Leer el libro de Los Hechos de los Apóstoles buscando descubrir cómo trabajó la Iglesia Primitiva, procurando difundir las buenas noticias que Jesús les encomendó que llevaran hasta lo último de la tierra, es un buen ejercicio rico en descubrimientos y quisiéramos compartir algo de lo aprendido.
El Uso de Las Casas
“Hechos” hace mención al uso intenso que hicieron los primeros cristianos de sus hogares, para que se conociera el mensaje que se les encargó difundir. El uso del hogar, de las casas, fue uno de los métodos más importantes en la extensión del evangelio en la antigüedad, pues al ser pocos los creyentes, podían intercambiar ideas en un ambiente informal, tranquilo y espontáneo.
Veamos algunos ejemplos:
Jasón, en Tesalónica (Hch.17:5) alojó a Pablo y sufrió las consecuencias de ello;
Ticio Justo, en Corinto (Hch.18:7) quien vivía al lado de la sinagoga y que también dio alojamiento al apóstol Pablo.
Felipe, en Cesarea, que era diácono (Hch.21:8) tenía un hogar muy hospitalario.
Lidia y el Carcelero de Filipos (Hch.16:15 y 32) hicieron de sus casas verdaderos centros de evangelización, al igual que Estéfanas en Corinto (1 Co.1:16 y 16:15).
Por último, Juan Marcos, en Jerusalén, que abrió su casa y allí se reunió la primera comunidad cristiana (Hch.1:13 y 12:12).
Sabemos también que el pueblo judío era muy hospitalario, habían aprendido a ofrecer sus casas y albergar con afecto. Esta costumbre pasó a la iglesia primitiva y así la familia tuvo una importancia suprema en el avance del cristianismo.
M. Green en su libro “La Evangelización en la Iglesia Primitiva” nos cuenta que los cristianos al celebrarse las reuniones en sus hogares, testificaban de su fe a través de la decoración de estas viviendas y nos relata de que hay mosaicos en las ciudades de Ostia y Roma, que muestran panes, un cáliz, un pez, un cordero, a Jesús, etc. La decoración hablaba de la fe familiar y permitía compartir esta fe con otros.
En las casas se realizaban:
1. Reuniones de oración (Hch.12:12);
2. Los servicios de la Cena del Señor (Hch.2:46) al partir el pan con alegría y sencillez de corazón;
3. Reuniones nocturnas de oración, adoración e instrucción (Hch.20:7);
4. Reuniones de evangelización improvisadas (Hch.16:32 34);
5. Reuniones para dar instrucción organizada (Hch.5:42);
6. Para hospedar a misioneros (Hch.21:16);
7. Para curar enfermos (Hch.9:32 34).
Así podemos afirmar, dice Green, que “la tarea de evangelización realizada en los hogares fue la más fructífera de todas”.
Iglesia y Misión
Orlando Costas en su libro “La Iglesia y su misión evangelizadora” nos dice que la evangelización durante los primeros 300 años la llevó a cabo cada creyente, espontáneamente, con un testimonio sencillo de su fe, entre sus amigos y familiares. Este autor plantea en su obra que quizás necesitamos volver al patrón misionero de la iglesia primitiva, que hizo hincapié en la proclama verbal, pero en forma de diálogo, en conversaciones privadas y reuniones de grupos pequeños, resaltando el testimonio espontáneo de cada creyente.
Está comprobado, dice este autor, “que el crecimiento de cualquier movimiento está en proporción directa al éxito que tenga ese movimiento en movilizar a todos sus miembros en una constante propagación de sus creencias”, por lo tanto, si cada cristiano se siente movilizado a dar testimonio de su fe, esto repercutirá en el crecimiento cuantitativo de la iglesia.
¿Cómo trabajó esta Iglesia?
La iglesia primitiva, al realizar su tarea evangelizadora, tuvo en cuenta como método de trabajo tres aspectos, que pueden ser útiles tenerlos en cuenta hoy y están caracterizados por tres palabras griegas del Nuevo Testamento, que son: koinonía, diakonía y kerygma.
Koinonía: Que significa asociación, comunión, compañerismo, relación íntima, generosidad, sentimiento mutuo, altruismo, participación. Este fue el medio que usó la Iglesia Primitiva para dar a conocer el mensaje del evangelio: la demostración de la potencia del amor de Dios en Cristo por medio del compañerismo y la comunión (Hch.2:44 47).
Diakonía: Describe la práctica de los creyentes primitivos al dar testimonio del evangelio: ayudando, sosteniendo, sirviendo y compartiendo con los desafortunados las bendiciones materiales que Dios les había dado. Ejemplo de esto sería la parábola del buen samaritano o el lavamiento de pies que realizara Jesús a sus discípulos.
Kerygma: La proclamación kerygmática es el anuncio verbal del evangelio. Sin el kerygma, la koinonía y la diakonía carecen de sentido, porque es la proclamación verbal la que explica el significado evangélico del amor demostrado en la camaradería cristiana o en el servicio social. Esta proclama verbal era en gran parte informal y tomaba forma de diálogo.
¿Qué podemos hacer nosotros hoy?
Teniendo en cuenta lo anterior y a partir de nuestra experiencia como iglesia en una ciudad pequeña, proponemos algo y es la organización en la iglesia de pequeños grupos que fomenten el amor y la camaradería cristiana, junto al estudio bíblico y la oración.
Estos grupos nos permiten conocernos más íntimamente entre los hermanos y este conocimiento produce solidaridad y nos ayuda a vivir más intensamente la vida cristiana. Los grupos pueden ser tan variados como intereses haya en la iglesia, tanto para hermanos como para amigos, para adolescentes, jóvenes, matrimonios o solos. Allí podemos encontrar en los pequeños grupos, un espacio donde hablar y escucharnos, sentirnos cobijados y cuidados mutuamente.
En su libro “La Comunidad del Rey”, Snyder, va más allá todavía al proponernos que estos grupos deben tener alguna “misión”, tarea, existir para un propósito específico pero diferente.
Tener en común el estudio de la Biblia, la oración y el propósito de compartir, pero también una misión para la cual existe y a la cual se dedica. Da como ejemplos formar un grupo de música, o un grupo misionero, otro de reformas sociales. Podríamos agregar un grupo que vele por las viudas y/o los huérfanos de la iglesia, por las horas felices, por los campamentos, por los enfermos, etc. etc. Cada grupo con una misión especial, presenta como ventajas:
1. Diversidad de personalidades y de dones espirituales.
2. Dedicación exclusiva a algo, de unos pocos.
3. Trabajo en equipo, no “llaneros solitarios”.
4. Mayor compromiso con la tarea, al ser pocos.
5. Todos unidos al cuerpo, no islas.
Conclusión
Terminamos invitando a recobrar el uso de los hogares, tal como vimos que lo hizo la iglesia durante sus primeros 300 años. Buscando lograr un ritmo armonioso entre el grupo pequeño en las casas, y el grupo grande, en el Templo (Hch.2:46) y así, cada cristiano podrá estar involucrado en alguna forma de diálogo en torno a la Palabra. Reconocer su utilidad y estimular esta tarea, queda para nosotros como un desafío.
todos necesitamos compartir en nuestros hogares las maravillas y testimonios de nuestras vidas,