por MASUMI TOYOTOME
Masumi Toyotome es un líder cristiano de origen japonés, ampliamente conocido entre el estudiantado evangélico norteamericano en Inter-Varsity Christian Fellowship. El autor ha trabajado con éxito en el surgimiento de un movimiento misionero auténticamente japonés y evangélico.
No hay persona en el mundo que no desee ser amada. La seguridad y satisfacción derivadas de serlo son básicas para una vida completa. Sin embargo, sabemos muy poco acerca del amor y cómo conseguirlo. Raras veces se nos explica en términos claros lo que es. Muy pocos han asistido a una clase en que se enseñe como materia el amor, o han leído algún libro acerca del tema.
Hay por lo menos tres clases de amor, y quizás sería conveniente estudiarlas, pues la felicidad del hombre depende de cuál de ellas está buscando.
I «AMOR… SI…»
Primeramente tenemos lo que llamamos «amor… sí…». Este es el amor que se nos dará si cumplimos ciertos requisitos. «Si eres bueno, papá te amará». «Si me das las cosas que me agradan te amaré». «Si llegas a ser famoso e importante, te amaré». «Si prometes casarte conmigo, te daré mi amor». «Si llegas a ser lo que espero de ti como marido, seré tu fiel esposa». Este tipo de amor es el más común, y hay personas que no conocen otro. Es un amor condicional, que se ofrece a cambio de algo que el amante desea. Sus motivos son egoístas.
La forma más degenerada de este amor es la que vemos a menudo en películas baratas, en revistas y novelas. «Si satisfaces mis pasiones, te amo». Muchas personas, especialmente los jóvenes, no se dan cuenta de que el amor que esperan ganar de alguien satisfaciendo sus deseos sexuales es un amor degenerado, que no podrá satisfacerles ni tampoco vale la pena.
Ammón, uno de los hijos del rey David, fue atraído a Tamar, su hermosa hermana por parte de padre. Fingió estar enfermo y buscó el medio de hacer que ella lo cuidara en su cuarto. Un día la agarró y dijo: «Ven, échate conmigo hermana mía». Pero ella contestó: «No, hermano, no me hagas violencia, porque tal cosa no se ha de hacer en Israel. No hagas tal vileza». Mas él no quiso oírla, sino que siendo más fuerte que ella, la forzó y se acostó con ella. Luego la aborreció Ammón con tanto odio que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado» (2 Samuel 13.1-15). Esta clase de amor es tan egoísta que luego se torna en odio.
Muchos matrimonios se deshacen porque están fundados sobre este amor condicional. Con frecuencia la novia o el novio están enamorados, no de la verdadera personalidad del compañero, sino de una representación glorificada que existe solamente en la imaginación. Cuando no se realizan las esperanzas del uno o del otro, sobreviene la desilusión y lo que era amor se vuelve odio. Lo trágico es que es posible que no haya sido culpa de la pareja. ¡Quizás no sabían que había otra clase de amor!
Aún el amor paternal, que se considera el amor más puro de los amores humanos, no pasa de ser más que este «amor… sí…». Hace algunos años el suicidio de un estudiante en la ciudad de Tokio ocupó los titulares de los diarios. Deseando agradar a su padre con el éxito en los exámenes de ingreso a la Universidad de Tokio, en competencia con muchos otros, este joven se había esforzado mucho desde sus años de secundaria, y además había asistido a clases especiales después de las horas regulares de colegio.
A pesar de todo, fracasó. No sintiéndose capaz de enfrentar a su padre y deseando olvidarse de su desilusión. Pasó una semana en los baños termales de Hakone. Cuando volvió a su casa, su padre lo recibió furioso.
-¿No tienes vergüenza? No sólo no pasas el examen, sino que además, sintiéndote afligido, vas a un lugar como Hakone.
-Pero padre, me parece que usted dijo una vez que cuando se siente abatido le gusta ir a Hakone.
El padre no atinó a responder, pero en su ira golpeó severamente al muchacho. Esa noche el hijo desconectó el tubo de goma de la calefacción a gas, se lo puso en la boca y se mató. El diario comentó que el suicidio fue el resultado de un agotamiento nervioso. Pero creo que el agotamiento se debió a que el muchacho repentinamente se dio cuenta de que el amor de su padre dependía del éxito del hijo en el cumplimiento de sus altas expectativas.
