La infertilidad ha existido, al parecer, desde que el hombre existe, porque ésta se inscribe en los orígenes de nuestra cultura. De cada dos seres humanos que habitan nuestro planeta, uno de ellos es hijo de Abraham, porque es judío, cristiano o musulmán. Ciertamente, el padre de la cultura judeo – cristiana islámica tuvo que enfrentar la infertilidad, a pesar de que Dios le había prometido que sería el padre de una multitud. Mediante Agar primero, y de Sara después, el padre de nuestra cultura logró tener la descendencia prometida. Todos los que hoy estamos aquí reunidos somos hermanos, porque todos somos, al menos culturalmente, hijos de Abraham.
Si bien la infertilidad existió siempre, no existía la palabra para nombrarla, en nuestro idioma. Por lo menos, no aparece en tres diccionarios de la lengua castellana que he consultado. Y mi computadora me la subraya en rojo, para indicarme su inexistencia. No obstante, ha sido necesario crear el neologismo. Parecería que se trata de algo innombrable. Al fin le hemos puesto nombre, porque existe el deseo y la necesidad de enfrentarla, y en lo posible, hacerla desaparecer. El cáncer también suele ser innombrable y se utilizan, eufemismos como: “penosa enfermedad”, u otra por el estilo. Igualmente dura es la realidad de una minoría de la población que sufre la infertilidad, que en nuestro país alcanza a varios millones de personas. La American Medical Association estima que un 15 % de las parejas no logran tener un hijo. “Según estimaciones que manejan los legisladores de la UCR y el Frepaso, un 20 % de las parejas tienen problemas de fertilidad” (Diario Clarín, 22 de Junio de 1997, pág. 50). Se trata de un trago amargo que soporta una buena parte de la población. Son necesarios encuentros científicos, para tomar conciencia de la realidad y compartir experiencias en forma interdisciplinaria, con la intención de encontrar soluciones.
La infertilidad en el hombre y en la mujer
En tiempos de Freud, la infertilidad era mucho más dramática para la mujer que para el varón. En concepto de como “falo de la madre”, en Lacan, o en el falo que circula en una estructura, en los tres tiempos del Edipo lacaniano, pone en evidencia la necesidad de la mujer de sentirse “completa” a través de un hijo. El deseo de la madre prevalece en el primer tiempo del Edipo. (Cf. J. Lacan, Seminario Nº 5, Las formaciones del inconsciente). Según Lacan el sujeto humano se constituye mediante la transformación que va del ser al tener el falo, mediante la metáfora paterna. Esto nos hace suponer una mayor necesidad de maternidad que de paternidad. No obstante, debemos reconocer que los tiempos han cambiado, y el lugar de la mujer en la sociedad también. Algunas mujeres de hoy no necesitan de un hijo para sentirse “completas”. Ciertamente, la falta no puede faltar, ni en el hombre ni en la mujer. Todos somos incompletos, todos somos castrados, si tenemos la “suerte” de ser neuróticos. Según el psicoanálisis, el hijo sería el falo imaginario de la madre. Para Lacan el falo imaginario es todo aquello que le permite al sujeto tener la ilusión de que no le falta nada, es decir, el falo es aquello que completa al ser humano. El objeto que cumple la función de falo imaginario podría ser: el dinero, el saber, el poder, un hijo, etc.
Varones y mujeres sentimos la necesidad de continuar existiendo a través de nuestros descendientes. Freud señala en: Introducción del narcisismo, que “existe un plasma germinal cuasi inmortal”. Es bueno recordar, sin embargo, que sin óvulo el espermatozoide no sirve para nada. La ilusión de inmortalidad nos conduce al deseo de procrear. En mi opinión, en nuestro tiempo, el deseo es similar tanto en el varón como en la mujer.
Existe otra minoría, estimada en un 10 % de la población, que tiene que pagar un alto costo psicológico por su incapacidad absoluta para procrear, me refiero a las parejas homosexuales. En algunos países estas parejas están presionando para que se les permita adoptar chicos. En nuestro país, algunos se esfuerzan por vencer su infertilidad. Veamos un par de casos.
Recuerdo el intento de un hombre homosexual, con mucho dinero, de “comprar” una madre para el hijo que deseaba adoptar. Deseaba realizar un matrimonio que fuera sólo una fórmula legal que le permitiera adoptar un chico. Éste fue el motivo de consulta: Deseaba conocer el daño psicológico que podría recibir un chico al constatar que su papá y su mamá pertenecían al mismo sexo biológico. Obviamente, no existe el mercado de “madres compradas o alquiladas”. Con mucha angustia recibió mi opinión de que un niño, para formarse con un adecuado nivel mental necesita tres modelos básicos: 1. El masculino, de esposo y padre. 2. El femenino, de esposa y madre y 3. El de pareja, donde se ponga en evidencia que papá y mamá se aman, se respetan y se complementan mutuamente.
