por ALEC CLIFFORD
GRENFEL, el gran misionero que dedicó su vida a trabajar en las inhóspitas tierras de Labrador, cuenta que entró una noche, "de casualidad", a una reunión en que debía predicar Moody.
Estaba orando kilométricamente un miembro de la congregación. Entonces, dice Grenfell que Moody se puso de pie, con esa voz que había anunciado el Evangelio a tantos miles, y dijo: "Mientras el hermano termina su oración cantemos el himno número tal".
Al joven estudiante de medicina le pareció que a un individuo así valía la pena escucharlo. Se quedó, conoció a Cristo, y le sirvió con abnegación durante el resto de su vida.
La oración puede ser larga. En algunas circunstancias tal vez deba serlo. Pero no es la regla, ni una exigencia de Dios ni de su Palabra.
¡Cuántas reuniones de oración fracasan porque dos o tres hermanos por lo general de edad, recitan tan largas plegarias que han aprendido hace años, que son pronunciadas con voz pomposa, y que es su contenido emplean todos los clisés y los lugares comunes de lo que se ha denominado "el dialecto de Canaán".
Las reuniones fracasan porque estos hermanos recitan sus oraciones de este modo, y porque otros hermanos, que podrían intervenir de manera provechosa y positiva, se sienten acobardados, ya que no se animan a orar por lo menos diez o quince minutos sin parar, y desconocen el dialecto. Lo peor es que pueden creer que saber hablarlo es necesario, y que a Dios tenemos que dirigirnos en un curioso lenguaje, complicado y oscuro, para que escuche y conteste las oraciones.
¡A veces casi nos parece, en este tipo de reuniones, escuchar la voz del Señor, diciendo cariñosamente: "Hijo, sé breve"!
Recuerdo con frecuencia el caso de Nehemias, copero del rey, que cuando se encontró en una situación difícil que podía costarle la vida, oró al Señor. Lo tuvo que hacer rápidamente, sin pensar en palabras rebuscadas, ni preguntarse qué opinarían los hermanos de su oración. Con mayor velocidad que la de un rayo, la oración llegó hasta el Padre celestial y volvió a la tierra.
Hay un pensamiento de Spurgeon que leí hace muchos años, y me sido de gran ayuda en mi vida diaria.
Decía "el príncipe de los predicadores": "Raras veces puedo orar por más de diez minutos, pero nunca paso diez minutos sin orar".
Vaya esto de consuelo para quienes, por sus obligaciones, su temperamento u otras razones no pueden dedicar largas horas a la oración.
Hay quienes pueden, luego de aprender "Con Cristo en la Escuela de la oración" pasarse largas horas, realmente benditas en la presencia de Dios. Poderlo hacer es algo muy hermoso, y lleno de significado para la vida cristiana. Pero en esta breve nota, no ha sido mi propósito hablar de los gigantes de la oración, ni de cómo llegar a ser uno de ellos. ¡Carezco totalmente de los títulos necesarios!
Lo que he deseado es dar una palabra de aliento a quienes se sientes acomplejados y disminuidos por su falta de fluidez de lenguaje, o de poder de concentración.
¡Conoce el Señor a los suyos! Que ningún hijo de Dios lo olvide. Y que nadie se prive de tener comunión con él por creer que no llena las condiciones formales exigidas por algunos hombres.
Excelente!!…y práctico, como deberia ser cada oración congregacional. Me ha servido para recordar aquello de que «bueno y breve, doblemente bueno». Gracias por tan valioso articulo!
es verdad que aquel que tiene oraciones largas en publico es reflejo de lo poco que ora en lo,secreto; YA QUE DIOS NOS DICE TU PADRE QUE VE EN LO SECRETO TE RECOMPENSARA EN PUBLICO CREO QUE DIOS NOS ESCUCHA Y MAS LA SINCERIDAD DEL CORAZON.
Gracias por este excelente aporte…ya que yo personalmete he creido que es mejor la calidad que la cantidad…no importa los minutos o las horas que dures orando, si no la fe con que lo hagas…
Para mi lo importante de la oracciones.es tener una comunication diaria, sea en secreto, sea larga,sea corta, es aquella oracion que humillada, con fe y con amor a hagamos al caballero de la cruz, con suplicas y humildad. solamente El conoce el corazon y el proposito de cada vida, y el proposito de cada una de nuestra suplicas.
sean bendecidos!