Todos estamos buscando un amor que supere este «amor… si…». Saber que existe un amor más verdadero y encontrar la fuente en que se puede hallarlo puede significar alguna vez para usted la diferencia entre seguir viviendo o darse por vencido como aquel joven japonés.
II «AMOR… PORQUE…»
Al segundo tipo de amor lo llamo «amor… porque…». Es el amor en que se ama a la persona a causa de algo que es, algo que tiene, o algo que hace. Tiene alguna cualidad o condición atrayente que hace que alguien le ame. «Te amo porque eres tan hermosa». «Te amo porque eres tan bueno conmigo». «Te amo porque eres diferente a los otros. Eres tan popular, rico y famoso». «Te amo porque tienes un auto y me llevas a lugares tan divertidos». Podemos reírnos de algunas de estas cosas, pero nosotros mismos muchas veces amamos a una persona por alguna cualidad que vemos en ella, o porque de alguna manera ha ganado nuestra simpatía.
Este tipo de amor puede ser preferible al primero. El «amor… si…», que tiene que conquistarse, es una carga pesada: sería mejor ser amados porque somos lo que somos. Si alguien nos ama por lo que somos, no tendremos que esforzarnos tanto para ser amados. Quedaríamos aliviados sabiendo que se nos ama por algo que ya hay en nosotros.
Ser amados en esta forma, sin embargo, resulta pronto algo que no supera en nada el esfuerzo por merecer un amor condicional. Porque nos sentimos contentos de que la gente nos quiera por lo que somos, y porque buscamos ese creciente sentido de importancia que viene cuando más y más personas nos aman de esa manera, nos esforzamos por aumentar el círculo de nuestros admiradores.
Si apareciese otra persona que tuviera de esa atrayente cualidad más de lo que nosotros tenemos, temeríamos que los que ahora nos aman, amen más al recién llegado. Así es como la competencia y un esfuerzo interminable por grangearnos el amor entran en nuestra vida. El bebé de la familia se resiente con el nuevo hermanito. La muchacha popular se pone celosa de la hermosa recién llegada. El joven no se lleva bien con el otro que tiene un auto mejor. La esposa tiene celos de la atractiva y eficiente secretaria. ¿Qué seguridad hay en esta clase de amor?
«El amor perfecto echa fuera el temor», dice la Biblia (1 Juan 4.18). Así que «el amor porque», tampoco puede ser el verdadero amor.
Además del temor de la competencia, hay por lo menos otras dos razones por las cuales este tipo de amor trae inseguridad. En primer lugar, nos hace temer que no seamos la persona digna de amor que nuestro amado piensa que somos. Todos nosotros, en un grado mayor o menor, tenemos «dos lados» en nuestra personalidad: el lado que mostramos a la gente y el lado que solamente nosotros conocemos. Nos cuidamos constantemente de esconder este segundo lado, por temor de que los que nos aman se desilusionen de nosotros y nos rechacen.
Otra razón para la falta de seguridad en este segundo tipo de amor es el temor que algún día cambiemos y ya no seamos dignos de amor como antes. Una hermosa señorita trabajaba en una tintorería en el Japón. Un día la caldera reventó.
El líquido le quemó la cara, el pecho y las manos. Sus facciones quedaron tan desfiguradas que en el hospital se cubría toda la cara con venda y no permitía que nadie, aparte del médico, la viese. Su novio deshizo el compromiso de matrimonio. Durante los pocos meses que estuvo en el hospital antes de morir, sus padres nunca fueron a visitarla, aunque vivían en la misma ciudad. El amor de que gozaba se desvaneció en un instante porque era un amor basado en su hermosura. Cuando ésta desapareció, también desapareció el amor.
Una gran parte de lo que consideramos amor en la sociedad humana, es amor de este tipo y nos deja siempre inseguros en cuanto a su permanencia. ¿Qué otra clase de amor hay, entonces?