Veamos el otro caso. Una joven muy religiosa se casó con un hombre que parecía ser muy “espiritual”. Transcurridos tres meses de matrimonio vino a consultarme. Me explicó que él le había propuesto “no hacer nada, hasta casarse por razones religiosas”. Ella aceptó, y se casó sin haber recibido jamás un beso. Además, era su primer novio. Después de casada tampoco la besaba porque según él, eso era antihigiénico. Explicó, además, que él sólo mantenía relaciones sexuales durante los días en que ella era fértil: “Me dijo que tenía una obsesión por tener un hijo, y que hasta había elegido al padrino”. A ella le extrañaba que él sufriera constantemente de lumbago y por tal razón, tenía que dormir en otra cama, porque el menor movimiento le producía dolor. No fue necesario hurgar mucho para que esta mujer se diera cuenta de que su padrino de casamiento, el mejor amigo de su marido, era la pareja homosexual de éste, desde antes del matrimonio. El divorcio fue inevitable. Afortunadamente, ella no había quedado embarazada. ¡Cómo insiste el deseo de maternidad paternidad!
Cada pareja tiene su singularidad histórica, también la tiene cada uno de sus integrantes. No obstante, en las situaciones que plantea la infertilidad, hay un alto costo psicológico, una fuerte dosis de sufrimiento, que soportan todos por igual, con mayor o menor intensidad. Me voy a ocupar de dos de ellos: la angustia y el sentimiento de culpa. Después, teniendo en cuenta la limitación del tiempo, voy sólo a enumerar otros costos psicológicos, pero no los voy a desarrollar.
La angustia
Durante un proceso de análisis surgía, insistentemente, en el discurso de una joven mujer: “No quiero ser gorda y fea”, sin que le fuera posible asociar alguna idea con esa frase. Era evidente que “estar gorda”, tenía alguna relación con el embarazo que deseaba, pero que no podía lograr. La situación creada por su infertilidad la llenaba de angustia, tanto a ella como a su marido. Me contó que el espermograma de su marido era perfecto, pero el examen post coital hizo que su ginecólogo le dijera, según ella: “Señora, usted tiene una vagina asesina, no dejó ni un sólo espermatozoide con vida”. Cuando le contó al marido, éste la culpó de la imposibilidad de tener un hijo. Ella se defendió afirmando que eso era lo que más deseaba y terminaron abrazados y llorando. El enigma insistente de su rechazo a la gordura y la fealdad, fue resuelto mediante un sueño. Soñó que cuando ella era muy pequeña, su madre le dijo: “Cuando seas grande no tengas hijos, porque te vas a poner gorda y fea como yo, que tengo a tu hermanito en la panza”. Entonces recordó, con los más mínimos detalles, lo que le dijo su madre. La palabra de la madre, en este caso, resultó ser sagrada e infalible. No podía quedar embarazada, porque si esto ocurría, se pondría gorda y fea. La palabra que puede sanar, también puede enfermar. No obstante, esta pareja logró, mediante el tratamiento médico y psicoanalítico, lo que quería: dos hijos.
El sentimiento de culpa
La necesidad de castigo, y el sentimiemto de culpa, son dos caras de una misma moneda. Cuando un ser humano experimenta la culpa, ya está sufriendo el castigo. El síntoma puede ser vivido como una necesidad de castigo. La persona que sufre de infertilidad suele pensar: “Esto me acontece porque hice tal cosa”. O sencillamente: “Porque me lo merezco”. En su ensayo: “Los que delinquen por conciencia de culpa”, Freud afirma que la culpa no aparece como efecto del delito sino como causa. El origen de esta conciencia de culpa es el complejo de Edipo. El sujeto comete el delito para recibir de la sociedad un castigo que mitigue una terrible culpa, de la cual no es consciente. Según James Strachey, historiador de Freud y traductor de sus Obras Completas al idioma inglés: “Echó una luz totalmente nueva sobre los problemas de la psicología del delito”. Lacan afirma, en su Seminario Nº 7, La Ética del Psicoanálisis, que “el psicoanálisis parecería tener, como único objetivo, apaciguar la culpa”. Los deseos incestuosos inconscientes son una de las causas del sentimiento de culpa, que puede producir infertilidad psicógena.
