el individualismo?, ¿cuál es la meta de nuestro camino espiritual: el tener o el ser?, ¿tal vez «necesitamos» tener autoridad espiritual cuando no podemos o no queremos abrir nuestros corazones al amor? Éste es un problema eterno e inherente al ser humano: no sólo está presente en los cuatro evangelios sino en la vida diaria de cada uno de nosotros y por eso no podemos pasarlo por alto.
El conflicto entre Jesús y los fariseos y los escribas sigue vigente en nuestro corazón (Mt.23:1-36). Es que seguir las tradiciones de los hombres puede ser el camino más corto para evitar poner en práctica el mandamiento de Dios, para obtener una autoridad espiritual que no es la manifestación del amor a Dios, a uno mismo y al prójimo sino de nuestro apego a las costumbres, a los protocolos y a los primeros asientos. Creemos que basta con cumplir fielmente con ciertos preceptos y normas para soslayar nuestra auténtica meta: caminar con Jesús, expresar el amor y la verdad que Él nos enseñó y que nosotros vimos. Tal vez esto requiera ciertas estructuras tradicionales que faciliten su expresión comunitaria pero ¿hasta qué punto negamos su validez cuando nos quedamos sólo con la forma exterior y olvidamos el espíritu que le da un sentido? (3).
3. EL «PODER» DE LA INOCENCIA Y DE LA VULNERABILIDAD (Mr.9:33-37; Lc.9:48)
Cuando la palabra de Jesús germina en nuestro corazón y amamos y buscamos la verdad en cada instante de nuestra vida, nos sentimos humildes y esa humildad es todo lo contrario de la autoridad. No nos interesan las jerarquías ni las componendas en que se basa el poder, ese poder que, cuando se lo adora y se le rinde culto, suele dejar vacías las iglesias y dispersadas las congregaciones.
En un corazón abierto a la realidad y al amor de Dios no hay cabida para el poder ni para la búsqueda deliberada de autoridad espiritual; al contrario, la inocencia y la vulnerabilidad se convierten en sus características. Es raro, pero al contrario de lo que intentan hacer hoy muchos predicadores, Jesús no transformó a sus discípulos en super-hombres ni tampoco El buscó dar esa impresión. Pero en cambio, llamó permanentemente la atención de sus discípulos sobre dos seres: el niño y el cordero (o la oveja), dos bellos símbolos de la inocencia y de la vulnerabilidad respectivamente.
¿Cuánta autoridad espiritual puede concedérsele a un niño?, ¿se encuentra ésta dentro de sus intereses?, ¿por qué Jesús no eligió al león…o al lobo para que los discípulos aprendieran de ellos? ¡Cuántas veces el Señor nos alertó a través de enseñanzas, gestos y parábolas sobre la incompatibilidad existente entre el poder y el amor! (4). El Reino de Dios se encuentra abierto para quienes son como niños y como corderos; claro que la búsqueda de poder a través de la autoridad espiritual encierra el riesgo de acostumbrarse a vivir en el Reino del Yo y creer que no existe otra realidad aparte de la de los lobos y los leones.
4. NI COMO LOS ESCRIBAS NI COMO LOS FARISEOS: TENIENDO AMOR DE DIOS EN NOSOTROS (Jn.5:41-42)
La tradición y el poder se gastan y junto a ellos se desgastan también las personas y las organizaciones, por eso tenemos que aprender a ver más allá de ellos. Viendo esto, Jesús advirtió incansablemente acerca de la ilusión de cambiar el corazón del ser humano recurriendo a éstos, a tal punto que su muerte en la cruz confirmó plenamente su mensaje. Por eso nos damos cuenta y cada vez nos convencemos más, a la luz del desarrollo de la historia, que a menos que el amor y la verdad sean la vivencia de cada uno de los seres humanos no existirá ni la armonía interior ni la paz exterior.