III «AMOR… A PESAR DE…»
Al tercer tipo de amor lo llamo «amor… a pesar de…». Se distingue del primero en que no es condicional y no espera recibir nada en cambio; del segundo, en que no es motivado por ninguna cualidad atractiva de la persona amada. En este tercer tipo de amor se ama a la persona a pesar de lo que sea, no a causa de lo que es.
La persona puede ser la más miserable, fea y antipática de todo el mundo, pero seguirá siendo amada a pesar de todo. No tiene que merecer el amor. No precisa conquistarlo con su bondad, riqueza o gracia. Simplemente es amada tal como es, a pesar de sus faltas, ignorancia, vicios o malos antecedentes. Puede parecer una persona absolutamente inútil, y sin embargo será amada como si tuviese un valor infinito.
Este es el tipo de amor que nuestro corazón anhela. Consciente o inconscientemente para nosotros este tipo de amor vale más que la comida, la bebida, o el vestido; más que el hogar y la familia; más que las riquezas, el éxito o la fama.
¿Cómo puede ser esto? Permítame el lector hacerle una pregunta: ¿Qué sucedería si sintiera que nadie en este mundo le quiere, que ni una persona en verdad le ama? ¿No es verdad que perdería el interés en la comida, el vestido, el hogar, la familia, las riquezas, el éxito, la fama? ¿No se preguntaría: «Para qué seguir viviendo?» Supongamos que en este mismo instante se peleara con la persona más apreciada y se diera cuenta de que él o ella le ama sólo por el interés de sacar algún provecho de usted.
¿No se quebrantaría completamente su ánimo hasta el punto de no poder vivir un día más? Aunque esté existiendo día tras día más o menos feliz, ¿podría vivir el resto de su vida si no tuviese esperanza de que algún día alguien le amará con amor verdadero, profundo y satisfactorio? Probablemente se quitaría la vida, o si no pudiese llegar hasta ese punto, se destruiría en la disipación, viviendo negligente y abandonadamente, hasta no ser nada más que un cadáver ambulante.
Usted sigue viviendo o porque alguien le ama con algo que por lo menos se parece a este «amor… a pesar de…», o porque tiene la esperanza de ser amado así algún día. Pero en nuestra sociedad no podemos recibir lo suficiente de esta clase de amor como para satisfacernos completamente, porque todos por igual lo necesitamos. Nadie tiene un sobrante que puede regalar. En este mundo, recibimos de este tipo de amor apenas lo suficiente como para despertar nuestro deseo y mostrarnos cuán necesario es.
IV. EL AMOR DE JESUCRISTO
El maravilloso mensaje de la Biblia es que en Jesucristo este tipo de amor se puso al alcance del hombre en toda su plenitud. La humanidad lo había deseado a través de los siglos, sin saber dónde buscarlo. Pero Dios no dejó al hombre vacío en su anhelo y esperanza.
El mandó a su Hijo, Jesucristo, al mundo para brindar a cada persona amor más que suficiente para satisfacerle. Por medio de la venida de Jesús el hombre pudo, por primera vez en la historia del mundo, ver y sentir ese amor absolutamente puro, ya no sólo ambicionarlo o especular acerca de él.
El amor que Cristo nos trae de Dios no es un «amor… si…». Dios no dice: «Te amaré si llegas a ser cristiano». El ama al creyente y al incrédulo sin parcialidad. El no dice: «Te amaré si eres una buena persona, buena y moral, si asistes a los servicios religiosos, si contribuyes a la iglesia, si lees la Biblia, si oras, si llegas a ser pastor». No hay ni una sola condición. Dios nos ama tal cual somos. Nos amaría igual si fuéramos peores. Aunque diariamente llegáramos a ser más rebeldes y degenerados, nos amaría con el mismo amor perfecto. Y no nos ama para aprovecharse de nosotros. No hay requisitos ni condiciones que cumplir.
¿Cómo puedo comprobar esto? El hecho de que Cristo murió en la cruz es la prueba. Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo y vivió su vida de bondad y amor hacia todos los hombres, dándose especialmente a los pobres y despreciados, de los cuales no podía esperar ninguna recompensa. Pagó un precio elevado por servir a los que no tenían nada para pagarle. Muchas veces fue criticado por mezclarse con los despreciados, los enfermos, los pobres, los ignorantes y los degenerados.