Es muy común que las mujeres se sientan culpables de la infertilidad aun antes de haberse hecho los estudios para investigar la causa de dicha dificultad. Hay casos en que ofrecen el divorcio a sus maridos para que éstos logren ser padres mediante otra mujer; tal es la certeza de culpabilidad, y el deseo de recibir un castigo que le mitigue la culpa, que puede ser producida por causas múltiples. Existe un amplio abanico en las causas del sentimiento de culpa.
Éste se extiende desde causas simples, tales como relaciones sexuales prematrimoniales, o el uso de un dispositivo intrauterino, hasta algo mucho más complejo, el aborto. Este es el caso de una mujer que por cinco años había intentado quedar embarazada, sin lograrlo. También en ella la culpa y la necesidad de castigo cabalgaban sobre la palabra de la madre, que aumentaba la culpa existente. Siendo soltera, le confesó a su madre que había abortado voluntariamente. Esta madre no supo contener a su angustiada hija.
Por el contrario, muy enojada le dijo: “Dios te va a castigar por la barbaridad que has hecho, por eso, cuando quieras tener un hijo no lo vas a lograr”. La culpa fue vivida con mucha intensidad, cada uno la vive según su estructura psíquica. Aquí también se nos presenta la cuestión de la causa, ¿es ésta orgánica o psicógena? No sabemos cuál es el porcentaje que corresponde a una u otra causa. Los casos de esterilidad psicógena serían aquéllos cuyas causas orgánicas no pueden ser descubiertas por los médicos, y que pueden ser solucionados a través de la psicoterapia. Existe también la esterilidad idiopática, sin causa conocida, que no alcanza una solución con el tratamiento médico o psicoterapéutico, ni con la combinación de ambos.
Esta forma especial de infertilidad pertenece al campo de lo desconocido. Es semejante a lo que Freud denomina: “Ombligo del sueño”, porque escapa a la posibilidad de interpretación. La esterilidad idiopática tiene un carácter enigmático que, esperamos que algún día será descifrado.
Otra causa de culpa es la presión de familiares y amigos que insisten con una pregunta indiscreta: ¿Cuándo? En ocasiones, esta situación hace aparecer tanto la angustia como el sentimiento de culpa por la incapacidad de satisfacer el deseo de sus seres queridos, y los suyos propios. La tendencia a guardar el secreto suele hacer más daño que el beneficio que se espera lograr con el esfuerzo de ocultar la verdad. Por lo general, la demanda de familiares y amigos suele desaparecer cuando conocen cuál es la situación. Sólo mediante el conocimiento, éstos pueden ofrecer contención, apoyo emocional, comprensión y afecto.
Nuestra sociedad, todavía un poco machista, suele culpar a la mujer de la imposibilidad de tener un hijo. Todavía existen hombres, con cierto nivel intelectual, que culpan a sus esposas de no darles descendencia masculina, para conservar el apellido. En estos casos, lo emocional prevalece sobre lo racional. El sujeto que desea perpetuarse en el tiempo, mediante su apellido, utilizará mecanismos de defensa, inconscientes, como la negación, o la proyección, para evitar la herida narcisista que le proporciona su incapacidad para engendrar un hijo varón.
Otros insisten en tener varios hijos hasta encontrar al varón. Para la mujer que espera un hijo, cada menstruación se convierte en una desilusión dolorosa. Comúnmente es a ella a quien se la somete a consultas, investigaciones y tratamientos. Cuando todo debería comenzar por un simple espermograma del marido. Es evidente que, en la distribución de los costos psicológicos, la mujer soporta todavía, una mayor proporción del sentimiento de culpa que la que tiene que enfrentar el varón.
Otros costos psicológicos
Los costos psicológicos son muy variados, pero casi todos están entrelazados entre sí. Como dije al principio de este trabajo, me voy a limitar a mencionar algunos de ellos. Antes deseo señalar que es común que la infertilidad contribuya a la disminución de la actividad sexual en la pareja, lo cual agrava el problema. Los costos psicológicos que deseo enumerar son los siguientes: falta de deseo sexual, anorgasmias parciales o totales, disfunción eréctil, eyaculación precoz, disturbios afectivos, sensible disminución de la autoestima, sentimientos de haber fracasado en la vida, retraimiento social, erosión de la convivencia matrimonial, sentimientos de inferioridad, ira y, en ocasiones, depresión.