@REGULADOR = Pero ¿cómo hacer real dicha vivencia? No puede decirse cómo. Obviamente tampoco es posible queriendo tener autoridad espiritual. Tampoco es posible cuando el egoísmo es el dueño de nuestro corazón. La llama del amor solamente puede arder allí cuando somos inocentes y vulnerables, cuando el corazón permanece como una copa vacía. Sí vacía, porque el Espíritu Santo no ocupa ningún espacio dentro de él y por eso, al estar presente allí, nos permite estar disponibles y abiertos, sin apegos, sin temores, atentos a lo que nos impida amar y actuar «sin que nuestra mano izquierda sepa lo que está haciendo nuestra mano derecha» (Mt.6:3). Sólo este Espíritu puede dar el fruto que nadie por sí mismo puede cultivar (Gál.5:22-26). Pero, como Jesús le dijo a Nicodemo en el huerto:
«No basta nacer físicamente. Uno tiene que nacer espiritualmente también si es que desea entrar al reino de Dios. Del hombre sólo puede nacer vida humana, mas del Espíritu Santo nace una nueva vida que procede del cielo. ¡No te sorprenda que te diga que tienes que nacer de nuevo! Esto es como el viento, que uno no sabe de dónde viene ni a dónde va; uno tampoco sabe de qué forma actúa el Espíritu sobre las personas a quienes otorga la vida celestial.
(Jn.3:5-8; La Biblia al Día)
Las organizaciones, las instituciones, las tradiciones, el poder, se gastan al igual que las rocas más duras de la tierra bajo el efecto de los vientos y las aguas. No ocurre lo mismo con el Espíritu Santo y con las actitudes y valores engendrados por Él.
CONCLUSIÓN
En la historia de la ciencia, por ejemplo, muchas veces ha ocurrido que el descubrimiento de nuevos conocimientos era impedido por el «recurso a la autoridad»; en otras palabras, quienes tenían el poder institucional evitaban momentáneamente mediante su autoridad que la verdad saliera a la luz.
Se comprende a través de este ejemplo que cuando la autoridad no es a la vez un medio y una manifestación de la verdad se transforma en un obstáculo. Algo semejante ocurre en el campo espiritual: el poder y la tradición son obstáculos para que el Espíritu Santo obre en el corazón de cada uno si éstos nos interesan más que el amor y la verdad: el Espíritu, como el viento, sopla donde Él quiere, no dónde y cómo quiere que sople el poder y la tradición.
Las reflexiones precedentes no ponen en duda el papel de las autoridades de la iglesia; en cambio plantean posibles respuestas a la siguiente pregunta: ¿por qué el deseo de tener autoridad espiritual puede reemplazar la necesidad de experimentar e irradiar el amor y la realidad de Dios? Es preciso insistir sobre la necesidad de que cada lector independientemente de lo aquí expuesto, la conteste por sí mismo.
NOTAS
(1) «La palabra poder se utiliza frecuentemente en el lenguaje cotidiano para designar una propiedad que caracteriza a las personas, a los grupos o a las instituciones y que éstos poseen en mayor o menor grado. «Tener mucho o poco poder» es una expresión cómoda y ciertamente evocadora, pero que no se corresponde con la realidad. En efecto, si en algo coinciden los estudiosos del poder es, precisamente, en la naturaleza relacional de los fenómenos de poder. El poder no es algo que se puede tener, el poder se ejerce siempre en el marco de determinadas relaciones. Se pueden tener recursos de poder, pero el poder en sí mismo sólo existe en forma relacional» (IBAÑEZ e IÑIGUEZ:»El Poder y los Sistemas Políticos», fotocop.)
Tradición, en el contexto de este trabajo, puede definirse como cualquier comportamiento, hábito o costumbre que fijado al pasado obstaculiza el contacto y la vivencia de la verdad en el momento presente, como todo aquello que nos viene del pasado y no nos deja percatarnos de la realidad.
(2) Tal vez alguien pudiera argumentar que enseñar verdades espirituales implica tener autoridad. Me pregunto si es realmente así o, por el contrario, enseñar no implica tener más autoridad sino estar en contacto más estrecho con la verdad.