Luego, en obediencia a Dios, murió en la cruz por los pecados de la humanidad. Aún mientras agonizaba seguía amando a los que le estaban matando: «Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen». Como Pablo, el apóstol dice: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5.8). Este, el «amor… a pesar de…», es el único amor verdadero.
El amor de Cristo no es una teoría o doctrina, sino una demostración concreta. No es meramente un ejemplo que nos fue dado dos mil años atrás, sino amor disponible aún para cada persona que lo desee. Jesús no quedó muerto. Dios le levantó de los muertos, y Jesús vive hoy, cerca de usted mismo mientras lee esto, capaz y deseoso de amarle con este «amor… a pesar de…». Si sencillamente dice: «Yo quiero ahora mismo este amor de Cristo más que cualquier otra cosa, y lo aceptaré con humildad tal como soy», sabría hoy en su propia vida que esto es verdad.
La única fuente de este amor incondicional es Cristo Jesús, el Señor viviente, que murió en la cruz. Ni siquiera los creyentes tienen este amor más que otros, si no lo reciben diariamente de él. Cristo es el manantial del cual fluye este río de amor puro. Este tipo de amor no se puede fabricar, ni aun en las iglesias. Las iglesias, como los creyentes individuales, no lo pueden tener si no lo reciben continuamente de Cristo.
¿Por qué es Cristo su única fuente? ¿Por qué no pueden los seres humanos tener este amor sin ir a él? Cada persona es limitada e incompleta. Cada una tiene sus propios deseos, sus propias necesidades y faltas. No importa la edad que tenga, ni aún cuán sabio, maduro, rico, o poderoso sea; necesita recibir de otros porque todavía es incompleto en sí mismo.
Dios es el único ser completo en sí mismo. Si no fuese así, no sería Dios sino una criatura más. Dios es el Creador, la Unica Excepción, el Unico Ser Completo. El no necesita ni de nosotros ni de nuestro amor. Aparte de él, no hay nadie que puede amar a otros a pesar de lo que sean, sin buscar ninguna recompensa.
Puede ser que alguna persona piense que ama a otros o a la humanidad a pesar de lo que son, pero un análisis más profundo revelará que esa persona espera algo en recompensa, así que a quien realmente ama es a sí mismo. El egoísmo se introduce sutilmente en la intención de amar a otros a pesar de lo que son.
Esperamos que se aprecie nuestro esfuerzo, o que resulte en algún bien permanente. Y si no, los esfuerzos que hacemos para amar se traducen en amargura, desilusión y resentimiento. El amor humano no es tan puro como nos gustaría creer. El amor de Dios que nos ha sido dado por medio de Cristo es el único amor incondicional, verdadero.
LA DECISION NECESARIA
Ahora, ¿cuál de estas tres clases de amor le gusta tener?
Probablemente hay muy pocos que escogerían el «amor… si…». Tal amor requiere esfuerzo y tensión interminables.
Quedan dos clases de amor, y sorprendentemente, hay muchas personas que parecen preferir el «amor… porque…». La razón puede ser que al «yo» le es más agradable recibir esta clase de amor. Si una persona es amada por lo que es, entonces se supone que es muy buena. Así, pues, este amor alimentaría su orgullo.
En cambio, ser amado a pesar de lo que uno es sería una humillación. ¿Cuántas señoritas aceptarían una propuesta de matrimonio si el joven le dijera: «Querida, quiero casarme contigo a pesar de lo que eres»? Pero es esto lo que Dios nos dice a nosotros. El no nos puede amar por lo que somos. No podemos ganar ni merecer su amor. Solamente podemos recibirlo como un obsequio.
Consecuentemente, la decisión no es nada fácil. El precio que tenemos que pagar por éste, el mejor de los amores, es un orgullo quebrantado y la confesión de que somos indignos. Si para usted ese precio no es demasiado elevado y si desea aceptar este amor de Cristo, tal como es, espero que lo acepte ahora mismo.