Voy a tomar un corto espacio para referirme a un caso en que he advertido un intento de solución por vía de la regresión afectiva. Se trata de un vuelco inusitado de la afectividad hacia los padres, ante la imposibilidad de tener un hijo. El tiempo es un vector irreversible, jamás vuelve atrás. Se debe procurar la procreación asistida. Pero, cuando ésta no es posible, la adopción permitiría dirigir la afectividad hacia adelante, en dirección del tiempo. Las deudas que suponemos tener con nuestros padres, debemos pagarlas a nuestros hijos.
Conclusión
La infertilidad tiene un costo psíquico muy alto que paga una buena parte de la población. Se trata de una minoría importante, entre nosotros posiblemente el 20 % de las parejas. Por lo tanto, es necesario continuar trabajando para aliviar su situación. Recordemos que todos nosotros somos el producto de la resolución de un caso de infertilidad ancestral, la de Abraham, mediante un milagro divino. Nuestro desafío es lograr un milagro humano que logre desterrar definitivamente la infertilidad. Milagro que es posible porque los seres humanos somos “compañeros de trabajo” (sunergoi) de Dios, según afirma San Pablo en 1 Corintios 3:9. Es por eso, que para el logro de la fecundación, Dios y las ciencias humanas, pueden y deben ser compañeros de trabajo.
Conferencia dada por el Dr. León en “JORNADA SOBRE BIOÉTICA EN PROCREACION HUMANA ASISTIDA” (Organizada por la División de Ginecología del Hospital General de Agudos “Dr. Cosme Argerich)
sus comentarios estan fuera del contesto de las sagrada Biblia.
le recuerdo que abram sin hace, y sara, significa hobre carnal, fisicamente vivo pero espiritualmente muerto, sinla imagen de Dios y conla naturaleza pecaminosa
y abraham y sarai, significa, que alcanzaron la santidad y lograron estar bajo la Gloria de Dios y recuperaron la simiente Divina y/O la naturaleza Divina.
sara en la carne no podia tener hijo, porque Dios asi lo dispuso, porque no queria qye nacieran hijos malditos del vientre contaminado de los dos con la naturaleza pecaminosa.
hasta que no nacieron Espiritualmente, Dios, no le dio la facultad de engendrar, como asi fue y engendraron el linaje Divino, en Isaac, desendencia bendita en la tierra, remanente bendito, en el pueblo judios,
los demas hemos nacido de la simiente maldita de abram sin h y la muerte espiritual agar.
es por esto que nuestro señor Jasucristo murio enla cruz, para que todos con el pérdon de los pecados, puedan tamnbien recuperar la naturaleza Divina, como esta Prometido en el libro de juan 1.12-13 y 1 de tesalonicenses 5-23
me sujeto a lo que esta Escrito en el libro de Apocalipsis 22.18.19, porque esta es palabra fiel y verdadera y les sugiero que no sean teofilos como lo dice la palabra en lucas 1.1-5
de los dos pueblos Dios prepara un solo pueblo, con los que sean santificados y glorificados,
Bendiciones
Si mi hermano, creo y pienso que mas que una reflexion y un mensaje para fortalecer y enseñar, nos confunde,comparto el comentario del hermano,porque basicamente,se trata de personas que no tienen a Cristo en el corazon,bendiciones
Muy interesante, intelectual y academico el enfoque,
solo le falta incluir la infertilidad espiritual,
es aquella que se suscita en el alma
cuando interpretamos sesgadamente la escritura
sin una hermeneutica del pasaje que mencionamos con base y armonia biblica y usamos los textos , referencialmente para sustentar puntos de vista de determina disciplina del saber humano.
Pero como cristianos hay que examinarlo todo y retener lo bueno (! Tes 5 :21) y desechar lo que no contribuye a edificar la Iglesia
Y en el tema que trata el doctor , hay muchas realidades vividas por personas, que debemos saber para poder aconsejar a otros
Es una reflexion cientifica para un publico pluricultural y heterogeneo, para aquellos que se mueven en el estrecho horizonte de la razon humana y aquellos que no encuentran todavia fronteras para la fè, que tienen en el TODOPODEROSO PADRE NUESTRO
saludos Dilmer (Estudiante de Maestria en Teologia)
Quiero aclarar
– abram sin h, significa naturaleza pecaminosa y – con h, ABRAHM, significa naturaleza Divina.
– sarai naturaleza pecaminosa
– sara naturaleza Divina
– con la naturaleza pecaminosa abram enfendro a ismael, tambien con la naturaleza pecaminosa
– con la naturaleza Divina ABRAHAM Y SARA, ENGENDRARON LA NATURALEZA DIVINA CON ISAAC.