(3) «También en religión hay que distinguir entre el mensaje esencial y los modos accidentales que ha adquirido al transmitirse. Aun dentro de una misma religión y de la misma rama de una religión, los usos cambian y la expresión de una misma verdad se va refinando a través de las edades. Este proceso de purificación tiene lugar en toda institución religiosa en el curso de los siglos, y en la persona creyente en el curso de su propia vida. Este crecimiento auténtico ayuda a la persona a entender mejor y vivir más a fondo sus convicciones religiosas» (GARCÍA VALLES, Carlos: Al Andar se hace Camino. El Arte de Vivir en Presente, Santander, Ed. Sal Terrae, l99l, Pág. 66).
(4) » ‘Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor’ (Lc.9:46). Sabemos quién propaga ese pensamiento en la comunidad cristiana. Pero tal vez no reflexionemos lo bastante acerca del hecho de que ninguna comunidad cristiana puede congregarse sin que ese pensamiento se haga presente como semilla de discordia. No bien se reúnen los hombres cuando comienzan a observar, a juzgar, a clasificar. Con ello nace ya desde el mismo principio de la comunidad cristiana una terrible lucha a muerte, invisible, y a menudo inconsciente.
‘Entonces entraron en disputa…’ esto basta para destruir la comunidad. Por esta razón resulta vital para toda comunidad cristiana que desde la primera hora ella fije la vista en este peligroso enemigo y lo extermine. No hay tiempo que perder: porque desde el primer instante del encuentro con el otro, el hombre trata de atrincherarse contra él y vencerlo desde su posición» (BONHOEFFER, Dietrich: Vida en comunidad, Buenos Aires, Ed. La Aurora, 1978, Pág. 89).
Está muy bien el comentario sobre la Autoriadad Espiritual. Estoy de acuerdo que dicha autoridad no se «tiene» porque uno mismo dice que la tiene, ni porque un título de Seminario te la dé ni porque otros otros hombres que no tienen dicha Autoridad te la «transfieran». Se tiene o no se tiene. En Romanos cap.13:1-2, aunque en el texto se refiere a la utoridad que hay en la sociedad, también podemos aplicarlo a lo que estamos comentando, pues si este texto dice que no hay AUTORIDAD SINO DE PARTE DE DIOS, entiendo que está incluida la Autoridad Espiritual. Así que no nos dejemos llevar por la corriente que el Enemigo muy pronto introdujo en las organizaciones eclesiásticas.
RUEGO QUE ME PERMITAN ESCRIBIR EN MAYÚSCULAS, NO PORQUE QUIERA GRITAR, SINO PARA DIFERENCIAR MIS APOSTACIONES AL TEXTO DEL AUYTOR.
HE LEÍDO POCOS ARTÍCULOS TAN MAL ESCRITOS COMO ÉSTE. Y CRÉANME, HE LEÍDO MUCHÍSIMOS.
EL PROBLEMAES QUE AUNQUE, PONIENDO UNA MUY BUENA DOSIS DE BUENA INTENCIÓN, QUERAMOS ENTENDER LO QUE EL AUTOR QUIERE DECIR, ESTÁ TAN MAL ESCRITO QUE, EN MUCHÑISIMOS CASOS PARECE DECIR JUSTO LO CONTRARIO. AL MENOS, PREFIERO CREER QUE ES IGNORANCIA LITERARIA Y NO BÍBLICA O ESCRITURAL. POR EJEMPLO, HABLANDO
sobre la actitud de Jesús sobre la autoridad espiritual
DICE QUE:
Más bien su propia autoridad parece derivar de su intenso amor y su contacto con la verdad.
LA AUTORIDAD DE CRISTO NO PROVIENE DE SU AMOR O DE SU CONTACTO CON LA VERDAD. PUES, AMBOS: AMOR Y VERDAD SON DOS RASGOS DE SU NATURALEZA DIVINA. NO SON EL AMOR Y LA VERDAD QUIENES OTORGAN A CRISTO AUTORIDAD, DADO QUE SU AUTORIDAD EMANA TAMBIÉN DE SU NATURALEZA. ¿QUIEN ES ÉL? EL ÚNICO DIOS VERDADERO, SEÑOR TODOPODEROSO, GRANDE Y ETERNO, CREADOR Y SUSTENTADOR DE TODO CUANTO EXISTE.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Colosenses 1.16
EN EL SIGUIENTE PÁRRAFO, POR LA MANERA EN QUE ESTÁ CONSTRUÍDA LA FRASE ¿DA A ENTENDER QUE CRISTO TUVO QUE VACIARSE DE LA AMBICIÓN DE PODER Y DEL APEGO A LA TRADICIÓN PARA QUE EL AMOR Y LA VERDAD FUERAN?