¿Cómo se acepta este amor de Dios? Comience con una sencilla oración: «Te doy gracias, Jesús. Aceptaré de Ti este amor, tal como soy». Puede ser que no sienta mayor emoción al orar así, o puede ser que se sienta inundado de emoción. Esto es incidental. Lo importante es la decisión de su voluntad, de toda su personalidad, inclusive tanto el intelecto como las emociones y el cuerpo.
Habiendo hecho esa oración, tenga la plena confianza de que es amado a pesar de lo que es, y en adelante construya su vida sobre la promesa de que Dios le ama total y absolutamente.
En términos prácticos, «reconstruir» la vida quiere decir cumplir los deberes diarios sin ansiedad o falta de seguridad, con la confianza de ser completamente aceptado y sostenido por Dios. Uno está en relación correcta con la única Persona que realmente vale. No tiene que temer la opinión de los demás. No necesita entrar en competencia feroz con otros ni tampoco utilizarlos para su propio adelanto en la vida.
No precisa estar bajo una constante tensión de demandar a otros los derechos propios. No hay necesidad de afanarse ni de impacientarse en lo tocante a las necesidades de la vida. Uno está en las manos de Dios. Nunca tiene que preocuparse de si es suficientemente bueno delante de Dios, pues él le ha amado en su peor condición. Encomendando su bienestar a Dios y pensando más en el bienestar de otros, puede establecer su familia, sus amistades y relaciones sociales sobre el fundamento del «amor… a pesar de…».
La prueba de que verdaderamente hemos recibido este amor puro de Dios es el nuevo poder que tenemos de amar a otros a pesar de lo que sean. «Amamos porque él nos amó primero» (1 Juan 4.18). Podemos perdonar a los que antes no podíamos perdonar. Podemos amar a los que antes odiábamos. Esto no se debe a que repentinamente hayamos llegado a ser buenos, sino a que Dios nos ha llenado de su amor hasta rebosar. Llegamos a ser un canal para el amor Divino (y hasta un canal cualquiera puede llevar agua vivificante sin llenarse de orgullo). Tener tal relación de amor con Dios y servir por amor a los hombres es vivir plena y satisfactoriamente tal cual habíamos anhelado.
Si usted, lector, nunca ha aceptado consciente y deliberadamente el amor incondicional que Dios nos ha ofrecido en Cristo Jesús, ¿no lo aceptará ahora, expresando su agradecimiento en este momento?
Si ya ha aceptado el amor de Dios, ¿se comprometerá a ser un mensajero del mismo? ¿Lo explicará a alguien esta semana? ¿Amará a alguna persona a pesar de lo que sea, en el nombre del Señor Jesucristo? Pensando en alguien en particular, ¿prometerá a Dios hablarle de su amor y amarle en Cristo?
me parecio de gran bendicion, ya que aveces no tenemos claro el significado del amor.
AUNQUE DE ALGUNA MANERA INTUIMOS, ESTOS CONCEPTOS DEL AMOR, ES DE GRAN PROVECHO QUE NOS LO RECUERDEN PUES DE ESTA MANERA NOS UBICAMOS MEJOR EN LAS RELACIONES CON LOS DEMÁS YA SEAN AMIGOS CONOCIDOS O FAMILIARES, Y LO MAS IMPORTANTE NOS CREA CONCIENCIA DEL AMOR DE NUESTRO DIOS QUE LE TIENE A LA HUMANIDAD. HA SIDO DE MUCHA BENDISION ESTE DEVOCIONAL PARA MÍ. QUE DIOS LOS INSPIRE DIA A DIA PARA QUE ESTOS MENSAJES LLEGUEN A MÁS PERRSONAS.
Este articulo toco hasta lo mas profundo de mi ser, yo ame a una persona con «te amo apesar de» pero él me amó con «amor…si..», y la verdad es muy dificil amar a una persona si esperar algo, el amor de Cristo es el unico que puede en estos momentos calmar mi dolor, y si relamente me preguntaba como puedo amar a Dios con ese amor, y me di cuenta que cuando amas a Dios tambien amas a las personas que te lastimaron. Gracias por abrirme los ojos y exlicarme lo que tan sencillo parese ser pero que en realidad no lo queremos ver.