por MIGUEL ANGEL ZANDRINO
"Por tanto id, y haced discípulos"
En San Mateo 28:19-20, hallamos la afirmación de que la predicación del evangelio, incluye la tarea docente de la enseñanza del contenido total de las Buenas Nuevas de Dios para los hombres.
Esta verdad, la encontramos en dos frases: "haced discípulos" y
"enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado". Y este pasaje es paralelo del que hallamos en Marcos 16:15-16, que dice: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio…" Por lo tanto predicar el evangelio, implica hacer discípulos y enseñar la Palabra del Señor.
Es que no se puede ser un creyente en Cristo, sin necesariamente ser un discípulo suyo. Está demasiado generalizado el error de pensar que legítimamente puede haber distintas clases de cristianos: aquellos que han sido salvados por una confesión de fe en Jesucristo, pero que viven descuidadamente, sin someterse a las demandas del evangelio. Aceptan a Jesucristo como Salvador, pero no como Señor ¡Cómo si tal cosa fuera posible! Y otra clase de creyentes que reciben a Cristo como el Señor de sus vidas, y de hecho le entregan sus vidas enteramente al Señor.
La conversión es un acto de fe por el cual, nos volvemos a Dios a quien hemos dado la espalda, siendo iluminado nuestro entendimiento por el Espíritu Santo, quien nos impulsa a ir a Jesucristo. Esto es posible porque, Dios hizo el camino infinitamente largo, de venir a nuestro encuentro.
Pero Dios no fuerza la voluntad de nadie, de manera que quienes realmente sienten la necesidad de conocer a Dios, o les pesa la maldad que domina, y permiten que el Espíritu Santo obre en ellos al escuchar la predicación, son los que tienen la experiencia de un encuentro vivo con el Señor. Y sobre todo, este proceso representa una operación compleja en la que marchan juntos: el arrepentimiento, la fe que recibe a Cristo en su vida, lo que significa recibir el Espíritu de Cristo, la vida de Dios, el perdón. Y al mismo tiempo es entregarse al Señor enteramente por toda la vida.
De manera que la vida cristiana es un proceso: se nace hijo de Dios, luego es necesario desarrollarse, crecer. Y este es el proceso del discipulado: aprender todas las cosas que el Señor ha mandado, y obedecerlas. Todo comienza con: el que creyere y fuere bautizado será salvo. Pero no todo termina allí. Creer y ser bautizado es el primer paso, es nacer. La vida eterna que Dios nos da, es una vida vivida aquí y ahora. No es solamente una vida para después de la muerte. Cuando recibimos la nueva vida de Dios, por el nuevo nacimiento, ya tenemos vida eterna, que debemos disfrutar mientras el Señor nos deja en este mundo.
En Colosenses 2:6-7 dice: "Así como recibieron ustedes al Señor Jesucristo, así deben vivir unidos a él, teniendo las raíces de su vida puestas en él, y basados firmemente en él por la fe, así como les enseñó, dando gracias a Dios siempre".
Como dimos el primer paso al recibir a Jesucristo, debemos repetir continuamente ese paso, hasta aprender a caminar viviendo unidos a Cristo, afirmando nuestra vida al clavar profundamente las raízes de nuestra fe en él. La vida cristiana es un constante acto de arrepentimiento y de ir a Jesucristo recibiéndolo y entregándole nuestra vida. Debemos vivir renovando nuestra entrega y recibiéndole continuamente. La fe debe ser ejercitada ininterrumpidamente. Así como la disposición de aprender lo que se nos enseña, dando gracias a Dios por todo lo que vivimos recibiendo de él.
No es posible ser cristiano sin ser discípulo. No es posible recibir las ofertas del evangelio, sin someterse a sus demandas. Juan en su primera carta, dice: "el que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios". Este es el punto de partida de la vida cristiana:
una condición teológica. Luego da una condición moral que distingue al discípulo: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado. El que practica el pecado es del diablo". Y en tercer lugar, da una condición social: "Sabemos que hemos pasado de la muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte".
Por último, la prueba de la recepción de la enseñanza del discípulo: "El que guarda sus mandamientos, permanece en Dios y Dios en él."
De acuerdo con la Gran Comisión dada en San Mateo, el discípulo también debe aprender a enseñar. Una prueba de que el discípulo progresa en el aprendizaje de las enseñanzas del Señor, es que el mismo se preocupa por obedecer el mandamiento de Jesucristo cuando dijo: "haced discípulos, enseñándoles que obedezcan todas las cosas que os he mandado". Nos remitimos aquí a las palabras de Pablo en 2 Timoteo 2:2 cuando dice: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros".
Este versículo es el lema de la Escuela Bíblica Evangélica, cuyo objetivo primordial es "hacer discípulos, enseñando a los estudiantes que obedezcan todas las cosas que el Señor ha mandado". El centro de gravedad de toda la enseñanza en la Escuela Bíblica, está en colaborar para quienes desean ser discípulos fieles del Señor encuentren la enseñanza adecuada, en un ambiente propicio para desarrollar su vida espiritual. Y puedan llegar a ser idóneos para enseñar también a otros.
Y por supuesto, ninguno de los que "enseñamos", pretende haber llegado a la meta. Todos nos sentimos estudiantes necesitados de aprender más. Y cada uno persevera en el estudio cada vez más intenso de la Palabra de Dios. Nos consideramos discípulos con necesidad de aprender más de Cristo, de conocerlo mejor, hasta cuando El venga, y al verle como El es, seamos transformados a su imagen.
Me llenan de fe estos estudios, me motivan a seguir estudiando para adquirir conocimiento de la palabra de Dios.