EL AMOR Y LA VERDAD NO VIENEN A SER CUANDO CRISTO SE VACÍA DE LO MALO. CRISTO ES PERFECTO, Y ADEMÁS, COMO DIOS, ES AMOR. Y POR SI FUERA POCO, DIJO: YO SOY LA VERDAD. (Juan 14.6)
NO SE HACE AMOR O VERDAD, SINO QUE AMBOS, SON PARTE DE SU NATURALEZA DIVINA.
A LA SIGUIENTE FRASE SÓLO LE AÑADO LOS INTERROGANTES.
¿La “autoridad espiritual” consiste en mantener el propio poder o en convertirse en un fanático defensor de las tradiciones?
¿QUÉ CLASE DE AUTORIDAD ESTÁ ENTENDIENDO O DANDO A ENTENDER EL AUTOR?
DESDE LUEGO, NO LA AUTORIDAD ESPIRITUAL SEGÚN LA BÍBLIA.
DESPUÉS HABLA DE:
la supuesta autoridad del Señor.
Y YO ME PREGUNTO, COMO ME IMAGINO QUE SE PREGUNTARÁ TODO EL MUNDO: ¿ES QUE JESÚS NO TENÍA VERDADERA AUTORIDAD? PORQUE CUANDO SE HABLA DE SUPUESTA, SE ESTÁ PONIENDO EN DUDA.
LOS INTERROGANTES QUE A CONTINUACIÓN PROPONE PARA LA DISCUSIÓN GRUPAL SON, CUANDO MENOS, CONFUSOS Y POCO APROPIADOS. PORQUE APARTAN LA ATENCIÓN DEL VERDADERO SOSTEN DE LA AUTORIDAD, QUE ES LA RESPONSABILIDAD.
AL PÁRRAFO SIGUIENTE LE FALTABA EL NO.
La Autoridad NO, NO, NO, implica estar por encima de otros, saber más, haber llegado antes, tener acceso a los recursos del poder y ejercerlo, dominar a otros o restringir su libertad a través de distintos dispositivos (la ley, el título universitario, la experiencia, la amenaza, la sugestión, la propaganda, etcétera). Tal vez, todo esto tenga algún lugar en el mundo pero no estoy seguro que sea igual en otros ámbitos comunitarios y situaciones como por ejemplo, la iglesia y el proceso de crecimiento espiritual (2).
¿NO ESTÁ SEGURO DE QUE NO ES ASÍ EN LA IGLESIA? PUES DEBERÍA ESTARLO. ¿NO CREEN? PRECISAMENTE POR LO QUE DICE ACONTINUACIÓN.
Cuando nuestro corazón está en contacto con el amor y la verdad difícilmente nos creeremos superiores a los demás; más bien una genuina humildad y realista vocación de servicio será el resultado natural y normal de dicha vivencia.
PRECISAMENTE, PÁRRAFOS COMO ÉSTE ME HACEN CREER QUE EL AUTOR SABE LO QUE QUIERE DECIR, PERO NO SABE DECIRLO.
(Mt. 7:29). El relato no dice que Él tuviera autoridad espiritual sino que, a su auditorio le parecía que la tenía.
¿SIGNIFICA ESO QUE NO LA TUVIERA? ¿VERDAD QUE RESULTA ABSURDO? Y AÑADE:
Tampoco hay indicios de que quisiera tenerla.
NO HAY NECESIDAD DE QUERER LO QUE YA SE TIENE.
Su vida era una encarnación del Amor y de la Verdad, por eso todo su ser irradiaba “algo” capaz de iluminar espiritualmente, sanar mental y físicamente.
YO NO SÉ A USTEDES, PERO A MÍ, ESTE «algo» ME SUENA MÁS A METAFÍSICA DE LA NUEVA ERA, A ENERGÍA POSITIVA, Y A OTRAS CUESTIONES ESOTÉRICAS QUE A LO QUE ERA EN VERDAD. ¿PORQUÉ NO LLAMAR A LAS COSAS POR SU NOMBRE? JESÚS TENÍA Y MANIFESTABA UN PODER SOBRENATURAL Y DIVINO, NO PORQUE HUBIERA RECIBIDO «algo» SINO PORQUE ES DIOS.
¿Tenía Jesús autoridad espiritual? Jesús estaba plenamente en contacto con el amor y con la realidad, éste era el secreto que se encontraba detrás de esa impresión de “autoridad espiritual” que El causaba ante sus oyentes. La autoridad espiritual es un fenómeno: no bien reconocemos que alguien ama genuinamente, que irradia ese amor espontáneamente y lo expresa en su vida cotidiana a través de palabras y gestos sencillos, nos decimos: “¡Qué autoridad espiritual tiene!”.
JESÚS TENÍA, TIENE Y TENDRÁ AUTORIDAD ESPIRITUAL, NO PORQUE AME O DIGA LA VERDAD. SINO PORQUE FORMABA PARTE DE SÍ MISMO.
POR OTRO LADO, TAL YU COMO LO ESCRIBE EL AUTOR PARECIERA QUE CUALQUIERA QUE MANIFIESTE ALGO DE AMOR Y VERDAD PODRÍA COMPARARSE CON CRISTO.
¿hasta qué punto lo que nos parece y solemos denominar “autoridad espiritual” no es más que la irradiación de un corazón donde el amor y la verdad conviven?
HAY QUE HACER UNA CLARA SEPARACIÓN ENTRE LA AUTORIDAD DE CRISTO Y LA QUE PODAMOS RECIBIR, TENER Y EJERCER LOS HOMBRES. DIFERENCIA QUE EL AUTOR NO HACE SINO DILUIR A LO LARGTO DE TODO SU ARTÍCULO. ¿CUÁL ES DICHA DIFERENCIA?
QUE LA AUTORIDAD DE CRISTO ES INNATA A SU NATURALEZA DIVINA, MIENTRAS LA AUTORIDAD QUE PODAMOS RECIBIR, TENER Y EJERCER LOS HOMBRES, SIEMPRE SERÁ UNA AUTORIDAD DELEGADA. POR DIOS PARA LA REALIZACIÓN DE UN TRABAJO O SERVICIO. DICHA AUTORIDAD NO LA RECIBIMOS, POR MOSTRAR AMOR, SINO POR EL LLAMADO DE DIOS Y LA CAPACITACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.
EL RESTO DEL ARTÍCULO ES MÁS DE LO MISMO. ME PARECE UNA VERDADERA PENA QUE ALGUIEN CUYA INTENCIÓN ES DECIR QUE LA AUTORIDAD NO CONSISTE EN MANIPULAR A LOS DEMÁS SINO EN EJERCER EL PODER PARA EL B IEN COMUNITARIO, SE PIERDA EN TANTAS CONTRADICCIONES, POR FALTA DE CUIDADO A LA HORA DE ESCRIBIR.
NO QUE EL AUTOR NO SEPA LO QUE DICE, SINO QUE NO SABE DECIRLO.
BENDICIONES.
gracias Pr Nicolas Garcia, por haber explicado con sencillez y claridad el tema expuesto por Jose Maria Mantobani, si bien es cierto a mi entender no podia alcanzar a comprender la exposicion, es cierto que muchas veces no es facil trasmitir lo que se sabe, pero bueno,ADIOS , le agrado husarlo a ud para que en mi caso pudiera captar la verdd sobre la autoridad espiritual y ruego que ha jose maria Dios le de gracia y denuedo como a Pedro un abrazo en el señor a ambosW